Nuevas ordenaciones en la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas

MÉXICO

Por Leopoldo cervantes-Ortiz.

El domingo 24 de mayo de 2015 la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP) ordenó dos nuevos pastores, además de otros dos oficiales eclesiásticos, como parte de la conmemoración del Pentecostés en la iglesia Gethsemantí del sur de la ciudad de México. A continuación, una entrevista con Héctor Mendoza Núñez y Raúl Méndez Yáñez, flamantes pastores de la CMIRP.

Hectro Mendoza Nuñez

Héctor Mendoza Núñez es originario de la ciudad de México (1968). Su conversión a la fe cristiana tuvo lugar cuando contaba con 11 años en el seno de una pequeña misión en el norte de la capital mexicana. Antes de su conversión había sido atraído por la liturgia y simbología del romanismo, pero sin conducción o dirección. Quien lo haría de una manera oportuna y sencilla en mi nueva fe, fue su tío, Cosme Mendoza Avelino. Estudió en el Seminario Bíblico y Teológico de México (1988-1991), en el Seminario Teológico Presbiteriano de México (1993-1995). Cuenta con un Diplomado en Filosofía en Universidad Iberoamericana (1998), una Especialidad en Psicoterapia Familiar y de Pareja en el Instituto de Entrenamiento e Investigación en Psicoterapia, Personas S. C. (1999-2002) y con estudios de la licenciatura en Psicología en el Instituto Mexicano de Psicooncología. Ha sido obrero pastoral en diversas iglesias y congregaciones en Torreón, Coahuila, el D.F. y en el Estado de México.

Raul Mendez Yañez

Raúl Méndez Yáñez nació en México, D.F., el 24 de enero de 1983. Estudió la carrera de Técnico en Contabilidad en el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos Número 13 “Ricardo Flores Magón”, y en un Instituto Bíblico de una iglesia pentecostal. Posteriormente revalidó materias en el Colegio de Bachilleres y ahí terminó la carrera de Técnico en Contabilidad por el sistema Abierto. Ingresó al Seminario, ahora Universidad Teológica Juan Calvino de la Iglesia Presbiteriana Independiente y a los 21 años comenzó a estar a cargo de las labores pastorales de la Iglesia Nacional Presbiteriana Bethania. Estudió también en el Seminario Teológico Presbiteriano de México en su modalidad por Extensión. Cursó la carrera de Antropología Social en la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Cuatro años fungió como obrero pastoral y actualmente cumple labores pastorales en la Comunidad Eucarística de la Capellanía de la Comunidad Teológica de México. Durante cuatro años ha trabajado como investigador antropológico y coordinador de área en una consultora latinoamericana de mercado y opinión pública.

  1. ¿Desde cuándo consideraste seriamente estudiar teología y por qué?

Héctor: Bien, como ya lo mencioné, mi conversión a la fe en Cristo, y por consiguiente los cambios significativos en el seno de mi familia de origen, además de experiencias generadoras de esperanza, amistad, apoyo mutuo, pienso que me fueron preparando para que en 1988 decidiera ingresar al Seminario Bíblico y Teológico de México. Durante mi estancia en esta institución comenzó a generarse en mí cierta inquietud por conocer a fondo no sólo ciertos temas, sino también autores que ocasionalmente se abordaban en clase. Esto me llevaba a sustraerme de las lecturas habituales de la línea teológica que ahí se enseñaba para sumergirme en la teología contemporánea anglosajona y la teología latinoamericana. Sería hasta mi ingreso al Seminario Teológico Presbiteriano de México que tales temas y autores los conocería con mayor profundidad. Respondiendo al porqué de estudiar teología, si no lo tengo tan claro cuando ingreso a ambas instituciones, cuando egreso de esta última por lo menos sé que algo ha cambiado algo en mí. Ahí encuentro una parte que motiva en mí la reflexión teológica, su impacto primeramente en mí para luego compartirlo. Cambian valores, o más bien, son mejor definidos, puesto que encuentran un sustento más sólido. Nuevas actitudes éticas, de responsabilidad.

Raúl: Cuando tenía cinco años mi mamá era recién conversa al Evangelio. De niño uno quiere ser muchas cosas: astronauta, bombero, He-Man. Yo me ponía detrás de una mesita en la sala, colocaba encima una Biblia y jugaba a que era el predicador. De algún modo siempre estuve en contacto con la idea de ser teólogo. ¡Cómo dudar de la predestinación! No obstante fue hasta mi crisis vocacional en la Vocacional (CECyT) que quise estudiar la Biblia con la misma seriedad que en la escuela. Tenía entonces 16 años, justo la misma edad que el protagonista de uno de mis animes favoritos y que veía en esa época: Ranma.

  1. ¿Qué tipo de experiencias son las que han marcado tu caminar eclesiástico y teológico hasta hoy?

Héctor: Mi caminar eclesiástico inició en un ambiente conservador, y el corto trecho que llevo recorrido me ha enseñado que antes que ser conservador, se requiere consistencia. La consistencia puedo entenderla como congruencia, y esta como un proceso. Afortunadamente, en el camino he encontrado personalidades del ámbito eclesial y teológico cuya orientación marca nuevos derroteros hacia la congruencia o consistencia.

Raúl: A alguien se le ocurrió dejar un tomo de la Institución de la Religión Cristiana de Calvino en la Biblioteca de Balderas. Me la encontré en una época donde mi pastor pentecostal me había dicho: “Te recomiendo que dejes los libros y te pongas a orar”. Lo que Calvino dedicaba a los anabaptistas, parecía que era con dedicatoria para mi iglesia. Eso me llevó a investigar otras opciones denominacionales, alentado por una breve plática con Samuel Vila de la editorial CLIE a quien, tras una conferencia que dio en la librería Maranatha de Bolívar, le conté mi situación y me dijo: “Si su pastor le dice eso, lo único que fomenta es su ignorancia”. Me decidí por la presbiteriana porque era la que sostenía las ideas de Calvino.

Otro hecho fundamental vino haciendo una tarea para el Instituto Bíblico sobre el Éxodo y Moisés. Me metí a la Biblioteca de la UAM-Iztapalapa, pues vivía enfrente. Ahí me topé con El folklore en el Antiguo Testamento,” de James Frazer. Se comprenderá mi anonadamiento al ver sobre el Yahvista, el Elohísta, el Sacerdotal, ¡no los encontraba en la Biblia! Pero no fueron los paralelos entre la mitología y literatura hebrea con producciones de otros países y culturas, sino el hecho de que Moisés no escribiera el Pentateuco lo que me conmovió. Cerré el libro tras un par de horas de leerlo y me dije para mí: “Algún día volveré a este lugar, tomaré este libro y sabré por qué está equivocado”.

Años después tras el primer trimestre de Antropología Social en la misma UAM-I, y haber estudiado a los antropólogos evolucionistas del siglo XIX, comprendí a la perfección por qué Frazer estaba equivocado: Usar la Hipótesis Documental era quedarse corto, no reconocer el fondo de gran diversidad cultural, étnica, sexual ni mitológica del Antiguo Testamento.

Otro momento fue cuando, tras salir de mi jornada como operador telefónico en una empresa de Outsourcing por la San Miguel Chapultepec, pasé por la Casa del Tiempo de la UAM y compré en su librería Buscando el Espíritu, del doctor Carlos Garma. El libro es su tesis doctoral sobre pentecostales en Iztapalapa, ¡yo era pentecostal y vivía en Iztapalapa! “Debo hablar con este hombre”, me decía. Unos años después, me volví asistente académico de Garma. Insisto, ¡cómo dudar de la predestinación!

Por último, un hecho contundente vino con la radicalización en Latinoamérica del fundamentalismo anti-mujer y anti-gay. Tuve que tomar una postura al respecto, y opté por la inclusión. Eso me llevó a revalorar a la humanidad —que en teología es una masa informe de pecado— ver cara a cara a las personas, comprender que una religión que no sirve para amar y para hacer la vida más fácil, solo sirve para complicar la vida. Esto tuvo la coyuntura de las Redes Sociales donde he podido ver cómo, a la par del fundamentalismo, existen muchos creyentes igualmente re-humanizados, que vivieron como yo, desde su infancia en el Evangelio, y que ahora comprenden que discriminar, humillar, chantajear en la iglesia, pues está mal.

Mi esposa Laura es una de esas personas, a mí me ha impactado mucho su forma plural de vivir la fe, y a comprender el lazo de oro que une a las religiones abrahámicas (Judaísmo, Islam y Cristianismo), pues ella tiene ascendencia de las tres.

  1. ¿A quiénes consideras tus modelos dentro y fuera de la iglesia?

Héctor: Dentro de la iglesia: Dietrich Bonhoeffer, Martin Luther King, Harrison Emerson Fosdick. Fuera de la iglesia: Gandhi, Confucio.

Raúl: El pastor Daniel Cruz pastoreaba la iglesia pentecostal Bethania (luego la iglesia predestinada sería una iglesia Bethania pero presbiteriana), y yo lo conocí en una etapa de gran madurez. No era el típico pentecostal beligerante, sino uno reflexivo y dispuesto a volver sobre sus pasos. Fue de él que escuché por vez primera de Lutero y de Calvino en un ámbito eclesiástico. El, una vez, en un sermón dijo: “Toda la Biblia es Palabra de Dios para ti, pero no al mismo tiempo”. Cuando conocí la obra de Karl Barth pude entender esas palabras como una forma de expresar la indomable y disruptiva Revelación de Dios que trasciende textos, tiempos y voluntades. Mi pastor pentecostal era barthiano sin saberlo.

Carlos Plaza fue un escritor y filósofo que radicaba en Reynosa. Decía que de niño fue “secuestrado” por una organización y conoció muchos libros prohibidos. En su edad adulta se dedicó a dar talleres de cultura organizacional para Pemex y terminó viviendo en una casita en Reynosa ya ciego, donde, gracias a las gestiones de Damián González y Víctor “Kuas”, pudo dar clases a los niños sobre “Filosofía con gadgets”. Ahí, en Reynosa (“ciudad bala”) enseñaba a la infancia juegos mentales, reflexionaba sobre la vida y preparaba el alma de, como les llamaba, “esos “líderes” a quienes escuchaba más que ver. Lo conocí solo una vez en una entrevista que le hice, pero fue suficiente para admirarlo. “Qué significa dar clases a niños en Reynosa”, le pregunté. Su respuesta fue un balde de agua de esperanza.

Yo me acuerdo de las películas del Oeste, cuando está el pianista tocando, y están las bailarinas y están los bebedores, pero en eso llegan los bravucones y empiezan los sillazos, los cuchillazos, pero el músico sigue tocando, hasta que le toque un porrazo, pero sigue tocando. Así me imagino yo en esta Reynosa con sus guerrillas urbanas, como ese pianista que sigue tocando.

Don Carlos Plaza falleció el año pasado.

Mi padre no era aún converso cuando se soltó un conflicto doctrinal en la iglesia pentecostal y a mi madre y mi hermano estaban por expulsarnos por no aceptar las prácticas y creencias neopentecostales. Mi padre me digo, antes de que fuera popular en Facebook, ese dicho de Voltaire: “Podré no estar de acuerdo contigo, pero defenderé a la muerte tu derecho por expresarlo”. Eso me marcó bastante.

Mi madre ha dado todo. Para ella el Evangelio es una forma de vida plena. Cuando, en otra iglesia —ésta ya presbiteriana— estuvo ante un pastorado autoritario, presentó frente junto con otros hermanos. La recuerdo en los momentos álgidos del conflicto leyendo el IV libro de la Institución de la Religión Cristiana de Calvino, y decir, “¡es que así debe ser un ministro, preocuparse por la Palabra y solo la Palabra!”. Mi madre es mi mejor interlocutora teológica y quien más me hace reflexionar sobre lo que creo saber y creo creer.

Desde luego hay muchos otros amigos y amigas a quien, sin duda pudiera mencionar. Pero mi admiración y respeto quiero hacerla patente, más bien, en la convivencia que tenemos.

  1. ¿Qué significó para ti estudiar otra disciplina y en qué medida ella complementa tu ministerio y viceversa?

Héctor: Significó ampliar conocimientos de nociones básicas, pero sobre todo, pienso que aquello que estudio me tiene resolviendo cuestiones importantes de mi vida. Complementa mi ministerio al brindarme, por ejemplo, conocimientos sobre las diferentes dinámicas en las relaciones de vida conyugal, de la parentalidad, de las diversas etapas del ciclo vital de la familia y del individuo. De igual manera, el ministerio puede incidir con sus aportes al enriquecimiento de la experiencia familiar, de pareja e individual, etcétera.

Raúl: Un contraste. Recuerdo lo animado que salía los jueves de la UAM-I tras discutir sobre el papel simbólico de la brujería entre los azande del Sudán y pensar en mi cabeza, si quizá, el mandamiento “no codiciarás”, sería una alusión a la común práctica de brujería en el pueblo de Israel, pues la brujería se da siempre por envidia. Estas y otras elucubraciones caían por tierra al llegar al Seminario y escuchar a un profesor menospreciar a los teólogos y diciendo que lo importante no es andar pensando y teorizando sino actuar, que puedes leer todos los “tomos de Bultmann” (sic) pero que si no oras con el hermano de rodillas no sirve de nada.

Al llegar a la iglesia presbiteriana siempre me pareció que los presbiterianos iban (y aun van) a un lugar de donde yo estaba huyendo.

Así, estudiar ambas carreras me llevó a notar el contraste entre el rigor de análisis y estudio con la pereza en pro de la buena voluntad. Pese a ello todo cambió cuando Eliseo Vílchez y su esposa Deniz Ramírez asumieron cargos de dirección en el Seminario. El cambio fue notable durante su gestión, mejoró la plantilla de maestros, mejoraron las clases. Desafortunadamente luego vino la cacería de brujas a razón de la Ordenación de Mujeres. Del Seminario apreció mucho su biblioteca, hay excelentes materiales, aunque rara vez se discutían en clase.

  1. ¿Qué opinas de la renovación eclesial y teológica? ¿Consideras viable una nueva reforma en la iglesia?

Héctor: Quizá una renovación no, pero sí una real puesta en práctica de sus principios fundamentales tanto de su gobierno como de su doctrina. Tendríamos, con toda probabilidad, una participación más activa y democrática de cada uno(a) de sus miembros en la construcción de una comunidad del reino propuesta por el evangelio, que fuese un modelo para la sociedad.

Raúl: Como dice el lema “Iglesia Reformada siempre reformándose” y eso no pasa por doblar las rodillas como los avivamientos pentecostales, ni por la creación de un aparato burocrático de resistencia como se hace en tenor presbiteriano. La Reforma de la iglesia es algo continuo, viene desde el hermano que deja de asistir a un templo sencillamente porque le dieron un mal servicio, porque no está de acuerdo con lo que se predica, viene con el joven cristiano que en Facebook muestra vivir su juventud con los excesos y aventuras que supone la juventud, viene con los que miran la cosas distintas. Mientras se siga creyendo que solo hay Reforma cuando las altas cúpulas se transforman, no se podrá ver que hoy por hoy la iglesia ya es muy distinta aunque de manera “oficial” no se reconozca. La disidencia es y seguirá siendo la tendencia, y desde esa disidencia e inconformes se está dando la Reforma.

  1. ¿Qué opinión te merece la doctrina del sacerdocio universal de los/as creyentes?

Héctor: Como ya mencioné en la respuesta a la pregunta anterior, tendríamos en cada una de nuestras comunidades de fe una participación más activa y democrática en la construcción del reino, donde hombres y mujeres, considerados agentes activos(as), tomarían parte en el desarrollo de su gobierno y práctica doctrinal. Se rompería con la habitual dicotomía de agente pasivo vs agente activo que tanto daña a los grupos humanos.

Raúl: Ha sido un caballito de batalla doctrinal a favor de la ordenación de mujeres y considero que ese uso ha sido correcto, pues muestra que la equidad de género no es ni meramente feminista ni una disparatada invención “posmoderna” o, peor “liberal”. Creo, no obstante, que llegará el momento de descentrarse de esa doctrina y poder llegar más lejos. Hay temas ecológicos, sociales, de relaciones humanas que merecen una mirada teológica más allá del Sacerdocio Universal.

  1. Sobre las masculinidades, Raúl, ¿qué aporta su estudio al trabajo eclesial actual?

Héctor: Quiero suponer que mi experiencia pastoral en las diversas comunidades de fe en que he participado, y los estudios realizados en psicoterapia familiar y de pareja, me han capacitado para abordar ciertas problemáticas comunes  al acontecer diario en la familia mexicana en sus diversas modalidades. Podría armarse un ministerio a la familia, del matrimonio o relación conyugal, por ejemplo.

Raúl: Cuando pienso en masculinidades siempre pienso en Cumbres borrascosas, de Emily Brontë. Heathcliffe era todo un macho, se volvió un Big Man (Gran Hombre) al estilo polinesio, pues no llegó a dominar Cumbres Borrascosas y Granja de los Tordos por linaje sino por méritos y estrategias, por violencia y desplantes. Al final, cuando pudo haber culminado toda su venganza dice

¡La idea de dar el golpe no me detiene,

sino la molestia de levantar la mano!

A eso llega la dominación masculina, al final, termina siendo cansada y sin sentido. Las cúpulas eclesiales furibundas en su persecución contra la equidad de género terminarán cansándose, verán que cumplir sus objetivos de segregación y discriminación, son carentes de sentido, que no ganan nada en realidad.

Por su parte Hareton, es hijo de un heredero legítimo de las propiedades. Él era lo que hoy se conoce como “bully”, el típico niño violento, acosador y que, a su vez, sufre violencia. Era un “bruto”, no sabía leer ni escribir, estaba lejos de la civilidad. No obstante, al final de la novela se enamora de Cathy, quien en revancha por toda la agresión que vivió de parte de Heathcliffe y de la familia de Hareton, ¡le enseña a leer!. Así, la masculinidad “bruta” se ve transformada, evolutivamente, por la aparición del habla. El macho Hareton se vuelve en un hombre pleno cuando Cathy le enseña a expresar la palabra de un modo productivo. “En el principio era el Verbo”. Es necesario que el logos advenga a todo hombre/varón.

Las masculinidades deben reparar en la importancia del diálogo para poder establecer relaciones adecuadas dentro y fuera de la iglesia. A la iglesia le es necesario que sus hombres/varones aprenden a dialogar, no a imponer ni a amoldarse a normas que por más feministas que sean, son normas globales, generales. Necesitamos aprender a hablar de un modo productivo.

Y es que en esta época de monólogos y debates de oídos cerrados, el dialogar, y usar la palabra (logos) es un acto cristológico.

  1. ¿Cómo te visualizas en unos 10 años en el servicio eclesial?

Héctor: En este momento me hallo abriendo campo misionero en una unidad habitacional  muy próxima a mi vecindario. En el plan me hallo acompañado del colega nuestro George Reyes. Espero pronto concederle más tiempo al trabajo de hacer misión en dicha zona. En diez años quiero verme laborando pastoralmente en una comunidad cuyo fruto haya sido esfuerzo propio; claro, la obra no es mía sino de Aquel que nos envía. Pero también seguir en mis ocupaciones de diario por la mañana como es trabajar, si así lo permite el Señor, en el Instituto Marillac, donde se imparte la licenciatura en Enfermería y obstetricia, y donde hago labor administrativa. Además de hacer terapia familiar y de pareja en alguna que otra hora libre que tenga. Se antoja una actualización teológica en este momento, pero ya tendré tiempo para organizarme y poder hacerlo.

Raúl: Ahora se han puesto de moda las “Food Truck”, restaurantes ambulantes que con la mayor simplicidad y con un carácter trashumante dispensan alimentos a alegres comensales. Quisiera en 10 años estar en una “Church Truck”, una iglesia nómada, andante, que no busque ganar una clientela en un territorio y deba, entonces, de pelearse y crear burocracia para atenderla. Me imagino más que predicando domingo tras domingo en un mismo lugar, atendiendo diferentes “bomberazos” o necesidades. Tratar de evitar lo más posible la centralización de mi figura en torno a una comunidad, atendiendo más de cara a cara, o en círculos de estudio en diversos lugares. Algo de eso ya lo hago y descubrí que la Capellanía de la Comunidad Teológica va en ese sentido también. Pero quisiera, en 10 años, contar con más amplitud de alcance.

  1. ¿Tu familia te apoya en tus planes y proyectos eclesio-teológicos?

Héctor: Sí, “siempre y cuando se trate de formar una nueva comunidad de fe”, como me dice mi esposa. Hemos tenido experiencias agradables en las comunidades de fe donde he realizado trabajo pastoral, pero las fricciones han surgido desde los cuerpos eclesiásticos cuando ella no asiste con constancia a la iglesia. En algún momento ella me manifestó que ya no me acompañaría, pero que si se trataba de una nueva comunidad de fe, con gusto lo haría.

Raúl: Mi familia, como el amor de Dios, es incondicional. Mi esposa Laura Esther (Teté) fue quien me empujó para que pudiera terminar este ciclo y proceder a la ordenación pese a que su abuelo fue pastor y sabe lo difícil que es el ministerio. A mi hija Azul Ishtar le da gracia Dios, siempre se ríe cuando expresamos asombrados o asustados “¡Ay, Dios!”, ¡Oh, por Dios!”. Creo que con esos ojos alegres y esa risa infantil es como debemos relacionarnos con Dios.

Cuando salí con la loca idea de dejar la Vocacional (CECyT) y ponerme a estudiar la Biblia, mi padre, que aún no era converso, me dio todo su apoyo. Mi madre siempre oraba para que yo siguiera en el ministerio, mi hermano Mario y mi hermano Daniel siempre me han alentado a seguir.

  1. ¿Qué le dirías a aquellos jóvenes, hombres y mujeres, que dudan en estudiar teología? ¿Tienes un mensaje para ellos?

Héctor: Mi mensaje sería el que se dieran la oportunidad si hay cierta inclinación, vocación, y si hay, por supuesto, una voz interna que suena: “¿a quién enviaré, y quien irá por nosotros?”

Raúl: ¡Sí!, sean amables, tengan sentido del humor, consideren que la iglesia está para servir a la gente y no para que la gente se adapte a sus estatutos. Barth decía que “la teología no tiene llaves especiales para puertas especiales”, estudiar teología no es para transformar el mundo, es para cambiar la localidad. Ojalá abandonen las utopías misioneras de tocar cada corazón y cambiar cada realidad a una nueva realidad surgida en un Manual Doctrinal. Tengan aspiraciones más pequeñas, más terrenales.

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