La importancia de la Educación Bíblica y Teológica como antídoto contra los radicalismos

Marcial Dionisio Mora Castillo

En el meollo de todo este asunto se encuentra la actitud fundamentalista que pretende enseñorearse de cada pensamiento existente. Llevarle cautivo a una pretendida obediencia impuesta. A la adquisición de un punto de vista único, de una verdad monopolizada que no admite objeciones. Una sola concepción del mundo, de lo bueno, de lo sano, de lo puro, de lo sagrado. ¿Qué puede oponerse a ello? ¿Cómo puede una población “vacunarse” contra un virus hábilmente disfrazado de medicina?

Alrededor del mundo vivimos tiempos peligrosos. Estos se han caracterizado por el reverdecimiento de ideas (y acciones consecuentes a ellas) que atentan contra la noción de que todas y todos somos seres humanos creados iguales, con los mismos derechos.

Hemos sido testigos de como personajes que encarnan estas ideas han accedido al poder de forma legitimada por los sistemas democráticos. Han manejado discursos xenófobos, homófobos, racistas. Desde una pretendida supremacía, han usufructuado del poder que la religión ejerce sobre las conciencias de la manera más contraproducente. La que  lleva a justificar los medios que sean para alcanzar supuestos fines sagrados.

A consecuencia de esto, movimientos y grupos radicales se han envalentonado cada vez más, llegando a extremos inimaginados para estos tiempos, considerados como avanzados intelectual, espiritual y tecnológicamente.

Oscuras inquisiciones han vuelto a alimentar los fuegos de sus hogueras asesinas. Traen a nuestro recuerdo la advertencia evangélica de que algunas personas:   “… matarán pensando que así rinden servicio a Dios.”

En el meollo de todo este asunto se encuentra la actitud fundamentalista que pretende enseñorearse de cada pensamiento existente. Llevarle cautivo a una pretendida obediencia impuesta. A la adquisición de un punto de vista único, de una verdad monopolizada que no admite objeciones. Una sola concepción del mundo, de lo bueno, de lo sano, de lo puro, de lo sagrado.  

¿Qué puede oponerse a ello? ¿Cómo puede una población “vacunarse” contra un virus hábilmente disfrazado de medicina? 
Es en este punto donde pienso, se yergue la educación bíblica y teológica como una disciplina liberadora, fresca, capaz de actuar como profiláctica contra la manipulación de rebaño.

Tengo la percepción de que en la medida de que las personas avanzan en su conocimiento bíblico y teológico, los conocimientos adquiridos amplían sus perspectivas al punto de que coinciden en cosas más importantes que aquellas en que discrepan. Igualmente, este conocimiento capaz de ampliar las miras, produce la humildad indispensable para el diálogo respetuoso e inteligente, y por ende, productivo.

Un ejemplo específico  de ello puede ser el reconocimiento de la diversidad bíblica, de la concepción de la Biblia como semillero teológico a la que apunta el erudito dominicano Héctor Benjamín Olea Cordero. A grandes rasgos consiste en descubrir, en comprobar que la Biblia no presenta una única teología sino muchas que se desarrollan paralelamente, enfrentadas algunas veces, coexistentes y complementarias otras,  pero que se recogen desde un espíritu intelectualmente honesto y se presentan sin imponerse unas a otras.

Lo que ha fallado no ha sido la Biblia, sino el acercamiento que se ha tenido y su interpretación la que ha causado (y ha de ser juzgada por ello) separación, hostilidad, enfrentamiento, todo aquello que desde el mismo discurso religioso se consideraría, por otra parte como indeseable y jamás endosable a la Divinidad.
Por ello es necesario buscar incesantemente la forma de masificar el acceso a estos conocimientos vitales. La sana coexistencia y la convivencia humana productiva, pasan en gran medida por los insumos esenciales para el respeto y la tolerancia que la educación bíblica y teológica nos aportan a un amplio sector de esa humanidad.

Publicado en https://blog.ubl.ac.cr/

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