ARGENTINA
Por Sarah Babiker, Comunicar Igualdad.
El domingo Brasil decidirá si le da nuevamente un voto de confianza a Dilma Rousseff –candidata del Partido de los Trabajadores, que realizaría su segundo mandato y continuaría la línea política de dos gestiones de Lula Da Silva- o apoya a la ex ministra Mariana Silva, comprometida con los temas de ambiente y activa evangelista. Con ninguna de las dos hay posibilidades de que la agenda de género avance en relación a acceso al aborto y derechos para la comunidad GLTTB: ambas tienen compromisos políticos con los sectores conservadores.
El próximo 5 de octubre, como ya sucedió en las elecciones del 2010, dos mujeres compiten por la presidencia del país más grande de América Latina. Y a diferencia de hace cuatro años, cuando el social demócrata José Serra fue el principal rival de la candidata del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, esta vez es seguro que una mujer ocupará la residencia presidencial del Planalto. Será la actual presidenta Rousseff o la conocida ecologista Marina Silva, dos mujeres fuertes y carismáticas, con biografías tejidas en la lucha, la primera con un pasado de guerrillera contra la dictadura militar, la segunda reconocida activista por la preservación del ambiente.
Ambas candidatas se conocen hace mucho, destacándose antes en las gestiones de Lula Da Silva, cuando Silva fue ministra de Medio Ambiente y Rousseff Jefa de Gabinete tras ser Ministra de Minas y Energía.
Silva salió del gobierno de Lula, ante las contradicciones planteadas entre sus prioridades conservacionistas y un modelo de desarrollo económico que comprometía los recursos naturales del país. Tras su salida del PT, la ecologista se unió al Partido Verde, irrumpiendo con fuerza en las elecciones de 2010, abriendo una brecha entre los dos partidos más votados, PT y Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), aunque quedando en tercer lugar. Cuatro años después, al frente del Partido Socialista, tras la muerte en agosto de su compañero de fórmula, Eduardo Campos, en un accidente de avión, Silva tiene serias posibilidades de acceder a la presidencia aupada, en gran medida, por un sector de jóvenes desencantados atraídos por su discurso de la nueva política. Esto, junto al apoyo de los evangélicos, podría posicionarla por sobre Rousseff en una eventual segunda vuelta, según algunas encuestas.
“Las elecciones las va a ganar quien cambió el Brasil” dijo rotunda Dilma Rouseff, el pasado 16 de septiembre, en el último debate electoral. Convocadxs por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), ocho candidatos respondían a las preguntas de obispos y periodistas afines a los medios de comunicación católicos. Pero hay cosas que se resisten a ser cambiadas, como los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres o aquellos de la comunidad LGTB. Los anfitriones de este debate, que se celebra cada cuatro años en ocasión de las elecciones, algo tienen que ver.
No es sólo la jerarquía católica quien vigila el que algunas cosas nunca cambien, cada vez más numerosos y poderosos, los evangelistas han usado su presencia en el poder político y mediático para impedir cualquier avance en los derechos sexuales y reproductivos. “En los últimos años, las dos bancadas de parlamentarios que más crecieron fueron la de los ruralistas (propietarios de grandes extensiones de tierra), y los evangélicos” nos recuerda la experta en género y comunicación Rachel Moreno, quien se presenta para diputada federal para el Estado de Sao Paulo con el PT. La propia Silva es una conocida evangélica, que partió de posturas más cercanas a la católica Teología de la Liberación, para irse aproximando posteriormente a las Asambleas de Dios, de la que es misionera. Las contradicciones entre sus creencias religiosas, y los principios a priori más liberales del partido que lidera le han hecho dar pasos en falso en estas cuestiones, introduciendo el matrimonio homosexual en su programa para sacarlo poco tiempo después ante las presiones de sus compañeros de fe.
“Los evangélicos en Brasil avanzaron con la pérdida de las bases de la Iglesia Católica. No se puede afirmar que el problema sean sólo los evangélicos, la jerarquía cristiana y pentecostal de un modo general es conservadora, así como los espiritistas” explica la coordinadora del Proyecto Monitoreo de la CEDAW, de la Red Nacional Feminista de Salud, Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos, Telia Negrao.
En esta ocasión, el debate auspiciado por el CNBB versó sobre todo sobre corrupción, reforma política, modelo económico. Los temas denominados “polémicos” como aborto y matrimonio gay, fueron desplazados respecto a ocasiones anteriores, abordados solo por candidatxs sin opciones de alcanzar la presidencia. Parece que la fuerte oposición al aborto lo ha sacado de la agenda. “La gran discusión que se establece en esta elección se refiere a la economía (en avance o recesión, entregada a los banqueros o no, con o sin regulación del Banco Central), que es el tema repetido constantemente por los medios, desde el final de la Copa” recuerda Moreno.
En lo referente a los temas “polémicos” como el aborto y los derechos LGBT, la experiencia política de Rousseff, antes y durante la presente gestión, evidenció los límites a los que se deben plegar los candidatos para tener alguna chance de alcanzar el poder. Rousseff, quien inicialmente se había mostrado favorable a la despenalización del aborto, tuvo que comprometerse durante la campaña electoral del 2010 con los evangélicos a no cambiar la ley, que sólo contemplaba los supuestos de violación y riesgo de salud de la madre. “Los movimientos no esperaban este cambio, pero, ante el riesgo de su no elección, en función de la acusación de ‘asesina de niños’ por parte de la esposa de su principal rival José Serra, Mónica (que, descubrimos después, también se había practicado un aborto), y de las charlas de los evangélicos en las misas, el movimiento feminista lamentablemente se calló, no se manifestó” recuerda Moreno.
“En Brasil, así como en toda América Latina y el Caribe, el tema del aborto no está incluido en la agenda pública desde la perspectiva de los derechos, sino para establecer mayores obstáculos a todos los sectores de la sociedad en los períodos electorales, cuando se hacen los grandes acuerdos” señala Negrao, quien evoca cómo sólo durante el primer gobierno de Lula, cuando se elaboraron normas de humanización y atención a personas víctimas de violencia sexual y con el aborto iniciado, el aborto formó parte de la agenda pública, desapareciendo en la segunda legislatura del mandatario “fruto del crecimiento de la presencia ultraconservadora en el Congreso Nacional, que impidieron todo avance en el campo legal.” Así, concluye Negrao, las presiones obligaron a Dilma a comprometerse a no trascender el aborto legal previsto en el Código Penal de 1940.
“A pesar de esto –señala-, el Supremo Tribunal Federal creó un supuesto más, el de anencefalia. El año pasado la presidenta Dilma sancionó la Ley de Atención a las Víctimas de Abuso Sexual (…) que obligaba a todos los hospitales públicos a atender a mujeres en situación de violación (…) Incluso esta tímida posición está siendo enfrentada desde el Congreso, donde hay cerca de 30 posturas sobre el tema, todas contrarias a los derechos sexuales y reproductivos.”
Incluso la reconocida feminista Eleonora Menicucci, cuya entrada en el 2012 en el gobierno de Rousseff como Jefa de la Secretaría Especial de Políticas para las Mujeres fue bra3festejada por los movimientos de mujeres, “asumió, desde el primer día, como límite de su actuación, la línea roja trazada por Dilma. Ella es una excelente articuladora, y aunque públicamente no haya manifestado mucho su posición, construyó por dentro de los bastidores, un buen campo de opinión” señala Negrao, quien explica que el resultado de este esfuerzo fue la mencionada Ley de Atención a Víctimas de Abuso Sexual, ya mencionada, aprobada el 1 de agosto de 2013 y que, entre otras medidas de atención sanitaria y psicológica, contempla la dispensación de anticoncepción de emergencia (píldora del día después) y obliga a informar sobre la posibilidad de abortar legalmente a aquellas mujeres que declaran haber sido víctimas de violación.
Negrao recuerda, en contraste, lo ocurrido con el decreto 415/2014 que incluía el servicio de aborto legal en la cobertura del Sistema Público de Salud, y que fue anulado el 29 de mayo de este año, tras solo una semana de vigencia, “como resultado de la presión de los sectores conservadores (…) pero también debido a un error técnico de un sector del Ministerio de Salud que no se sabe si de manera deliberada o no” erró la partida presupuestaria. “Todo se juntó para convertirse en la vergüenza que supuso su retirada” sintetiza.
“Menicucci era amiga personal de Dilma, fue compañera de celda durante la dictadura militar” apunta Moreno. El contra ataque conservador fue duro. La “ley del concebido” – que proponía un salario mínimo para l@s hij@s concebid@s como resultado de una violación hasta que cumpliesen los 18 años, y que fue llamada irónicamente borsa-estrupo (ayuda a la violación) por parte de las feministas- y “la cura gay”, fueron los proyectos más visibles de los que se impulsaron durante la gestión de Dilma para combatir el derecho al aborto y atrincherarse en torno a la noción tradicional de familia.
“El movimiento feminista se movilizó en manifestaciones contra algunos proyectos de ley presentados por los parlamentarios evangélicos. Los medios de comunicación, como siempre, no dieron cobertura a las manifestaciones, silenciando estas cuestiones” comenta Moreno, que acusa a los medios de aplicar “invisibilidad selectiva” de los temas que no les interesa promover o discutir. Respecto a la ley de protección del concebido Negrao alerta: “Continúa tramitándose en el Congreso Nacional, progresando en las comisiones. Debemos estar preparadas, pues puede ser que al apagarse las luces este año, después de las elecciones, los malvados del Congreso cometan algunas maldades contra los derechos de las mujeres”.