CUBA
Ciego de Ávila
Llevo, junto a otros hermanos, más de diez años recibiendo a grupos de cristianos norteamericanos que vienen a esta Isla, más allá de restricciones reales y de suspicacias de ambas orillas, a mostrarnos, ante todo, su solidaridad y su amor con el pueblo cubano.
Por José Aurelio Paz
Congregaciones estadounidenses que decidieron, desde hace algún tiempo, burlar amorosamente el bloqueo y las absurdas políticas para hermanarse con las iglesias cubanas, no solo en un acompañamiento movido por las estrecheces de la caridad en sí misma, sino por el verdadero amor bíblico que se sobrepone a esa visión limosnera del poderoso dándole algo de lo que le sobra desvalido, sino gastando ellos mismos tiempo y dinero por venir a conocer una mítica islita en lo más intrínseco de sus debilidades y fortalezas.
Esos amigos han comprendido que la compasión de Dios es un fenómeno integrador mucho más profundo que el hecho de dar algo material, el cual ha de funcionar como vasos comunicantes. Estos hermanos no siempre han dado de lo que les sobra, sino han vivido la experiencia del compartir, en ese ágape enseñado por Jesús, el Dios hecho carne, si nos han traído jabones o sábanas, pero no se han llevado las maletas vacías. Se han regresado con un pedazo de nuestro optimismo y nuestra alegría, como madera para calentarse no solo en el aislamiento físico que imponen las gélidas geografías, sino ese frío más íntimo desatado, a veces, por las sociedades de consumo (tan perfectamente planificadas y diseñadas para que triunfe el YO sobre el nosotros), que olvidan las bolsas de los valores invisibles, esas donde las tasas de la creatividad y la espontaneidad se elevan por las carencias, si el frío espiritual, a veces, resulta mucho más feroz que las temperaturas invernales.
Por ello, en momento tan crucial no solo para la historia de Cuba y Estados Unidos al iniciar el restablecimiento de relaciones diplomáticas, no podemos olvidar a esa legión de amigos, que son más que ángeles, que una y otra vez, arriesgaron hasta su estricto sentido de la legalidad viajando por un tercer país para encontrarse con nosotros, a fin de demoler toda frontera étnica, racial o política, para darnos finalmente un abrazo y corroborar lo que Martí expresara de que los pueblos son las raíces de los gobiernos, de manera que mientras las políticas de ambos países eran, allá en lo alto, como esas piedras de amolar cuchillos que al más leve roce producen chispas, la gente, desde la sencillez de la fe, se abrazaban desde abajo, haciendo fotosíntesis del cariño y el respeto, rompiendo con la mímica de las sonrisas el divorcio de los idiomas, dejando un compromiso que los ha hecho regresar, una y otra vez, como hormiguitas con su terrón de azúcar a este hormiguero, de hormigas “locas”, pero laboriosas que somos, de donde han partido, luego de dejar su carga, con nuestras propias mieles.
Digo que en este nuevo capítulo que se abre para Cuba y los Estados Unidos, con ese sorpresivo discurso de ambos mandatarios, no pueda obviarse ni tergiversarse el papel de las iglesias evangélicas, como mismo se ha repetido erróneamente que la simple visita de Juan Pablo II a Cuba cambió el panorama de las relaciones Iglesia-Estado, cuando todos sabemos que también los evangélicos venían trabajando por ese propósito común, desde al año 1981, en que Fidel Castro se reuniera con un grupo de líderes de iglesias a diseñar cómo sería ese futuro que hoy es presente, de respeto mutuo y de unidad de todos los cubanos en la patria integradora, “con todos y para el bien de todos”.
Si bien, el papa Francisco, ha mediado en todo este importante proceso, no podemos olvidar las históricas caravanas de Pastores por la Paz asumiendo peligros de todo tipo por traer su carga, más que material de solidaridad y desobediencia con su gobierno, para demostrar que el bloqueo norteamericano es algo injusto y absurdo.
Tampoco el papel que jugó el Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), juntamente con el Consejo de Iglesias de los Estados Unidos y otras organizaciones y personas, en el retorno del niño Elián González, secuestrado en Miami por las políticas hostiles de un grupúsculo que allí, durante años, ha cebado fortuna fomentando la tragedia y la separación de ambas orillas. Ni el acompañamiento de los cristianos cubanos, incluso de otras religiones, a los familiares de los cinco cubanos que permanecieron bajo el grillete de largas condenas en suelo estadounidense, debido a procesos judiciales amañados por el odio y los intereses personales de una manada de lobos de la política.
Durante todos estos años, mientras nos hemos sentado a intercambiar criterios con nuestros hermanos de Estados Unidos, inauguramos el diálogo respetuoso a las diferencias que ahora se concreta en las esferas políticas; el afán de buscar puntos comunes en el sueño de otro mundo posible; en percatarnos que los pueblos no son solo sus gobiernos, sino también la gente simple que camina sus calles; en compartir de lo mucho y de lo poco en igualdad de condiciones y bajo el amparo de un mismo Dios; en aferrarnos al poder la oración, como el deseo infinito de los corazones, por restaurar el reino de la Creación que nos fuera entregado por mandato bíblico con amor, pero también con sentido de responsabilidad.
Creo que tanto los cubanos como los norteamericanos honestos vivimos hoy el Shalom de nuestras vidas, ese milagro de los panes y los peces, en que el cuerpo de Jesucristo representado en el pan que partimos, junto al vino, como anunciamiento de su retorno y compromiso de amarnos los unos a los otros sin diferendo alguno que pueda separarnos, nos une el espíritu restaurador de lo genuinamente humano que debe conducir no a un holocausto, sino a ese otro mundo posible.
José Martí dijo que “Es ley maravillosa de la naturaleza que solo esté completo el que da: y no se empieza a poseer la vida hasta que no vaciamos sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, la nuestra”, lo cual se complementa con la gracia de primera de Corintios 13, donde se reafirma que el amor “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” Y agregaría yo que todo lo puede.
FOTOS de José A. Paz:
1.- Miembros de la Iglesia de Plimouth Congregational, de Minnesota, quienes por más de 10 años vienen a Cuba, durante una celebración de la Cena en la Iglesia Bautista “Enmanuel” de Ciego de Ávila
2.- Muchos cristianos norteamericanos también dicen: “Cuba sí, bloqueo no!”
3.- Líderes de la Iglesia Northminster, de Monroe, Louisiana, durante la siembra de un árbol, representativo del profundo hermanamiento de su congregación con la de la Iglesia Bautista “Enmanuel”, en Ciego de Ávila