La Asociación Bautista Argentina renueva compromiso de servicio al cumplir 10 años de vida

 

ARGENTINA-

Buenos Aires-

A 10 años de la creación de la Asociación Bautista Argentina- ABA, se celebró un Culto de Acción de Gracias el sábado 22 de agosto, durante el cual renovaron el compromiso de servicio. Aquí, el documento leído:

Vivimos momentos profundamente críticos en nuestra patria.

Nos duele la degradación de las instituciones, la pérdida de confianza en los líderes, la clase dirigente, las personas, el futuro.

Nos duele la impunidad generalizada que asusta y que despierta todavía mayores inseguridades.

Hemos perdido nuestra capacidad de sorpresa, de escandalizarnos, de no reaccionar frente a la violación de los derechos humanos más elementales, frente a la mentira.

Duele y asusta la falta de reacción ética, la apatía, la negligencia.

Nos duele la pérdida de sentido y de propósito para el futuro y para el presente que parece apoderarse de tantos.

Nos duele el no cumplimiento de los compromisos que asumimos,   la ruptura permanente de lo que acordamos, generando la carencia de fidelidades y de compromisos estables.

Nos duele la gente, la pobreza, la violencia, el desempleo, la destrucción de los sueños, de las identidades, y la carencia de referentes éticos,  morales, creíbles y capaces al mismo tiempo.

Nos duele la pérdida de confianza en los procesos legales,  en la justicia.

Nos duelen los dobles mensajes, la falsedad con la cual se tiñe todo lo que parece argentino.

Nos duele la lentitud para los cambios, y la falta de sentido de urgencia para las modificaciones que necesitamos.

Nos duele nuestra Argentina que manifiesta una corrupción tan sistémica, la manera de ser tan generalizada en donde nadie parecerse hacerse cargo de nada.

Pero como cristianos, como parte del pueblo de Dios, queremos proponer a nuestros compatriotas y a nosotros mismos, seguir adelante basados en un sentimiento de esperanza y de compromiso.

Creemos que la manera más completa y real de mirar lo que nos pasa es la esperanza.  Sólo la esperanza abarca la realidad de lo que somos y la realidad de lo que podemos ser.

Toda interpretación de la realidad que se petrifique, que se congele en un diagnóstico, ya ha dejado de ser real.

Cuando perdemos la esperanza perdemos la razón del movimiento,  de la expectativa,  ya no hay nada que esperar,  nada que aguardar,  nada por lo cual luchar,  nada por la cual comprometernos.

Por eso deseamos celebrar un renovado compromiso de servicio.

Dice el Señor a los suyos:

“Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? y a no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea.

“Ustedes son la luz de este mundo.  Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse.

Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa.

Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.”

Mateo 5:13-16.

En las actuales circunstancias las palabras de Jesús nos comprometen a articular la fe en la vida cotidiana.

Deseamos vivir la pertinencia del Evangelio en la vida real. Procuraremos que nuestro accionar sea útil para la posmodernidad que vivimos,  a partir de los valores  eternos enseñados por Dios en la Biblia.

Nos comprometemos a estudiar y a procurar aplicar la Biblia a nuestras vidas difundiendo sus siempres vigentes enseñanzas para que ellas sirvan de guía a muchos otros.

Nos comprometemos a mostrar transparencia en nuestras acciones y a dar cuenta de nosotros. Desearíamos,  en tal sentido,  que nos requieran coherencia entre nuestra fe y nuestros actos.

Nos comprometemos a realizar el ejercicio de reconocer errores,  de asumirlos y el de procurar cambiarlos.

Nos comprometemos a aceptar integralmente el regalo de la vida nueva que Dios nos ofrece en Cristo, y a asumir todas las responsabilidades, las demandas, y los desafíos que esto implica para cada cristiano que pretenda ser protagonista del Evangelio.

Nos comprometemos a vivir la alegría de la vida en simultaneidad con sus propias angustias. Es decir, creemos que bajo ninguna circunstancia deseamos perder el tono de celebración y de afirmación de la vida que es lo más valioso que tenemos.

Nos comprometemos a elevar nuestra voz reclamando por la justicia y en defensa de los que sufren como lo hizo Jesús.

Sentimos que la apatía frente a la muerte y frente a la vida,  es un pecado contemporáneo horrendo que nos toca afrontar con todas las fuerzas.

Pero no deseamos sumarnos al tipo de queja que sólo resulta una demanda,  ni conformarnos creyendo que la catarsis que produce la queja libera de otros compromisos o agota todo lo que se puede hacer por cambiar.

Nos comprometemos a continuar aprendiendo a vivir y a valorar la vida,  la de cada persona,  la de toda persona,  como el regalo más valioso que Dios nos hace.

Nos comprometemos  a vivir el mandato de Cristo de amarnos unos a otros como El nos amó a nosotros.

Nos cuesta mucho amar a nuestros enemigos, resulta difícil devolver el mal con el bien,   bendecir y no maldecir, pero en realidad  sabemos que ese es el corazón de la ética del Evangelio y que vale la pena el esfuerzo. Intentaremos vivir a fondo este estilo de vida, sin disculparnos por su dificultad.

Nos comprometemos a ser una comunidad de reconciliación,  de vínculo, de paz, que levante puentes entre las personas y nutra las relaciones interpersonales.

Especial cuidado queremos dedicar a las familias, las propias y las no propias,  porque la familia es un ámbito especialmente diseñado por Dios y usado por El mismo para referirse a su propio vínculo afectivo con su pueblo o al de Cristo con su iglesia.

Nos comprometemos a vivir una vida con propósito,  penetrante,  que bajo la guía de Jesús y con profunda humildad sea potenciadora y optimizadora,  lo que implica desafiar la chatura y la pérdida de trascendencia de la vida sin Dios,  corta de vista,  chica de alcance.

Nos comprometemos a trabajar para formar una comunidad que escuche,  que recoja los dolores de las personas,  que sea sensible a sus fracasos,  en definitiva,  desearíamos ser una familia contenedora,  restauradora,  nutritiva, una comunidad en continua transformación que sepa de su fragilidad,  de su vulnerabilidad, de sus limitaciones,  pero que también reconozca su potencialidad,   el cual le viene de Dios quien la levanta,  le conduce al crecimiento y al fortalecimiento.

Queremos asumir estos compromisos delante de Dios y de nuestros semejantes, para que los asumamos responsablemente

Al mismo tiempo suplicamos la ayuda de Dios, porque sino contáramos  con ella,  nuestra debilidad y nuestra insuficiencia harían imposible su concreción.

Nos anima,  con todo,  la promesa de Dios  que en su palabra dice:  “Aquel que comenzó  la buena obra en vosotros,  El mismo la perfeccionará”.  (Filipenses 1:   6)

 

 

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