GUATEMALA-
Las iglesias que integran la región centro y la Pastoral de la Mujer y Justicia de Género del Concejo Ecuménico Cristiano de Guatemala, manifiestan que este 8 de marzo se encuentran de luto, por el asesinato de la líder indígena hondureña Berta Cáceres, que por su lucha fue asesinada en vísperas de este día.
En un comunicado hecho público ayer, expresan:
Esta violencia que desgarra nuestra región latinoamericana, desangra también a nuestra Guatemala. En medio de esta realidad queremos saludar la lucha, la tenacidad y el aporte de las mujeres a la sociedad, pese a las múltiples limitaciones que enfrentan, especialmente en términos de violencia, desigualdad y exclusión.
Como representantes de distintas confesiones de fe, expresamos:
1. Que lamentablemente desde las iglesias y desde la religión se refuerzan patrones de exclusión de las mujeres, con desafortunadas y sesgadas interpretaciones teológicas sobre textos bíblicos, que favorecen roles de dominación que privilegian al hombre, trastocando la dimensión que la divinidad nos da a hombres y mujeres con una misma dignidad humana, iguales en derechos, obligaciones y oportunidades de desarrollo, en tanto que hombres y mujeres fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.
2. Reconocemos que la sociedad guatemalteca es machista, patriarcal y racista. Todavía en nuestros días vemos que las niñas y las mujeres son excluidas del sistema educativo, del derecho a la alimentación, a la salud, a la vivienda, al trabajo remunerado, del espacio público y otras muchas formas de desigualdad y exclusión, únicamente por su condición de mujer, perpetuando patrones de dependencia y subordinación, que limitan su autonomía.
3. Como mujeres y hombres, que creemos fehacientemente en Jesús, el Hijo de Dios que vino a reconstruir la sociedad, un Jesús inclusivo, que contó entre sus discípulos a mujeres valientes como María Magdalena (Mt. 27: 26-27, 28:7-9). Nos horrorizamos frente a la “normalización” de la violencia y las actitudes misóginas que denigran, inferiorizan y reducen a objeto de placer a las mujeres; causándoles dolor, y muerte, tal como lo reflejan las siguientes estadísticas:
a. 763 mujeres muertas en el 2015, que reporta el INACIF, muchos de los casos marcados por la saña, la crueldad y evidencias de violación sexual;
b. 54,795 denuncias por violencia presentadas al Ministerio Público;
c. 18 nacimientos o partos diarios en niñas entre 10 y 14 años, según el Sistema Nacional de Salud, pese a que la legislación guatemalteca considera que estos casos constituyen una violación sexual.
4. Afortunadamente vemos luces y signos esperanzadores en este sombrío panorama para las mujeres, con procesos empujados y protagonizados por mujeres valientes que luchan para sentar bases de igualdad y equidad para las futuras generaciones y para que hechos violentos del pasado no se repitan:
Saludamos el coraje de las mujeres de Sepur Zarco, sobrevivientes del conflicto armado, que lograron que el sistema de justicia, les resarciera con una reparación por los vejámenes, violencia, esclavitud sexual y doméstica que sufrieron en un destacamento militar.
Ya Jesús en sus tiempos, hace 2000 años reclamaba igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. En pleno siglo XXI la igualdad de acceso a oportunidades de desarrollo para hombres y mujeres es urgente y necesaria, pero también lo es la igualdad de derechos para participar en la gestión pública, por lo que nos unimos al reclamo de paridad y alternancia como parte de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos.
Los datos de participación actual de mujeres en espacios públicos en una Guatemala en el que más de la mitad de la población está constituida por mujeres lo reclama: De las 158 diputaciones, solamente 23 son ocupadas por mujeres, es decir el 14%; de las 338 alcaldías, solamente 9 son dirigidas por mujeres, lo que equivale al 0.26%.
5. Hacemos un llamado urgente a unir esfuerzos y empujar procesos desde todos los sectores sociales para detener la violencia, especialmente la que vulnera a niñas, niños, adolescentes y mujeres. Es inaplazable reconocer que mujeres y hombres tienen la misma calidad humana y ciudadana, por lo tanto el Estado debe asumir compromisos que mejoren sus condiciones de vida.
Las iglesias tenemos un rol importante que jugar para rescatar la dignidad humana de la población vulnerable a través de los valores del Evangelio y cómo estos nutren a las familias.
“Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años…” Marcos 5: 40-42 (RV1960)