Crónicas de vida después de Matthew

(Edel Rivero)

(Edel Rivero)

CUBA-

Por Edel Rivero- FUMEC-alc/ALC-

El silencio

Yosbel sabe de música y de sonidos. Una y otra vez mezcla y regula los niveles del sistema de audio de su iglesia en Imías. Sabe de ruidos y saturaciones, y de melodías afinadas. Sin embargo, la noche del
ciclón, Yosbel Velázquez escuchó el silencio.

En un momento difícil, supo que perdía su casa y muchas de sus pertenencias, mientras se mantenía evacuado en la iglesia bautista, donde opera los sonidos que alaban a su Dios. Él fue uno de los setenta pobladores de la comunidad, que mientras el paso de Matthew,
enmudeció por momentos, pensando en lo que perdía.
Un silencio. Algunos sobresaltos. En las tres horas que duró el embate madrugador, cuenta, que solo algún sonido de alabanza, le devolvía la fe.

Yosbel es el operador de audio, y no le gustan los silencios de los huracanes. Mira fijo a la capilla sin techo, anexa a su iglesia y continúa cargando unas cajas que apoyarán su recuperación.
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Alistar las voluntades

Con su guitarra en manos, Yendri Moreira sabe que puede cambiar el mundo. Lo supo ya, desde hace tiempo, cuando en su comunidad del Huajacal, en el municipio de Imías, una familia perdió en un incendio su casa y todos sus bienes.

“En ese momento no supe que hacer”, comenta, y el rostro se le ilumina como si mirara al fuego nuevamente.

Pasado el tiempo, Yendri reunió a sus amigos. Tomó su guitarra y recaudando los fondos comunes, creó un equipo de ayuda, para asistir en casos como aquellos, a los necesitados de su Huajacal querido. Hoy, después del paso de Matthew, el joven misionero volvió a alistar sus
acordes y también sus voluntades. Y repitió la formula.

Junto a las autoridades de su poblado de 695 personas, apoya la recuperación.

Cuando más de cuarenta y cinco casas de su comunidad se derrumbaron totalmente y la mayoría perdió sus techos por el huracán, al menos él encuentra su particular manera de acercarse a Dios. Ya sea cantando o guitarra en mano, como aquella noche junto a los evacuados de la
pequeña escuela Dimas Rodríguez Padilla. O almacenando la ayuda que ya comienza a llegar.

Solo 27 años y él lo sabe. Si quiere, puede marcar la diferencia. Eso, según dice, afianza su fe.

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