Audaz, firme, tozudo, la compleja personalidad de Pablo en el libro de los Hechos

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ARGENTINA-

Por Carlos Valle-

Se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte. Miguel de Unamuno

No existen tierras extrañas. Es el viajero el único que es extraño. Robert Louis Stevenson

Mientras Pablo y Silas estaban en Listra sucede el hecho, ya mencionado, de la circuncisión de un tal Timoteo, hijo de madre judía y padre griego, que Pablo busca justificar “por causa de los judíos que había en aquellos lugares” (16:3). Hecho que no se repite, pero que tiene una cierta inconsistencia con la mencionada postura asumida por Pablo frente a Pedro. Al mismo tiempo, Pablo no deja de asumir la responsabilidad de entregar “las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos”, las que son bien recibidas.

No incursionan en algunos lugares como Asia e Hitinia, porque aducen que el Espíritu Santo no se los permitió, aunque no se mencionan las razones de tal impedimento. Cuando llegan a Troas, Pablo dice tener una visión en la que un varón macedonio le rogaba: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (16:8). Las decisiones sobre viajes o su suspensión son mencionadas como disposiciones del Espíritu Santo. Un recurso difícil de corroborar, pero da mayor importancia a las acciones que se toman, y acentúan aun más la importancia de la acción de ese Espíritu, que sigue siendo el protagonista de este relato.

Es así, como resuelven entonces emprenden un largo viaje hasta llegar a Filipos, donde se quedan unos días. Dice el texto: “Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (16:10,13,17)) y se menciona aquí, por primera vez, al autor de Hechos como parte del relato, por lo menos de esta sección. Hasta ese momento, el redactor presentaba todo el texto en forma impersonal aunque más adelante pasará directamente a asumir una redacción personalizada.

Carpani Trabajador II

En un día de reposo, van a las afueras de la ciudad, junto al río en un lugar que solía estar dedicado a la oración. “Hablamos a las mujeres que se habían reunido” (16:13). Esta es la primera mención de un encuentro con un grupo de mujeres. Se puede pensar que ellas se reunían allí, porque solo les era permitido llegar hasta el atrio del templo. El impedimento ritual impuesto a las mujeres muestra la distancia que se había establecido que describe de manera concreta la consideración dada a las mujeres. Hay gestos concretos que podrían no considerarse una ruptura, pero insinuaban un incipiente quiebre. No obstante, si hay un cierto papel protagónico, éste le corresponde mayormente a mujeres fuera del mundo judío. En Hechos, se menciona junto a los apóstoles en aposento alto, la presencia de “las mujeres, y con María la madre de Jesús” (1:14), pero no se indica que ellas hubiesen tenido alguna tarea en la acción misionera o estuvieran allí ejerciendo alguna función específica.

La presencia de la madre de Jesús en ese círculo no pareciera tener un significado particular salvo la de su lazo familiar. Todo lo que se ha ido construyendo sobre el papel jugado por María no parece encontrar sostén en Hechos, que tampoco refleja las referencias mencionadas que se encuentran el evangelio de Lucas (Cap. I). Al mismo tiempo, es sabido que en la historia de la iglesia no siempre se produjo un avance que fuera quebrando las condiciones que limitaban la participación de la mujer. Se reflejaba en la iglesia lo que establecía la consideración propia de la mujer en la sociedad, de la que la religión no era ajena. Hoy todavía, las mujeres siguen reclamando por su dignidad en la sociedad y en el seno de varias iglesias que continúa siéndoles esquiva.

Entre las participantes de aquel encuentro de mujeres en las afueras de la ciudad, se menciona a una mujer llamada Lidia, que era de Tiatira, localidad del Asia Menor, que vendía telas de color púrpura, muy dispuesta a recibir la palabra de Pablo. Tal es así que no solo acepta ser bautizada sino que, además, les ruega que posen en su casa.

Una serie de curiosos hechos son mencionados mientras Pablo visita a Lidia. Se cruza con una muchacha que decía tener “espíritu de adivinación”, y que testificaba con mucha insistencia que “estos son siervos del Dios Altísimo”. Esto no fue del agrado de Pablo que instó a que el espíritu saliese de la muchacha. Los amos de la muchacha recibieron muy mal la noticia porque iban a perder muchas ganancias si ella no siguiera actuando. Por este motivo, deciden que lo mejor es apresar a Pablo y a Silas, y acusarlos de judíos alborotadores que enseñan costumbres “que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos” (16:21). Los magistrados ordenan azotarlos con varas. Después de lo cual, los ponen en la celda más segura y le fijan los pies al cepo. Como a medianoche, mientras Pablo y Silas cantaban himnos, sobreviene de repente un gran terremoto que sacude las bases de la cárcel, de manera que se abrieron todas las puertas y se soltaron las cadenas que los sujetaban. Cuando se despierta el carcelero, creyendo que los presos se han escapado, saca su espada para quitarse la vida.

Carpani Trabajador III

Pero, Pablo le hace saber que estaban todos allí, que no se hiciera ningún mal. Entonces, el carcelero se acerca a Pablo y Silas y les pregunta qué debería hacer para ser salvo. Ellos le dicen que creyera en el Señor Jesucristo y sería salvo. El carcelero les cura las heridas y se bautiza él “con todos los suyos”. Los lleva a su casa y les da de comer. Hasta aquí, la historia recuerda otro hecho ya relatado cuando se sacuden los cimientos de la cárcel en que estaba recluido el apóstol Pedro (Cap. 12).

Esta historia es muy similar. Ambas tienen un fuerte dejo de simbolismo que procura indicar que el mensaje, que traen tanto Pedro como Pablo, no tiene barreras que pudieran limitarlo; aunque, al mismo tiempo, las dos presentan resultados diferentes. En el caso de Pedro, es como la puerta abierta a un mundo no especificado al cual se va a dirigir. Esta será la última vez que se lo menciona, y sobre quien no se volverá a hablar en Hechos.

En el caso de Pablo y Silas, se pinta con otro tono al relato: la tranquilidad con que asumen verse libres sin abandonar la cárcel; el consuelo que brindan al desesperado carcelero, quien sorpresivamente requiere ser salvado; la mención de su conversión y la de su familia. Aquí, también se abre la puerta a un mundo distinto, pero en el que Pablo aparece como alguien que va a impulsar su ministerio asumiendo pleno protagonismo.

¿Por qué ahora apela Pablo a su ciudanía romana?

Lo que sigue a este relato lo confirma. Porque los magistrados envían a los alguaciles para que los liberen y el carcelero les invita marcharse en paz. Pero Pablo reclama, con fuertes argumentos, porque los han “azotado sin sentencia judicial” y porque, además, “siendo ciudadanos romanos”, no corresponde que los echen de esta manera de la cárcel. Por eso demanda que: “vengan ellos mismos a sacarnos”. Cuando los magistrados conocen que los encarcelados apelan a su ciudadanía romana tienen temor. Van a verlos y les ruegan que se dispongan a salir de la ciudad. Entonces, conformes con este pedido Pablo y Silas, se van a la casa de Lidia, y confortan a los hermanos.

 

CArpani Trabajador IVLa pregunta que corresponde hacer sobre esta historia es obvia ¿Por qué Pablo no mencionó su ciudadanía ni la de los otros, en cuanto fue apresado? ¿No habrá sido una experiencia demasiado dura haber sido “azotado mucho”? ¿Por qué hizo un planteo legal para su salida? ¿Qué es lo que lo movió, primero, para ocultar su carácter de romano y, luego, forzar la humillación de los magistrados? Si fueron encarcelados y azotados por ser predicadores ¿era necesario recurrir a la ciudadanía romana cuando ya estaban liberados? La conclusión podría ser que el reclamo era una mezcla de búsqueda de justicia con una buena pizca de humillación para los magistrados.

Esta es la primera vez que Pablo no apela a su condición de siervo de Dios sino de una ciudadanía romana que reclama para sí. Más adelante, el tribuno que los juzga confiesa que el compró muy cara su ciudadanía, a lo que Pablo responde:” Pero yo lo soy de nacimiento” (22:28). Salvo otra mención posterior (23:27) no sabemos nada más sobre el origen de su ciudadanía romana.

Mucho se ha discutido sobre la validez de esta afirmación. Entre quienes la defienden dicen que, de no ser romano, no hubiese sido trasladado a Roma después de su detención en Jerusalén. Quizás, se debe entender que aquí que con Pablo se está frente a una compleja personalidad que irá demostrando audacia, firmeza y, en ciertos casos, una tozuda postura, especialmente en todo lo relacionado con el tema de su autoridad.

Un ministerio con zozobras

En esta línea, se menciona lo que habría de suceder en Tesalónica (17). Allí Pablo va a la sinagoga y discute por tres días con ellos tratando de demostrar que Jesús es el Cristo anunciado por las Escrituras. Como siempre, se menciona que hay quienes aceptan con agrado lo que se les anuncia. En este caso, no solo se habla de judíos y griegos, sino “también mujeres nobles no pocas” (17:4).

Los judíos, que no estaban de acuerdo con lo que se estaba predicando, trataron de alborotar al pueblo y asaltaron la casa de Jasón, que se presupone es donde recibieron a Pablo y a Silas. Su reclamo era que “Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá” (17:6) y apelaban al hecho de que estaban contraviniendo decretos romanos. Finalmente, con una fianza, Jasón fue liberado junto con Pablo y Silas. Pero estos, para evitar mayores contratiempos, deciden salir de inmediato para Berea. Allí fueron bien recibidos, y muchos de ellos creyeron, entre los que había “mujeres griegas de distinción”.

Por segunda vez se hacen alusión a adhesiones de mujeres, y mujeres de cierto prestigio social. Ya, la mención del caso de Lidia, parece trazar un nuevo horizonte de relaciones en la sociedad de aquellos lugares. Indudablemente, estamos en otro contexto donde la cultura romana tenía un lugar más destacado, y la mujer parece poder ejercer una cierta independencia, aun cuando, en este caso, se trata de cierto tipo de mujeres con mayor aprecio en la sociedad.

Cuando los judíos de Tesalónica se enteran lo que está sucediendo en Berea buscan alborotar la ciudad añadiendo otra muestra más de intransigencia Los cristianos deciden que es mejor que Pablo vaya a Atenas, y que Silas y Timoteo- este último venía acompañando a Pablo desde Listra (16:2)- deberían seguirle más tarde.

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El difícil momento en Atenas

Al llegar Pablo a Atenas, y ver a la ciudad entregada a la idolatría, “su espíritu se enardecía”. De manera que se propone discutir en las sinagogas y con algunos filósofos de los estoicos y epicúreos que, con cierto desprecio, preguntaban: “¿Qué querrá decir este palabrero?”. Pensaban que hablaba de nuevos dioses, porque hablaba de Jesús y la resurrección.

El Libro de los Hechos menciona las predicaciones que atrajeron a las gentes, a la vez que menciona que la comunicación cristiana enfrentó un rechazo apasionado. Pablo decide entra en la controversia intelectual haciendo referencia a un altar dedicado  “Al Dios no conocido”, y quiere valerse del mismo para decirles que ese desconocido es, en realidad, uno conocido, porque tiene que ver con todos los seres humanos. Exalta la figura de Jesús y su resurrección. Al oír esto recibe cierto desplante y desprecio, mientras los circunstanciales oyentes comentan: “Ya te oiremos acerca de esto otra vez.” Esa “otra vez”, ¿cuándo se producirá? ¿Cuándo estarán dispuestos a escuchar? Preguntas que no tendrán respuesta porque aquí estamos en medio de un choque de visiones filosóficas y religiosas.

El texto ofrece la posibilidad de diversas lecturas. El escritor de Hechos quiere concluir este relato con un amable final: “más algunos creyeron”, y menciona por nombre a Dionisio “el areopagista” (uno de los jueces del Areópago) y una mujer llamada Dámaris.

Algunas cosas deben tenerse en cuenta, dado que esta es la primera controversia que trasciende el mundo de la teología que dominaba el pensamiento judío. Pablo, no se sabe si con cierta inocencia o audacia, cree que podrá convencerles de que, en el fondo, él puede ponerle nombre a ese dios desconocido al que han erigido un altar. Parece suponer que, sin más, aceptarían una interpretación racional sobre el tema hasta el punto de considerar la posibilidad de la resurrección. Pero, no cuadra su planteo en el pensamiento filosófico de epicúreos y estoicos. Se podría tratar de justificar la predicación de Pablo como bienintencionada. Pero, es más probable que el camino elegido no haya sido el más apropiado para un encuentro con un mundo que no estaba preparado ni dispuesto a aceptar un cambio tan drástico de su pensamiento.

Hechos trata de minimizar este encuentro en el Areópago, pero es cierto que las argumentaciones de Pablo no resultaron suficientes para que, al menos, quisieran cuestionar sus puntos de vista. El muy racional desarrollo de las explicaciones que propone Pablo no encuentran un punto de contacto con la audiencia. Una de las razones, podría ser que esa audiencia estaba dispuesta a las especulaciones, pero sus límites respondían a fuertes estructuras de pensamiento y cultura. Aquí parece caberle a este hecho ser considerado, como recuerda Wittgenstein: “La filosofía (la teología) es una batalla contra el embrujamiento de nuestra inteligencia por medio del lenguaje.”

Misión en tierras extrañas

Cuando Pablo sale de Atenas se va a Corinto (18). Allí se relaciona con un judío llamado Aquila y su mujer Priscila, que habían llegado allí cuando Claudio había hecho salir a todos los judíos de Roma.

Ambos deciden trabajar juntos porque tenían el mismo oficio, hacer tiendas de campaña. Esta es la primera vez que se indica cual era la preparación de Pablo para las tareas manuales que asumió. “Estas manos han sido útiles” (20:34) afirma, lo que también menciona en sus cartas, por ejemplo: 1Tes. 2:9; 2 Tes.3:8,9; 1Tes. 3:8. No se dice porqué Pablo decidió trabajar junto con Aquila. En ninguna parte se indica cómo se sostenían los discípulos en sus peregrinajes, el costo de los viajes, la comida, el alojamiento. Sabemos que los grupos locales ponían sus recursos para el sostenimiento de la comunidad.

Pablo y Bernabé ya habían llevado una ofrenda de Macedonia a la asamblea de Jerusalén que, se puede inferir, se utilizaba como parte del sostén del trabajo de la comunidad. De todas maneras, se podría pensar que, después de la experiencia sin buenos resultados en Atenas, Pablo necesitaba recomponer la forma en que estaba llevando a cabo su ministerio. Una personalidad como la de Pablo debería sufrir muy fuerte el impacto de un rechazo de este tipo. Aún, cuando Hechos siempre trata de minimizar los difíciles momentos adversos que debieron afrontar los predicadores, insiste en indicar que, en general, la gente aceptaba de buena manera lo que se les comunicaba.

En Corinto, no solo aparece como artesano sino también continúa con sus discusiones en la sinagoga. Cuando llegan Silas y Timoteo, la discusión con los judíos había llegado a un punto álgido. Pablo les recrimina con fuertes palabras, porque ellos serán responsables por lo que les pase, y él se irá a predicar a los gentiles (18:6). En medio de esta situación, curiosamente, “el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa” a los que se añadieron muchos de los corintios.

Nuevamente, Hechos busca balancear la situación añadiendo que Pablo entendió que Dios le decía que no tuviera miedo ni se callara. Es así que Pablo se queda en Corinto por un año y medio “enseñándoles la palabra de Dios” (18:11).

Mientras tanto, los judíos no se quedaron quietos. Deciden llevar a Pablo al tribunal, mientras Galión era procónsul de Acaya. La acusación se centraba en el hecho de que Pablo “persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.” (18:13). Galión detiene la disputa indicando que si son cuestiones de palabras, de nombres y de las leyes judías, él no quiere ser juez de estas cosas, y los echa del tribunal. Quienes reaccionan ahora son los griegos que toman a Sóstenes, principal de la sinagoga, y le golpean delante del tribunal. En este caso, tampoco Galión quiso intervenir. Estas rencillas son recurrentes en esta historia y no siempre terminan de buena manera.

Recurrir a actos de violencia siempre acompaña a aquellos intentos desestabilizantes que quieren imponer su punto de vista. La distancia que las autoridades romanas quieren establecer con los cristianos y los judíos se debe a que, para ellos, se trata de controversias que no les conciernen ni les interesan. No obstante su intervención procura evitar que estas rencillas afecten la tranquilidad de la gente. En este contexto es de notar que, la situación que viven los judíos bajo el dominio del Imperio romano no parece tener algún lugar en la comprensión de lo que está sucediendo, por lo menos para el autor de Hechos, que circunscribe todo a una controversia sin trascendencia más allá de un conflicto entre judíos y cristianos.

Los votos personales y la tradición

Por razones que no se especifican, Pablo, después de un cierto tiempo, decide irse a Siria con Priscila y Aquila. En Cencrea se rapa la cabeza “porque había hecho un voto” (18:38). Las referencias a votos de purificación se remontan al libro de Números (6:1-5; 13-21), aunque no se pueda afirmar que Pablo busque referirse a esas purificaciones con su acción. Posteriormente, Pablo hará mención de cuatro hombres “que tienen obligación de cumplir voto” (21:23) Le ha indicado, a estos gentiles que han creído, que solo se abstengan de lo sacrificado a los ídolos y las otras obligaciones ya mencionados en la carta de los apóstoles.

Se ha argumentado que, el cumplimiento por parte de Pablo de algunos rituales judíos, nunca fueron considerados por él como medios de justificación ante Dios. Cuando escribe a los corintios insiste que se ha hecho “a los judíos como judío para ganar a los judíos” (I Cor. 9:20). Ellos están sujetos a la ley, pero él no. Es más, vivía como si estuviese sujeto a la ley cuando en realidad no lo estaba (Rom. 7:4-6, 2 Cor. 3:6-9, Gal. 3:24,25). Se podría interpretar que Pablo y otros cristianos, los que venían del judaísmo, seguían respetando y cumpliendo normas del AT simplemente como una costumbre cultural.

Por otra parte, resulta un débil argumento si se quisiera atribuir un carácter intrascendente a un rito ancestral de la fe judía enraizado en la comunidad. Hay, al menos, dos razones que parecen resultar más comprensibles. Una, la aceptación de la fe no necesariamente anula la tradición que la acompaña, sobre todo porque ella daba valor a la tradición milenaria que relacionaba el hecho de Jesús con el reinado davídico.

El creyente no pierde su carácter de ser humano imbuido de una herencia, que es parte de su propia formación y de la cultura de su pueblo. Lo que ha hecho el judío que asume la fe cristiana, es liberarse de la carga de elementos rituales que determinaban su ejercicio. Pablo, en ese sentido, al justificar su intención de ganar a los judíos necesitaba al mismo tiempo reconocer que su propia raíz que era de si mismo.

La segunda razón, es menos evidente. La carta de los apóstoles, como resultado de la asamblea de Jerusalén, deja a un lado el requisito de la circuncisión, pero establece que hay elementos tales cómo se vive la fe que no se pueden abandonar. Es esta carta que Pablo ha recibido y que presenta a las iglesias, y es la que, en buena medida, respeta (Hechos 16:4).

No se dice el motivo de su voto, ni se puede imaginar uno que se pueda vincularlo con sus últimas experiencias. De los sucesos de Atenas ya había pasado más de un año. En Corinto, los conflictos con los judíos no eran una novedad. Es posible que el autor de Hechos, supiese los motivos por los que Pablo había rapado su cabeza, pero se podría entender que no lo menciona porque no lo sabía, o tenía Pablo razones muy personales que no compartía.

¿De qué estaba enfermo Pablo?

Un camino para tratar de entender el motivo de su voto, podría ser explorar si tiene relación con la mención de una cierta enfermedad que le inquietaba.

Él habla de “un aguijón en la carne” (2Cor. 12:7-8) que parece que permanecía o se repetía, como una enfermedad recurrente, porque menciona que le había pedido tres veces a Dios que se la quitase. Es en la carta a los Gálatas que habla directamente de “una enfermedad del cuerpo”, que era incuestionable cuando les anunció el evangelio, y que a ellos no les produjo rechazo, sino que lo aceptaron como si fuera un ángel de Dios (Gal. 4:13-14).

El tipo de enfermedad que lo aquejaba no es mencionado. Da a pensar, si era algo físico, que se advertía a simple vista o se trataba de una limitación que le restringía las posibilidades de relacionarse. Todo esto será parte de un misterio que llama a la especulación, reconociendo que no se cuenta con datos válidos que permitan develarlo. De todas maneras, es posible pensar que su referencia al aguijón en la carne bien podría tener relación con la enfermedad que menciona en Gálatas. Una cosa es cierta, Pablo pareció gozar, a pesar de todas sus dificultades, de una salud apreciable para poder desarrollar una tarea tan desgastante, y soportar el asedio y el maltrato del que fue objeto durante el desarrollo de su ministerio tal como lo narra Hechos.

Cuando llega a Éfeso, va a la sinagoga a discutir con los judíos, quienes le ruegan que se quede con ellos, pero Pablo da una llamativa respuesta “Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene” (18:21) que era nuevamente guardar las tradiciones en las que se había formado.

Es esta la única ocasión en que Hechos menciona que Pablo hubiese usado este argumento para no permanecer en un lugar. Enseguida lo encontramos yendo a Cesarea, para visitar la iglesia y, luego, dirigirse a Antioquía donde permanece un tiempo antes de emprender el llamado tercer viaje misionero. + (PE)

Capítulo VIII de El libro de los Hechos, una mirada desde la comunicación, de Carlos Valle, que se edita juntamente con Prensa Ecuménica

Imágenes: El Trabajador de Ricardo Carpani, artista argentino – 11 de febrero de 1930 -9 de septiembre de 1997. Su primera exhibición fue en 1957. En 1959 conformó el Grupo Espartaco. Comprometido con las causas sociales, enfoca temáticas como el desempleo, los trabajadores y los pobres y episodios nacionales. ​ Imágenes fuertes, sólidas y de cortes claros. Esa línea determina sus ilustraciones en la epopeya poética del Martín Fierro. Se exilia durante la dictadura cívica militar estableciéndose en Madrid. Regresa en 1984. Cercano a su muerte hizo un gran retrato del Che Guevara en la Plaza de la Cooperación en Rosario, Santa Fe, cerca del lugar donde nació el Che. 

Carlos Valle. Teólogo, con estudios en Alemania y Suiza. Pastor (j) de la Iglesia Metodista Argentina. Director del Departamento de Comunicaciones del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), Buenos Aires, 1975-1986. Presidente de Interfilm, 1981-1985. Secretario General de la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC), Londres, 1986-2001. Autor de los libros Fe en tiempos difíciles (982) Comunicación es evento (1988); Comunicación: modelo para armar (1990); Comunicación y Misión; En el laberinto de la globalización (2002) y Emancipación de la Religión (2017)

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