Liderazgos como posesiones en el libro de Los Hechos de los Apóstoles

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ARGENTINA-

Por Carlos Valle-

La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización directa del mundo de las cosas. Karl Marx

Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe, cuando su trabajo está hecho y su meta cumplida, ellos dirán: Lo hicimos nosotros. Lao Tzu, filósofo chino.

Pablo llega a Éfeso mientras Apolos estaba predicando en Corinto. Apolos bautizaba como lo había establecido Juan el Bautista. Esta es la primera mención de que hubiese quienes seguían predicando lo que Juan tenía como bandera: el bautismo como señal de arrepentimiento. Es solo en Hechos que sabemos algo de lo que pasó con el movimiento de Juan. Además de lo indicado en los Evangelios, sobre el encuentro de Juan con Jesús y los acontecimientos que llevaron a su muerte, nada se dice acerca de las repercusiones de su mensaje en la comunidad. Pablo constata que los discípulos de esa zona no conocían al Espíritu Santo, solo estaban al tanto del bautismo de Juan. Así, Pablo les explica la diferencia entre Juan y Jesús. Juan les había indicado que tenían que creer en aquel que habría de seguirle, a Jesús el Cristo (19:4)

En aquella época se hablaba de varios grupos que apelaban a la gente, desde el punto de vista religioso o político más allá de los tradicionales, pero solo el movimiento de Juan, por su fuerte reclamo de arrepentimiento y su expectativa sobre la figura de Jesús, es registrado en el Nuevo Testamento. Esta referencia en Hechos es un valioso testimonio sobre las repercusiones de la prédica de Juan, quien, en aquel momento, había llegado a contar con adherentes que permanecieron sosteniendo esa prédica.

Este grupo recibe de muy buena manera el anuncio sobre la posibilidad de recibir el Espíritu Santo. De este grupo, el mencionado Apolos, un judío proveniente de Alejandría -ciudad destacada por poseer la biblioteca más grande del mundo- es descripto como un genuino, ilustrado y fervoroso predicador que se limitaba a destacar lo enseñado por Juan. No se indica porque este creyente, que afirmaba que Jesús es Mesías, desconocía lo que, en buena medida, es un leitmotiv que domina buena parte del relato de Hechos: la unción del Espíritu Santo, que está presente en toda conversión o suceso destacado.

En el diálogo de Pablo con aquellos creyentes en Éfeso, que habían aceptado el bautismo del arrepentimiento de Juan, éstos se asombran de que les hablase del Espíritu Santo. Al saber que Juan se consideraba un predecesor de Jesús, aceptaron ser bautizados y recibir el Espíritu Santo. Curiosamente se indica que eran “unos doce” (19:7).

Por tres meses, Pablo se dedica a “hablar con denuedo” en la sinagoga, pero como ha sucedido en otras circunstancias, se manifestaron rechazos tales que hicieron que Pablo “se apartara de ellos” con sus discípulos y enseñara en la escuela de un tal Tiranno (19.9). La experiencia de Pablo de dirigirse a las sinagogas en sus diversos viajes no debe tomarse como si Pablo, que ha decidido predicar a los gentiles, ahora se vuelve de sus pasos.

Aquí lo que se muestra es la estrategia adoptada por Pablo para despertar a los judíos a la nueva realidad de Jesús. Él sabe que un lugar en el que reúne la gente, y que le puede permitir dirigirse a una audiencia, es la sinagoga. Con ello asume que se trata de una estrategia peligrosa, dado que han de ser variadas las reacciones que despertará con su prédica.

En aquel lugar se queda por dos años, y se mencionan muchas conversiones: “Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo”. También se menciona la presencia de quienes invocando el nombre de Jesús pretendían infructuosamente eliminar espíritus malos. Al mismo tiempo, se presentan “muchos de los que habían practicado la magia” que trajeron sus libros de mucho precio y los quemaron delante de todos. Hechos describe lo que parece ser la mejor experiencia de Pablo y los comentarios mencionados son más que elogiosos.

Pero, el incansable Pablo decide ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Grecia, para ir posteriormente a Roma. Los motivos que lo mueven en ambos casos no se explicitan. Podemos pensar que la mención de Jerusalén responde, a lo que ya había mencionado, que era necesario que “guarde en Jerusalén la fiesta que viene” (18:21) pero no se puede discernir un propósito para su viaje a Roma. De todas maneras envió a Timoteo y Erasto a Macedonia y él se quedó un tiempo en la provincia de Asia.

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Religión y economía

Las relaciones entre la religión y la economía siempre han estado presentes en la historia de la humanidad, con diferentes matices e intenciones. Lo que sucede en Éfeso es muy ilustrativo. Demetrios(19:21), un platero que hacía reproducciones de templos dedicados a la diosa Diana, estaba preocupado por la predicación de los “del camino”, la antigua denominación dada a los cristianos. Ve peligrar su próspero negocio y tiene la astucia de llamar a los obreros del mismo oficio alertándolos sobre los peligros de que “este negocio venga a desacreditarse” porque sería afectado el templo mismo de Diana.

El argumento religioso cubre el interés monetario que sostiene su negocio, y que, veladamente, induce a pensar a los obreros que peligra su trabajo. Demetrios sabe que el pueblo no se va a movilizar para defender su propio negocio, pero sí el trasfondo religioso que parece sostener a sus obreros, y los obreros puede que tomen la iniciativa de defender a Demetrios porque saben que se están defendiendo a ellos mismos. Eso es a lo que apunta Demetrios para preservar su negocio. Logra que el pueblo se llene de confusión y decida mantener retenidos a dos compañeros de Pablo. Frente a esta situación, los discípulos disuaden a Pablo para que se presente delante del pueblo.

La concurrencia “estaba confusa, y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.” (19:32) Una reacción típica a los estímulos emocionales que se tornan contagiosos, y que pueden terminar en tragedias. Los que manejaban el negocio habían encendido la mecha y se podían poner a un costado, porque el negocio no iba a verse perjudicado ni habría rastros de su participación.

El canciller o escribano judío, que con mucho esfuerzo logra calmar a la concurrencia, explica que Éfeso le pertenece a la diosa Diana y no cree que los discípulos que han llegado hasta allí, “sean sacrílegos, ni blasfemadores contra nuestra diosa” (19:37). Si hubiese un pleito se puede discutir en una legítima defensa. Llamativamente, esto pareció calmar los ánimos y la asamblea así concluyó.

El llamativo silencio de Hechos

Hechos presenta un relato que describe una muy clara situación de tensión entre las convicciones religiosas y el dinero. La promoción del levantamiento del pueblo tiene como protagonista al sector económico, que apela al resorte de los sentimientos religiosos, que se resuelve por la reafirmación de Éfeso como “la guardiana del templo de la gran diosa Diana y de la imagen venida de Júpiter.” (19:35). La gente se convence de que no han sido heridas las bases de la autoridad establecida religiosamente y da por finalizado el pleito. Hechos ha contado esta historia como un buen comunicador pero ha dejado sin saber qué ha pasado en la comunidad cristiana.

Cuesta creer que lo sucedido en Éfeso no haya repercutido en la vida de esos discípulos. Afirmar que la ciudad le pertenecía a Diana era una manera de decir que lo que anunciaban Pablo y su grupo no tenía trascendencia en la vida de ese pueblo. Resulta inevitable pensar que esta asamblea tan tumultuosa debió sacudir a los cristianos que Pablo venía a ministrar en esa parte de Asia.

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El silencio que produce el escritor de Hechos es llamativo dada su manifiesta intención de contar los hechos tal como ocurrieron. Se podrían elaborar muchas teorías al respecto, tales como que el silencio fue consensuado en la comunidad para evitar la persecución, o que sí se expresaron abiertamente y el redactor de Hechos creyó, por razones no explicitadas, mejor no incluirlo. Estas elucubraciones pueden tener visos de realidad, aunque quizás sea mejor simplemente destacar el silencio y lamentar que Pablo no dejara saber su opinión, cuando en otras ocasiones mostró audacia para enfrentar el rechazo o la crítica.

Lo único que se menciona es que Pablo, una vez cesado el alboroto, “exhortó” a los discípulos, se despidió y se dirigió a Macedonia, para pasar luego a Grecia. Allí, una vez más “siéndole puestas amenazas por los judíos” (20:3) regresa a Macedonia acompañado por un grupo de discípulos a quienes, esta vez, se menciona por nombre.

¿Quién cuenta la historia?

A partir de aquí, el relato es narrado en primera persona, sin especificar cuál es el integrante del grupo que la asume. Se encuentran en Troas por siete días. Antes de salir, Pablo comienza a dar un discurso que se alarga hasta la media noche. Rendido por el cansancio un joven llamado Eutico se duerme, con tan mala suerte que cae como de un tercer piso. Todos piensan que se ha muerto, pero Pablo les dice que se calmen porque está vivo. Va hasta donde está el joven y abrazándole insiste en pedir que no se alarmen porque está vivo. Dicho esto, vuelve a donde había estado predicando, y después de haber “partido el pan y comido”, siguió hablando hasta el alba, y luego partió.

Esta historia tiene dos menciones llamativas. Una, la incansable energía de Pablo para hablar por horas y horas. Tiene, además, un dejo de humor: indicar que interrumpe su charla por la caída del joven, y luego vuelve a continuarla sin dar señales de preocupación o de cansancio. En segundo lugar, no se puede menos que preguntar qué pasó realmente con el joven, si en realidad había muerto o no. Es probable que, Pablo al alzarlo se diera cuenta de que, seguramente se había dado un fuerte golpe, pero no se trataba de una caída fatal. Por otro lado, no se indica en ningún momento que se pensara que se hubiera operado un milagro.

De todas maneras, el texto da para una confusa interpretación. Al menos, se deja en claro que la capacidad de dar extensos discursos sin descanso no parece ser muy común en el caso de Pablo. Hechos, en general, comparte compendios de discursos de los que no sabemos su verdadera extensión. En la historia más reciente los recuerdos llevan a hacer comparaciones actuales con los largos y reiterados discursos de Fidel Castro, los que seguramente llevaban su propio contenido.

Pablo realiza un variado recorrido hasta llegar a Mileto. Se menciona que no quiso pasar por Éfeso, con el argumento de que para Pentecostés esperaba llegar a Jerusalén. Además, pide a los hermanos de Éfeso que envíen a los ancianos a Mileto. Si no hubiese pasado nada en Éfeso, no llamaría la atención este apuro por evitar pasar por allí y la solicitud de que los ancianos se encontraran con él en Mileto.

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Una despedida muy personal

Reunido con los ancianos, Pablo da un discurso cargado de sentimientos que él comunica con mucha claridad. En primer lugar, les indica que esa es su despedida porque ninguno de ellos “verá más mi rostro” (20:25). Hace una clara mención describiendo en qué consistió su ministerio. Destaca que, desde que inició su tarea entre ellos sirvió con “toda humildad, y con muchas lágrimas y pruebas” que le provocaron especialmente los judíos. Pero, les recuerda que él predicó tanto a los judíos como a los gentiles “el arrepentimiento para con Dios”. Su ministerio duró con ellos tres años, en los que no cesó de anunciar “la fe en nuestro Señor Jesucristo”. Durante ese tiempo dejó bien en claro que “ni plata ni oro ni vestido de nadie ha codiciado” (20:33). Por otra parte, quiere llamar la atención de que no es responsable “de la sangre de nadie” porque no ha dejado de predicar todo el plan de Dios.

Ahora, sin embargo, debe partir rumbo a Jerusalén. No sabe qué le espera, salvo que el Espíritu Santo le anuncia “prisiones y tribulaciones” 20:23), pero manifiesta no tener temor, solo espera poder acabar su carrera con gozo. Esta actitud desafiante frente a los acontecimientos que podrían acosarlo no parece hacer mella en su actitud y decisión. Es más, constituye un incentivo para llamar la atención a los ancianos porque les hace ver que les espera un gran desafío: continuar en la misión de ayudar a los más necesitados. Les advierte que, seguramente, cuando él se vaya aparecerán “lobos rapaces que no perdonarán al rebaño” (20:29), por eso los encomienda a Dios y a la palabra de su gracia, citando un dicho que atribuye a Jesús sobre el cual ya se ha hecho referencia.

La despedida es muy honda. Pablo se arrodilla y hace una oración. El llanto los aúna y con besos lo despiden hasta que embarca. Ellos permanecen muy preocupados porque Pablo les ha anticipado que no van a volver a verle.

El redactor de Hechos en este punto ha sabido compartir esta emotiva despedida plena de recuerdos gratos entremezclados, al mismo tiempo, con varios momentos muy dolorosos. Al mismo tiempo, hace mucho hincapié en la necesidad de estimular la consagración al ministerio. Pablo mismo percibe que le esperan duros días en Jerusalén. El aprecio que le manifiestan los ancianos que ha llamado de Éfeso es muy manifiesto.

La simpatía de un redactor

Esta despidida tiene una connotación muy particular. El redactor de esta historia refleja su fuerte apego a Pablo. Sabe cómo destacar las fuertes características de ese ministerio y de la propia persona del misionero. El redactor no oculta sus preferencias, y sabe remarcar los puntos que mejor describen la personalidad de ese movedizo viajero. Entre los varios acentos que se podrían señalar se destaca el fuerte liderazgo que Pablo ejerció en aquella comunidad y que, de cierta manera, está valorizado por los logros que produjo su mensaje, en un contexto en el que sufrió penurias por la resistencia activa que soportó durante el tiempo de su ministerio.

Por otro lado, es muy notorio que ese liderazgo se ejerció prácticamente sin que los logros y las penurias se recordaran como una experiencia que hubiese involucrado directamente a la comunidad. La descripción de los hechos gira alrededor de su propia experiencia personal, sin mención alguna de sus colaboradores, o del servicio que le proveyó la comunidad, al menos por parte de los ancianos. Su preocupación por los lobos rapaces que pueden acosar a la comunidad da a entender que no está muy seguro de cómo responderán cuando él no los acompañe. Es factible que aparezcan flancos débiles porque habrá quienes querrán aprovecharse de ellos.

La preocupación de los líderes fuertes que, por alguna razón, tienen que dejar su tarea generalmente, tienden a mostrar una cierta prevención hacia quienes pudieran reemplazarlos. Aun cuando hayan manifestado sus mejores intenciones por el futuro de sus reemplazantes, tienden a suponer que es de su exclusiva autoría los logros que se han obtenido.

Si bien Pablo manifestó un claro espíritu emprendedor, su ministerio había sido encomendado por la comunidad que es la que le envió a predicar el evangelio en lugares que le fueron asignados. No registra Hechos que Pablo haya expresado algún reconocimiento por la confianza que la comunidad tuvo para con él. Tan es así que, a partir de que la historia se centraliza en el ministerio de Pablo, tanto la iglesia de Jerusalén como la participación de los apóstoles, entran en un cono de sombra. El empuje de los primeros discípulos parece no tener ya más relevancia, salvo la mención de Jacobo en Jerusalén (21:18)

Ya se ha mencionado. que el evangelio de Lucas comienza por indicar que su propósito es hacer conocer la historia tal cual sucedió desde sus orígenes y escribirla por orden. Hechos empieza recordando que “en el primer tratado” habló de todas las cosas que Jesús “comenzó a hacer y enseñar”. Este segundo tratado se muestra como una explicación de todo lo que empezó a suceder cuando los discípulos recibieron el Espíritu Santo.

Es esta historia de la presencia y sostén de lo que llaman el Espíritu Santo la que acompaña todas las acciones en pos de hacer conocer el significado de lo que Dios ha hecho con Jesús, el Cristo. La presencia del Espíritu es una constante en el desarrollo de la historia, pero la historia misma está segmentada y, en muchos casos, trunca. No se sabe, o al menos no dice, qué ha pasado con Pedro una vez que fue liberado de la cárcel, se reunió con los creyentes y se despidió de ellos con rumbo desconocido. Nunca más se hace referencia ni a él ni a ninguno de los apóstoles.

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 El relato. La leyenda, la historia

La imaginería histórica y teológica dio vuelo a muchas interpretaciones sobre hechos que, sin sustento histórico real, o partir de controvertidas pruebas, proveyó de un cierto lugar a posturas que imprimieron una peculiar imagen de muchos de los primeros cristianos. Corresponde reconocer, en muchas de estas historias, la necesidad de valorar en forma especial los hechos llevados a cabo por los primeros cristianos. Al mismo tiempo, ellos no estaban exentos de depender de un proceso emparentado con la diseminación de una supuesta verdad, que se afianza en la repetición y, mayormente, si cuenta con el apoyo de quienes tienden a aceptarla sin más.

La imaginación acerca de hechos sobrenaturales parece propia de la época en que surgen los evangelios como se sustenta por largo tiempo. La fantasía sobre ciertos hechos se emparenta muy bien con el tema de los rumores, el que no necesariamente tiene orígenes denigratorios. Tiene, en muchos casos, el carácter de un supuesto que resulta interesante indagar pero que puede, eso sí, superar sus límites y empezar por sí solo a generar la condición para ser considerado un hecho real.

Se puede tener cierta duda sobre su veracidad, o aceptar ciertas incongruencias que podrían hacerlo menos creíble o más misterioso. Sin embargo, la repetición y el asentimiento por parte de figuras destacadas permite que vaya adquiriendo, tarde o temprano, la condición de hecho real. La historia de la iglesia cristiana, como mucha historia en general, muestra muy claros ejemplos de leyendas que, con tiempo, han llegado a ser consideradas como de validez histórica.

El cristianismo un movimiento en medio del conflicto

En toda esta situación dos cosas deben ser tenidas en cuenta. Por un lado, que la tensión sobre la predicación a judíos y gentiles, que se expresó en la primera asamblea de Jerusalén, se mantuvo a diversos niveles a lo largo de toda la historia de la iglesia primitiva. Es importante señalar que esa tensión no se minimiza y, mucho menos, en el caso de Pablo. La predicación del evangelio, desde sus comienzos, no fue una tarea exenta de peligros y rechazos.

La historia de las iglesias ha mostrado este tipo de tensiones y algunas de mayor trascendencia por razones más allá de tensiones entre judíos y gentiles. La multiplicación de denominaciones, en variados contextos políticos y sociales como geográficos, muchas veces se fue dando en forma conflictiva. Un proceso que no ha cesado hasta hoy, aunque mayormente la relación se ha ido tornando más diplomática aunque no excenta de resistencias y rechazos.

Por otro lado, una estructura de la iglesia primitiva, al menos en Hechos, nunca aparece delineada. Los apóstoles reclaman ser testigos del resucitado con quien comieron y bebieron, pero no apelan a una autoridad jerárquica que posteriormente la historia habrá de ir construyendo. Esa iglesia era básicamente un movimiento en desarrollo con un propósito muy específico: proclamar que Jesús era el Cristo. Las decisiones sobre la vida de la comunidad y la propagación de la fe parecen ser instrumentos de acción colectiva. Para ello había que diseminar el mensaje y así se dirigieron a distintas ciudades y pueblos.

Algunos de los discípulos eran ilustrados otros eran iletrados pero plenos de entusiasmo y coraje. Hechos refleja esta doble situación. En ciertos casos ha tomado una ruta más personal, como la historia que corresponde al ministerio de Pablo. Es evidente que los lazos que Pablo tenía con los apóstoles se fueron desdibujando, y él comienza a perfilarse como una figura no solo central sino muy independiente. Tal es el papel que adquiere en Hechos, que se acentúa por la trascendencia que adquirieron las varias cartas que dirigió a un número de iglesias.

No contando la Iglesia primitiva con una estructura definida, todo parece haber dado lugar para que Pablo asumiera su misión con las características de un franco tirador. Su impacto en la vida de la iglesia y, en buena medida a lo largo del tiempo, especialmente por el peso teológico de sus cartas, hizo que llegara a ser considerado como el más importante intérprete de la fe. Es muy difícil saber por qué Hechos se ha concentrado casi con exclusividad en la misión encarada por Pablo.

Es fácil elucubrar que la cercanía con ese ministerio por parte del escritor de Hechos, o a quien recurrió por información, lo haya llevado a restringir el desarrollo de su historia, o que lo vio como la mejor veta para escribir su trabajo. Cada escritor tiene sus predilecciones que, a la larga, se manifiestan en sus escritos, y merecen ser respetadas a pesar de que dejan en suspenso otros aspectos de esta compleja historia de la que lamentablemente no se no se puede conocer.

Capítulo VIII de El libro de los Hechos, una mirada desde la comunicación, de Carlos Valle, que se edita juntamente con Prensa Ecuménica

Ilustraciones. Memoria, Café Bar. Tango de Ricardo Carpani, artista argentino – 11 de febrero de 1930 -9 de septiembre de 1997. Su primera exhibición fue en 1957. En 1959 conformó el Grupo Espartaco.  Se exilia durante la dictadura cívica militar estableciéndose en Madrid. Regresa en 1984. Cercano a su muerte hizo un gran retrato del Che Guevara en la Plaza de la Cooperación en Rosario, Santa Fe, cerca del lugar donde nació el Che. 

El autor esTeólogo, con estudios en Alemania y Suiza. Pastor (j) de la Iglesia Metodista Argentina. Director del Departamento de Comunicaciones del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), Buenos Aires, 1975-1986. Presidente de Interfilm, 1981-1985. Secretario General de la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC), Londres, 1986-2001. Autor de los libros Fe en tiempos difíciles (982) Comunicación es evento (1988); Comunicación: modelo para armar (1990); Comunicación y Misión; En el laberinto de la globalización (2002) y Emancipación de la Religión (2017)

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