La mujer en la Reforma protestante y el sacerdocio de todos los creyentes

(Argula von Grumbach)

(Argula von Grumbach)

REPÚBLICA DOMINICANA-

Dra. Susana Sanchez-

Cuando se ve a la mujer desde el punto de vista sociológico surge una pregunta. ¿Quién es la mujer? Es evidente que la pregunta sorprende, pues en muchas interpretaciones de la narrativa bíblica de Génesis 2:22-23, la mujer no es considerada desde el punto de vista sociológico, sino que la infraestructura del carácter femenino se remite a una definición  hecha desde el punto de vista biológico. Esta prospectiva de ver a  la mujer, la reduce al papel de hembra, dedicada a la reproducción, al cuidado de  los hijos  y subordinación al varón. Sin embargo en la perspectiva del Creador, Eva no es creada en segundo lugar porque Adán estaba solo, sino como parte del plan diseñado por Dios en la creación. Por, lo tanto, ellos son iguales, diferentes y complementarios. Parte del diseño original.

A lo largo de la historia, la condición de las mujeres ha sido de sumisión y opresión. El siglo XVI no fue la excepción, continúa la historia de sumisión a valores y normas masculinas. Sin embargo, hubo varios destellos que pudieron provocar cambios en esta situación. Estos fueron pocos, pero significativos para la época: concientización con respecto a la idea que tenían de sí mismas, la revalorización de la mujer casada, mayor libertad para las mujeres cultas, como el caso de grandes escritoras, reformadoras religiosas y reinas.

Marie Dentière-monumento

Marie Dentière-monumento

La Reforma protestante no ayudó en la práctica a reivindicar el papel de sumisión que tenía la mujer, limitándola al marco doméstico sin poder acceder al marco eclesiástico en el reconocimiento de sus ministerios o la ordenación a los mismos. Pero sentó las bases de doctrinas tales como el sacerdocio universal de los creyentes y la soberanía de Dios. Mismas que dejan de lado la tradición patriarcal opositora del reconocimiento y ordenación de la mujer.

Así, también, hemos escuchado por años los nombres de Jan Hus, Lutero, Melanchton, Calvino, Farel, Zwinglio. Pero al lado de ellos debemos poner nombre como: Margarita de Navarra que desarrolló actividad política, reinas como, Juana de Albret, Marie Dentière, Argula von Grumbach, Catarina Von Bora, entre otras. Mujeres que se entregaron por completo a la obra reformadora.

Creo que es fundamental que en la búsqueda de la esencia de nuestra identidad como nuevas criaturas, hombres y mujeres, leamos a Pablo a partir de Jesús y no a Jesús a partir de Pablo recordando que los evangelios se redactan a excepción de Marcos, cronológicamente después de la redacción de los escritos paulinos.

Es fundamental ver los énfasis que proponen los evangelios a las iglesias que ya estaban funcionando. Jesús escandalizó a la sociedad de su tiempo rompiendo las barreras entre hombres y mujeres, entre judíos y gentiles, entre ricos y pobres. Habla con una mujer samaritana, alaba la actitud impropia de María como mujer judía, permitió que mujeres le siguieran en su ministerio itinerante, derramó su Espíritu a mujeres y hombres por igual en Pentecostés.

Creo que no hay en Jesús, ni en Pablo, ni en las escrituras un apoyo para hacer del cuerpo de Cristo hoy día, una iglesia mutilada, un cuerpo mutilado, en el que solo la mitad de la iglesia (los varones), participen activamente en los distintos ministerios, relegando al resto las mujeres al mutismo y la marginalidad.

Creo que la mujer tiene licencia y respaldo tanto espiritual como escritural para realizar aquel servicio para el que el Espíritu la capacite con los dones requeridos, sea éste la enseñanza, el servicio, la evangelización, el diaconado, el pastorado.

Creo que la iglesia debería volver a organizarse según los carismas y dones, dejando a un lado los caprichos de interpretación doctrinal. Pero Pablo  deja caer semillas de esperanza al manifestar la igualdad que disfrutamos como coherederos de una misma promesa (Gal.3:28).

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La autora es PHD en teología, Psicóloga Clínica, terapeuta familiar. En la actualidad es Presbítera de la Iglesia Evangélica Dominicana, de donde es pastora por 27 años.  En Presidenta Nacional de educación cristiana de su denominación.  Presidente y fundadora del Consejo Nacional de la Juventud cristiana de la República Dominicana.   Ha sido Gerente de Compromiso Cristiano de Visión Mundial República Dominicana. Es  Directora de la Escuela de Teología de la Universidad Nacional Evangélica y Catedrática. Licenciada en teología (UNEV). Maestría en divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico. Doctorado en teología (PHD) de la Universidad de Oxford Inglaterra, doctorado en ministerio, Master en Educación Mención Gestión Educativa, Capellanía.

Entre sus Obras se encuentran: “Quisqueya Cuenta su Historia y Celebra su Fe: Puerto Plata y Samaná cuna del Protestantismo Dominicano y Caribeño”, “La  “El buen Humor de Dios”, “Gozo en Medio de Prueba y el, La soledad en busca de compañía, Sufrimiento”, y la novela “La soledad en busca de Compañía”. Novela ha Muerto la violencia, libro de texto introducción a la ética cristiana y profesional;  pastoral de la paz y la ternura con la niñez y la adolescencia: Una teología de la niñez  de cara a los 500 años de la reforma. Entre otros escritos.

 

 

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