La reconciliación en Colombia pasa por el reconocimiento de la implicación en la violencia política de gran parte de la Iglesia católica

Abilio Peña (youtube)

Abilio Peña (youtube)

COLOMBIA-

La reconciliación en Colombia pasa necesariamente por el reconocimiento de la implicación en la violencia política de gran parte de la Iglesia católica y la petición de perdón a las víctimas. 

Abilio Peña Buendía es teólogo y miembro asociado de la comunidad franciscana Nuestra Señora de Lourdes de Rochester (Minnesota). Por  20 años trabajó en la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y trabaja  en DIPAZ, Diálogo Intereclesial por la Paz  en Colombia. Destacado defensor de los Derechos Humanos y de la solidaridad internacional Abilio es dirigente  del SICSAL o Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina. Entrevista realizada por Evaristo Villar para Utopía Digital.

El gran logro de la firma de Los Acuerdos Paz es que hay un cese bilateral y definitivo al fuego. 1000 Firmas por el Perdón junto con diversos miembros de La Comisión Intereclesial Justicia y Paz habéis organizado un acto público de petición de perdón, en la Plaza de los Mártires, por la implicación de la iglesia Católica en la violencia política en Colombia. ¿Cuál es tu valoración de este gesto?

El acto ha superado todas nuestras expectativas. Ha habido un acercamiento real y sincero a las víctimas que padecieron directamente el horror (indígenas, gaitanistas, partido liberal, partido comunista) desde los grupos paramilitares y las vicarías castrenses. Me impresionó, sobre todo, la presencia de Gloria Gaitán, hija de Jorge Eliezer Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948, dado que la ambientación de este crimen en gran medida partió de nuestra Iglesia católica. Este acercamiento ha sido duro y, aunque sincero, todavía no es suficiente ya que no ha habido petición de perdón por parte de la jerarquía representante de la institucionalidad.

Y la sociedad ¿cómo ha recibido este gesto? ¿Qué eco ha tenido en los medios?

Es difícil precisarlo tan de inmediato y más aún en una sociedad tan polarizada actualmente como la colombiana. No obstante, a mí me ha impresionado la acogida sincera y sentida de los y las representantes de las víctimas: lo han acogido como un gesto modesto, pero valiente y necesario en el difícil camino de la reconciliación. La reconciliación que deseamos pasa necesariamente por el reconocimiento de la equivocación de gran parte de la Iglesia católica. Y, por lo que estamos viendo, esta petición de perdón ha tenido eco entre los quince medios de comunicación más importantes del país.

Me gustó mucho encontrar presidiendo el acto a D Raúl Vera, obispo mexicano de Saltillo. Por el contrario, no vi a ningún miembro de la alta jerarquía colombiana. Me pregunto si es que 1000 Firmas por el Perdón no invitó a los obispos colombianos.

Bueno, D. Raúl Vera, además de persona muy solidaria con las víctimas, ha sustituido a D. Samuel Ruiz en la presidencia del SICSAL, al que pertenecemos muchos de nosotros y nosotras. Fue muy bonito cómo respondió él inmediatamente a nuestra invitación personal para acompañarnos en este acto.

Por otra parte, a los obispos colombianos iba dirigida principalmente nuestra carta de invitación al perdón. Invitamos directamente al arzobispo y cardenal de Bogotá, Rubén Salazar, a este acto que, contando con el acuerdo del párroco del Voto Nacional, el claretiano Darío Echevarry, habíamos decidido tener en esa basílica. Pero unos días antes de la celebración recibimos carta del cardenal excusando su asistencia por los muchos compromisos, que, en vísperas de la llegada del Papa, se le habían acumulado.

Pero ya son más difíciles de entender las justificaciones que señala el cardenal para decirnos que no podemos contar con su autorización. En primer lugar, se nos dice que no podemos tener la Eucaristía en el templo porque “está en restauración”. Quizás no le habían informado suficientemente bien, porque el templo cuenta con una nave con asientos para unas 400 personas y, además, resulta que dos días antes varios de nosotrxs habíamos asistido a un servicio religioso en ese mismo lugar. Conocíamos perfectamente todo el andamiaje que rodea el Voto Nacional y habíamos encontrado en esa reparación actual un buen símbolo del llamado que recibió en su tiempo San Francisco de Asís desde la Cruz de San Damián: “Francisco, ve y restaura mi Iglesia”.

Además, en la carta se nos dice que no nos autoriza a “pedir perdón en nombre de la Iglesia”. No pretendíamos hacerlo porque ni somos jerarquía ni representantes de la Iglesia oficial. Pero su negativa nos dejó bastante perplejos. ¡La Iglesia jerárquica pareciera no estar dispuesta a pedir públicamente perdón por su implicación en la violencia política! Creemos que los mensajes del papa Francisco en relación con el perdón, en su reciente visita a nuestro país, pueden ser un aliciente que los anime a dar ese paso tan importante para la reconciliación nacional.

Y cómo valoráis esa negativa? ¿A qué tienen miedo los obispos?
En última instancia, nuestra valoración es que fue mucho mejor celebrar el acto al aire libre, en la plaza pública, porque ha tenido mayor impacto. Luego, yo encuentro dos detalles que nos invitan a mirar con cierta esperanza al futuro.

El primer detalle aparece en la respuesta que nos dio el mismo cardenal: “ que no es ahora el momento, que esto exige que no se haga a la ligera, que necesita ser antes preparado”. Esto me permite imaginar que los obispos pueden estar pensando en algún momento para hacer una petición de perdón a su estilo. Nosotros, aunque nos hemos anticipado, tampoco lo hicimos a la ligera: la preparación nos ha llevado más de dos años en los que, entre otros detalles importantes, elaboramos un dossier que presenta los muchos casos de violencia de eclesiásticos a los que hemos tenido acceso. Este dossier ha sido editado en Berkeley el pasado año con el título “Casos de implicación de la Iglesia en la violencia en Colombia”.

Quiero ver un segundo detalle importante en la comunicación que hemos recibido del Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Óscar Urbina, a quien también invitamos al acto, en la que, además de expresar sus reparos a que nuestro gesto no fomente la comunión,…ha hecho una buena recepción de los mensajes del papa en relación con “Iglesia en salida”, con los pobres y el compromiso con la justicia. Este camino puede generar un escenario favorable a un pedido de perdón en el futuro.

Habéis logrado implicar a la prestigiosa Universidad Javeriana de Bogotá en este gesto del perdón, ¿cómo ha sido posible?

Desde el primer momento varios jesuitas hacen parte de las 1000 Firmas por el Perdón. Varios de ellos nos han acompañado en la petición de perdón en la Plaza de los Mártires. Y no solo el P. Javier Giraldo, uno de los impulsores de la carta, sino también el P. Francisco de Roux, antiguo provincial, que se hizo presente en el acto y ha hablado de la necesidad de un gesto así de nuestra iglesia, reconociendo los contextos en los que se dieron sus actuaciones. De otra parte el decano de la facultad de teología, con conocimiento del P. Rector, se unió, valorando que ya muchos de los profesores de la Facultad eran firmantes de la petición de perdón. La Universidad nos abrió las puertas y hasta nos pidió que figurara su logo de los 80 años de la facultad de teología en la carta, la convocatoria y los afiches.

Este acto ha sido muy importante porque, además del gesto público, necesitábamos decir también el por qué. Y conectarnos con realidades como las de España, Italia, Ecuador donde han existido situaciones similares como durante la Guerra Civil española, por poner un solo caso.

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Pasando a otro tema, ¿cuál es tu valoración de los recientemente firmados Acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla?

En el caso del diálogo del Gobierno y las FARC-EP están ahora en fase de implementación; en el caso del diálogo entre el Gobierno y la guerrilla ELN se está en un cese bilateral al fuego, justamente motivado por la visita del papa.

En relación con las FARC el gran logro es que hay un cese bilateral al fuego ya definitivo. Ya se concretó la dejación de las armas. Sin embargo los acuerdos, que tampoco tocaron cambio de estructuras, no se están cumpliendo.

Y el reparto de la tierra, ¿cómo va a quedar?

Tenemos la preocupación de que no hay recursos públicos para implementar la reforma más urgente que tiene que resolver Colombia en estos momentos. La concentración de la tierra está en manos de un 0.6%, casi el 70% de la tierra. Esa es la causa que generó el conflicto. No obstante, solo se firmó en los Acuerdos que 3 millones de hectáreas de tierra entraran a un fondo para ser redistribuido entre las personas sin tierra. Pero esto no responde ni siquiera a la extensión despojada por los paramilitares y empresarios que fue del orden de 6 millones de hectáreas. Y lo otro que se acordó es que 7 millones de hectáreas de tierra tienen que entrar a legalizarse. Pero en Colombia la legalización supone facilitar la compra de tierras a los empresarios extranjeros. El mismo presidente Santos ofreció 15 millones de hectáreas de la zona de la altillanura, recién iniciado su Gobierno, para hacer despensa de alimentos para la India y China. Sobre esta lógica se llegó a los Acuerdos. Es decir, legalizar lo ilegal para poder garantizar las inversiones sin interferencia de un actor armado como la guerrilla de las FARC.

¿Y cuál va a ser el futuro de los/as guerrilleros?

La firma de los acuerdos no ha traído la libertad para todos los guerrilleros que están en las cárceles y que tienen derecho a la amnistía o al indulto. No hay presupuesto para la implementación de acuerdos y se está apelando a la cooperación internacional para conseguir recursos para el tránsito a la vida civil en esta fase de reinserción. Tampoco se ha empezado a crear el desarrollo prometido en las zonas de transición, hoy llamadas zonas de formación y de reintegración, ni se han beneficiado en nada los miembros de las comunidades de las promesas que se le hicieron al principio.

Marcha por la paz en Colombia (justapaz)

Entonces, ¿qué se puede esperar? ¿Podrían volver las armas?

Nos preocupa mucho el incumplimiento de los Acuerdos, y también nos preocupa que los mandos intermedios de la guerrilla puedan ceder a la tentación de volver a las armas si no se resuelven los problemas de fondo. Nosotros estamos trabajando en torno a cómo se puede construir una formación en acción no violenta. Que lo que se acordó puedan exigirlo las personas que han dejado las armas por convicción, conquistándolo de manera no violenta y contundente. Hay un derecho a la rebelión reconocido internacionalmente. Pero creemos que este tiene que exigirse sin armas para no volver a la lógica que nos metería en un círculo interminable de violencia en el país.

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