Lani Anaya, en la turbulenta familia de cristianos

Lani Anaya

 

MÉXICO-

Nota de Simon Petite, Le Temps, supl. de Le Monde, 25 de diciembre de 2018

Versión: L. Cervantes-O.

Incluso en Navidad, los jóvenes teólogos procedentes de una docena de países que estudian en el Instituto Ecuménico de Bossey no están de acuerdo. La mexicana forma parte de esta clase.

Es una Navidad especial para los habitantes del Instituto Ecuménico de Bossey, un remanso de paz entre Nyon y Versoix. “Nos hemos convertido en una familia, pero, al mismo tiempo, existe la nostalgia de estar lejos de la familia, especialmente en este momento de esperanza”, dice la mexicana Lani Anaya. Los 28 estudiantes de teología que vagan entre dos patios en el parque con vista al lago de Ginebra provienen de Indonesia, China, Georgia, Canadá, Rumania, Egipto o Zambia. E incluso en Navidad, están lejos de estar de acuerdo: los ortodoxos, por ejemplo, la celebran en enero.

Alojado desde septiembre en Bossey, este pequeño mundo intercambia sus doctrinas y prácticas religiosas. Los debates tras los muros del castillo del siglo XVIII se pueden animar. Como el otro día, cuando el uso de un retroproyector en la pequeña capilla golpeó a algunos participantes. El abeto al lado del altar, por otro lado, parece llegar a un consenso.

“Mi momento favorito”

Los estudiantes comienzan su día con un ejercicio matutino de “teología práctica”, una oración colectiva. “Es mi momento favorito”, dice entusiasmada Lani Anaya. “A pesar de nuestras diferencias, todos oramos al mismo Dios”. Está bastante sorprendida de que el director de Bossey la haya recomendado para hablar con nosotros. Si el objetivo era romper los clichés, tuvo éxito. Con su largo cabello negro, Lani Anaya no parece una seminarista.

A diferencia de la mayoría de sus compañeros de clase, incluidas las muchas mujeres en este rebaño, ella no tiene la intención de convertirse en pastora, aunque aún podría hacerlo. La Iglesia Metodista Mexicana fue la primera en América Latina en tener una obispa, un anuncio profético.

Para esta decidida joven, la fe rima con compromiso social. Cada 25 de diciembre, solía cocinar con una amiga para las personas sin hogar en su vecindario en la Ciudad de México. A los 28 años, Anaya realizó ya varias misiones junto a las personas más desfavorecidas de su país, pero también en Brasil y en los barrios marginales de Nairobi, Kenya. Lo hizo por interés personal. Nunca habría podido ir a una misión sin los fondos que pudo obtener de los fieles; pues ella prefiere hablar sobre el financiamiento colectivo.

Una iglesia minoritaria

Anaya pertenece a la Iglesia Metodista, como su familia durante cinco generaciones. Pero sus padres, una maestra y un médico, le dejaron la opción. Fue bautizada a los 13 años. Después de las dudas de la adolescencia, volvió a la religión a través de un grupo de jóvenes.

En México, los metodistas son una minoría en comparación con los católicos. “Estos son dos mundos que se ignoran mutuamente”, dice Lani Anaya. A pesar de la visita del papa Francisco a Ginebra y Bossey en junio pasado, el Vaticano no forma parte del Consejo Mundial de Iglesias con 350 iglesias miembros que representan a 500 millones de cristianos, del cual depende el Instituto de Bossey.

Con migrantes

“Las iglesias pueden jugar un papel vital en la pacificación de México. Son respetadas y conocen mejor a las comunidades”, dice Anaya. Ella cita el proyecto de una comisión de reconciliación del nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador, que acaba de asumir el cargo.

Luego relata con emoción el trabajo de los fieles a favor de los migrantes centroamericanos: “Cerca de nuestra iglesia, hay un lugar donde logran saltar en trenes de carga a los Estados Unidos. Es peligroso, pero es la forma más rápida”, dice, sin juzgarlos. Antes de su viaje, los migrantes se alojaron en un refugio administrado por la iglesia y recibieron alimentos. Las mujeres toman anticonceptivos en caso de ser violadas, pero estos fármacos no son proporcionados por la Iglesia. “Sería demasiado complicado. Todavía hay tabúes”, admite. Anaya conserva el amargo recuerdo de un consejero de su iglesia que le dijo que eligiera entre sus estudios o iniciar una familia.

Eso no logró desalentarla. En 2016, Lani fue a Suecia para estudiar sobre la paz y los conflictos. Allí se acercó a la Iglesia Metodista Sueca, sorprendida de los pocos jóvenes que asisten. E, inevitablemente, encontró nuevas causas, esta vez con los refugiados afganos y sirios en espera de ser repatriados.

Ella vio cambiar a Suecia

Desde que llegó a Suecia, la mexicana ha visto un aumento de atención hacia estos temas. En 2015, el país nórdico había abierto sus puertas en gran medida durante la crisis de los refugiados. Ella notó que los grupos cristianos ahora se están posicionando en contra de la inmigración. “Después de alojar a tanta gente, el trabajo de integración puede haber sido insuficiente. No hay bien por un lado y mal por el otro”, concluye ecuménicamente. En las próximas semanas en Bossey, la estudiante analizará el caso sueco, entre hospitalidad y hostilidad, para un trabajo escrito sobre ética social.

¿Y tras el final de su estancia suiza? Le gustaría participar en procesos de paz o reconciliación, creyendo que las iglesias pueden jugar un papel positivo en esta área. Pero, concretamente, todavía no tiene claras las cosas. Los caminos del Señor son inescrutables.

Biografía

1990: Nace en la Ciudad de México.

2003: Bautismo y confirmación.

2014: Presidenta de una liga metodista de jóvenes.

2016: Estudios de paz y conflictos en la Universidad de Uppsala, Suecia.

Nota publicada en www.letemps.ch/monde/lani-anaya-turbulente-famille-chretiens?

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