Navegar ¿hacia dónde? Las iglesias evangélicas en el espacio público

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

ARGENTINA-

Hilario Wynarczyk, Para ALC Noticias-

Un panorama actual. Desde las décadas de 1980 y 1990, las iglesias evangélicas de América Latina manifiestan tendencias a jugar un rol en la arena pública e institucional. Muy particularmente sucede  en la Argentina, donde luego de un ciclo de dictadura militar, en 1983 comenzó otro de gobiernos democráticos, conducido el primero de ellos por el Presidente don Raúl Alfonsín, del partido Unión Cívica Radical. Para ser más precisos, debemos aclarar que en este momento nos referimos en particular a las iglesias que podemos considerar como el polo conservador literalista bíblico del universo evangélico, constituido sobre la fe en la inerrancia del texto sagrado (todo él fue inspirado), por contraste con el polo, demográficamente muy minoritario, de las iglesias histórico liberacionistas que habían simpatizado con el  Movimiento Ecuménico y la Teología de la Liberación, contextualizando su mensaje mayormente en términos sociopolíticos y de justicia, por contraste con la contextualización centrada en los individuos y las familias, en términos de salvación, sanidad y prosperidad. En éste que técnicamente he denominado conservador bíblico[1], a su vez predominan numéricamente los pentecostales y neopentecostales, cuya teología edificada sobre la fe en la continua y actual acción del Espíritu Santo es altamente dinámica, y a su modo, paradojalmente, flexible, sin separarse del  literalismo de la Biblia.

En este proceso a la hora de enfocar la acción en la esfera cívica de la sociedad percibimos una recontextualización del marco de acción colectiva de base religiosa. El deseo de la iglesias a las que nos referimos, pero básicamente el de sus dirigentes, de contar con un reconocimiento público de la sociedad y  las instituciones del Estado, impulsado hacia adelante por el crecimiento de sus expectativas al tener conciencia de que ha sido notable  el crecimiento de sus congregaciones (aunque en la actualidad pareciera haberse situado en una meseta del 10 al 13 % de la población), parece funcionar como una pulsión de un actor que siente que fue considerado marginal y hasta digno de menosprecio.

Y todo permite sostener la conjetura de  que este rasgo tiene su fundamento objetivo en el impacto de la discriminación que ha existido hacia los evangélicos como “sectas de Reagan” que lavaban el cerebro (una afirmación paradójica porque los datos muestran que los evangélicos, sobre todo pentecostales, suelen votar más al peronismo). También es dable sostener que este rasgo se debe al hecho de que la mayoría de los constituyentes de las iglesias a las que nos referimos, tienen su anclaje estructural en las clases medias inferiores y de trabajadores, comparativamente con escasa instrucción formal.

Esta tendencia a cobrar valor e influencia es coherente por otra parte con la idea de funcionar como “sal y luz de las naciones”. Así, el deseo de ser de “impacto en la sociedad”, central primero en un sentido conversionista,  gradualmente se ha manifestado en tendencias hacia la participación en la arena pública, ya sea en la protesta por la igualdad de cultos, entre 1999 y 2001, o posteriormente en la participación en la política, sin éxitos, y a continuación en la actualidad en las marchas contra la legalización del aborto, la Educación Sexual Integral (ESI)  y la igualdad de género implícita en las formas vigentes de la ESI. Todo esto simbolizado en la aglutinante denominación de “ideología de género”, constituiría una forma de marcha contracultural amenazante además para la libertad religiosa y de conciencia al quitarle a los padres el control de la educación de sus hijos en estas cuestiones, cediéndoselo al Estado.

 

Tal reconversión de lo que técnicamente en mis estudios he trabajado como un  “marco interpretativo de la acción colectiva”, a partir de la sociología estadounidense, o sencillamente un “encuadre de la acción colectiva”, torna posible reconvertir el capital demográfico y contextualizar la teología o más aún la lectura bíblica inerrantista (toda su palabra fue inspirada por DIOS), ahora en el ámbito de la sociedad y el Estado, colocando el foco en la defensa de la familia tradicional.

De este modo, hacer política ya no implica jugar con algo sucio sino usar una herramienta para convertir la sociedad. Un  rasgo central de este fenómeno es la marcha desde la ascesis radical de rechazo del mundo que implica el rechazo de la política, hacia el ejercicio de un rol cristiano en la política. Perspectiva que nos orienta hacia la distinción que el sociólogo peruano José Luis Pérez Guadalupe hace entre los conceptos de político evangélico y evangélico político.

Incógnitas. ¿Qué papel podrían jugar las iglesias evangélicas donde ha habido una dominante influencia de la Iglesia Católica? Ese es un problema que surge para la reflexión en el panorama de mutaciones expuesto. En el caso específico de la Argentina el Artículo 2 de la Constitución de la República define que el Estado sostiene el culto católico. Tal prerrogativa ha sido un punto de tensión entre los defensores del concepto de laicidad del Estado y quienes ellos enfocaban como partidarios y beneficiarios del clericalismo.

Complejizando los datos para su análisis, actualmente en la Argentina y en algunos países de América Latina las iglesias evangélicas tienden a moverse como líneas que corrían paralelas y por consiguiente separadas de la Iglesia Católica, pero ambas líneas encuentran hoy un punto de fuga donde se reúnen en torno a la agenda pro-vida y pro-familia, la oposición a la “ideología de género” con la ya mencionada insistente oposición a la ESI, Educación Sexual Integral, y las marchas con banderas celestes para influenciar en el Poder Legislativo a fin de que no sea aprobada la despenalización del aborto. No hay un fenómeno aquí que pudiéramos llamar de “clericalismo” en el sentido católico y tradicional del término, particularmente en la Argentina. Pero tal vez, a partir del impulso de re-construccionismo bíblico de la sociedad,  tendría sentido hablar de una tendencia a su re-sacralización, partiendo de la perspectiva según la cual la religión podría estar por encima del Estado. Algo por el estilo de la frase que decía: la Biblia está por encima de Washington.

Pero, hablemos de clericalismo o de re-construccionismo, en ambos casos se trata (lo diremos manejando con cierta libertad el término de Peter Berger), de manejar el dosel sagrado situado encima del edificio de la sociedad en todas sus manifestaciones, pero a su vez y en particular los evangélicos estarían moviéndose en dirección a ser ellos parte importante en el control del dosel sagrado. Y al reconstruccionismo evangélico podríamos referirnos como a un incipiente clericalismo evangélico, o quizás un proto-clericalismo evangélico.

En el propio mundo evangélico esta tendencia es disonante, sin embargo, con la tradición de las iglesias histórico liberacionistas, provenientes de la Reforma Protestante original y otras formaciones históricas como la metodista. Estas iglesias a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX en la Argentina, destacándose en tal sentido la Iglesia Bautista, abogaron por la separación de la religión y el Estado en temas como educación laica, cementerios públicos y matrimonio civil, dimensiones institucionales de predominante gravitación de la Iglesia Católica.

De todos modos un hecho central del que somos testigos es una metamorfosis de nuestras iglesias evangélicas mayoritarias, que pasan de ser un actor institucional y colectivo mayormente ausente de la arena pública como arena cívico-política, al papel de un actor decididamente presente.

En ese panorama es necesario tener claro también lo siguiente. La Iglesia Católica que hoy acepta y tal vez acude a la coparticipación de los evangélicos alrededor de la agenda pro-vida y pro-familia, cuenta con ellos como compañeros menores en un momento en que la Iglesia Católica por su vez enfrenta lo que algunos de sus líderes han llamado la tragedia del 11/9. Pero la Iglesia Católica en contraste con estas iglesias evangélicas, conserva un poderoso capital intelectual, recursos de lobby, vasos capilares en diversos ámbitos como por ejemplo el sindicalismo, y capacidad de contextualizar el discurso en el terreno de la política y la economía con el herramental semántico de la sociología, la ciencia política y el derecho, que no parece igual entre los evangélicos.

Siguiendo el curso de estas reflexiones, es válido también preguntarnos qué rol pueden llegar a jugar las iglesias evangélicas en contextos políticos donde podrían poner en acción su capacidad de crear simpatías electorales hacia gobiernos de derecha, al interior de públicos de sectores medio-inferiores y populares. En el caso de la Argentina, mi respuesta es que esto no puede funcionar porque el voto de los pentecostales responde mayormente a condiciones socioambientales y es, como ya lo hemos anticipado aquí, mayormente empático con el peronismo en su variedad de manifestaciones (decir peronismo es nombrar un caleidoscopio). El tema podría estar adquiriendo hoy un formato excéntrico en el caso del Brasil, que demanda un análisis específico.

Por otra parte,  mientras las dirigencias de las iglesias evangélicas ponen especial acento sobre temas de bioética, también cabe preguntarnos si depositan un énfasis pastoral y profético sobre la corrupción desde la política y los empresarios. O un énfasis sobre las amenazas a la institucionalidad republicana, asociadas con dicha corrupción y la pobreza, sobre todo en contextos en los que las fronteras entre lo público y lo privado se tornan históricamente laxas, un fenómeno que el sociólogo Christopher Claphman denomina neo-patrimonialismo, un estado de cosas que deviene estructural, con el transcurso del tiempo, y hasta natural. Como la lluvia o el viento.

Conclusiones. En cualquier variante, es claro en América Latina el interés de los líderes de las iglesias evangélicas por jugar un rol en la arena pública. Pero los caudales demográficos, los contextos nacionales, las formas de acción y las capacidades de los colectivos evangélicos no nos permiten trazar generalizaciones válidas sin análisis pormenorizados. Quizás una inferencia empírica válida, aún así, para todo el contexto de las naciones latinoamericanas es que las iglesias evangélicas, en un impulso de auto-transformación básicamente muy positivo,  tienden a  ejercer roles colaterales tanto en relación a partidos políticos y agencias gubernamentales como en relación a la Iglesia Católica.  Más allá surge un espacio incógnito sobre el cual reflexionar.

Nota: el presente artículo es una versión, resumida por su autor, de la exposición que presentó en el Simposio New Temples of Power? The Role of the Evangelical Churches in Latin America and Africa (Nuevos templos de poder? El rol de las iglesias evangélicas en América Latina y África), Berlín, Konrad Adenauer Stiftung (Fundación Konrad Adenauer), 5 y 6 de noviembre, 2018.


 

[1] El desarrollo de este artículo desde la perspectiva teórica,  y el empleo de varias expresiones de valor técnico (como marco interpretativo o ascesis radical, por ejemplo), se sustenta en dos libros del autor. Wynarczyk Hilario, 2009, Ciudadanos de dos mundos, el movimiento evangélico enla vida pública argentina, 1980-2001 (Buenos Aires, UNSAM Edita, Universidad Nacional de San Martín, 391 pp.) y Wynarczyk Hilario, 2010,  Sal y luz a las naciones. Evangélicos y política en la Argentina, 1980-2001 (Buenos Aires, Instituto Di Tella y Siglo XXI, 222 pp.). También en: Wynarczyk Hilario, 2018, “Argentina: ¿vino nuevo en odres viejos? Evangélicos y política”. En: Pérez Guadalupe José Luis & Grundberger Sebastian (eds.).  Evangélicos y poder en América Latina. Lima, Perú: Konrad Adenauer Stiftung – Instituto de Estudios Social Cristianos. Pp.: 107-140.

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *