Mujeres, dignidad y ministerios, miradas bíblico-teológicas

Sandra Villalobos Nájera, octubre de 2019 en Ciudad de México, sobre el libro de Leopoldo Cervantes Ortiz

MÉXICO-

Mujeres, dignidad y ministerios, miradas bíblico-teológicas. Leopoldo Cervantes-Ortiz, (México, CUPSA, 2019)

Sandra Villalobos Nájera, 30 de octubre de 2019, Librería Papiro 52, Ciudad de México.

Considero que se trata de un texto importante y necesario para la reflexión acerca de la participación de las mujeres dentro de las comunidades religiosas y en general de las iglesias. No es pues, aunque el propósito principal en esta serie de textos, si bien se concentra de manera primordial en los procesos ligados a la Iglesia Presbiteriana, un caso de excepción, sino desafortunadamente una desigualdad que cruza por muchas comunidades y muchas iglesias, y es justo por ello que esta serie de textos resultan necesarios para la reflexión.

El libro, entonces, es un conjunto de textos que el autor, como él mismo menciona, fueron producidos dentro de la coyuntura que en 2011 representó la realización del Concilio Teológico por parte de la Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México para discutir la ordenación de las mujeres a los ministerios.

Este conjunto de sermones, artículos, ensayos, ponencias y conferencias, nos va llevando a través de su organización a ser parte de la reflexión que el propio autor ha ido desarrollando como agente dentro de este mismo proceso.

Leopoldo Cervantes-Ortiz dice al inicio:

Como miembro de la misma [refiriéndose a la Iglesia Presbiteriana] durante toda mi vida, y habiendo experimentado (dentro de ella) una evolución espiritual y teológica que me llevó a tomar partido por una comprensión saludable de dichos ministerios desde 1992, aproximadamente, no creo que sea posible soslayar el hecho de que esta iglesia enfrenta ahora mismo una serie de desafíos, ante los cuales algunas respuestas han sido tímidas, tardías y en ciertas ocasiones, hasta muy lejanas a la realidad. Seguir limitando el acceso a las mujeres, aun cuando se sigue aceptando que cursen los mismos estudios que los hombres, es una de ellas.

Y frente a esta timidez tardía y lejana a la realidad, Leopoldo Cervantes-Ortiz decide, conocer acerca de los temas, dar seguimiento a los procesos y pronunciarse de manera directa y abierta, como cuando menciona que, las “las mujeres son imprescindibles, su aportación es invaluable para el proceso revolucionario de liberación de la Biblia misma”.

A través de sus 15 apartados el autor nos lleva a la revisión de los textos bíblicos y la recuperación reivindicativa de mujeres como Tamar, Rahab, Eva, Miriam, Rut y Betsabé; a la propuesta teórica de teólogas como Schüssler Fiorenza, Althaus-Reid, Susan Haskins o Elsa Tamez, por mencionar sólo cuatro de una larga lista de propuestas teóricas revisadas, pero también la revisión de sobre género desde perspectivas como la de Lagarde o Barbieri. Hace crítica de textos que enmarcan la profunda desigualdad a través del paternalismo y sexismo exacerbado de quién defiende su privilegio a costa de negar los derechos de otras.

Asume la invitación a tomar postura sobre el género e incluso cierra hablándonos de la masculinidad y el patriarcado, y la masculinidad teórica.

Es un libro que cuenta con un breviario de todo esto, y no digo breviario por decir que es pequeño, pues es un trabajo de profunda reflexión, sino porque la mención y puntualización de esta problemática en cada uno de estos niveles (teológico, eclesial, comunitario y personal) requiere de varios otros volúmenes, que espero Leopoldo tenga contemplados.

Hablar de la desigualdad en el reconocimiento de la participación y los ministerios de las mujeres, como lo dice el propio Leopoldo no es solo una cuestión de cambios normativos o institucionales, sino de profundos cambios en el orden de convivencia y en las estructuras que se han erigido como inamovibles y perpetuas, requiere del reconocimiento y reivindicación de las propias mujeres, pero también de los varones. Y comenta:

La parte masculina de la Iglesia debe asumir con humildad que ya no es posible esconder “debajo de la alfombra” las consecuencias negativas y hasta nefastas de la promoción de un sistema que ha mostrado sus debilidades y que, en estricto sentido, está agotado en su propósito de reflejar de la mejor manera los planes de Dios.

En su apartado “Dignidad, libertad e igualdad humanas según la Biblia: una iglesia más democrática e inclusiva”, dice: “Uno de los problemas que las iglesias han enfrentado es la articulación entre la participación de hombres y mujeres en igualdad de circunstancias. El sueño de una iglesia más democrática, esto es, de una comunidad en donde el servicio, la misión y el poder se ejerzan y practiquen de la manera más horizontal posible se ha cumplido parcialmente”. Hace la comparación de como en el ámbito sociopolítico la política de cuotas ha contribuido de alguna manera a lograr cierto equilibrio y como esto no se ha aplicado a las iglesias. Y atinadamente dice: “Lamentablemente, democracia no es sinónimo de inclusión y por eso la lucha no termina sino hasta que se alcanzan prácticas comunitarias justas y equitativas”.

Más adelante, en “Sabiduría y ética en las mujeres de la Biblia, dice: “La alteridad femenina en la Biblia resuena fuertemente en diversos textos y personajes, lo cual plantea la necesidad de un modelo hermenéutico que permita entenderla mejor y proponerla como un modelo que, evidentemente brota de las Escrituras, aunque en ocasiones haya mucha resistencia para aceptarla como tal”. Y nos lleva por Proverbios para decir:

…con base en que existe una confrontación de ámbitos: en uno, la mujer está un tanto limitada o confinada al “espacio hogareño”, un espacio supuestamente restringido de sabiduría para una aplicabilidad inmediata e intrascendente socialmente. Y por otro, la personificación femenina de la mujer se encuentra en la calle, es decir, en un espacio donde la sabiduría y la ética se ponen al servicio de las necesidades comunitarias. Se trata claramente de una voz urgente que busca “evangelizar” a quienes desconocen las bondades del temor de Dios.

Esto no sólo es, pues, una revisión de Proverbios, sino de las miradas acerca de los espacios y visiones acerca de las mujeres con las que aún en nuestro hoy convivimos de manera cotidiana, una que limita a esta aplicabilidad inmediata e intrascendencia social y la otra que ya no solo es una invitación a la participación pública, sino la urgencia de un derecho que debe ser ejercido. Lo que es reafirmado con la frase siguiente: “…las mujeres de Proverbios son, por supuesto, otras mujeres, pero también la humanidad con una proyección universal pues estamos ante un discurso con proyección”. El valor de la enseñanza en los labios femeninos despliega una proclamación definitoria desde un espacio tradicionalmente denegado y rechazado.

Más adelante, el autor hace una propuesta integradora: “Podría hablarse, entonces, de un ‘evangelio femenino’ y de su aplicabilidad total a la vida cotidiana en todas las esferas como una alternativa al ‘mundo masculino’, tan predispuesto a la violencia y el abuso del poder y la fuerza”. Por el contrario, la manera propia en que las mujeres entienden, viven y transmiten la fe requiere ser asimilada por la humanidad entera, pero ahora como un modelo, no como un contraejemplo. Las mujeres, depositarias de una sabiduría ancestral, pueden incorporarse plenamente a los espacios de decisión para forjar nuevas formas de convivencia.

En este mismo sentido, en “El mensaje de las mujeres o el seguimiento femenino de Jesús”, plantea: “Las mujeres no necesitan apologías ni insistir en que son igual de capaces que los hombres para ciertos trabajos aparentemente reservados a éstos. Lo que haremos aquí será una serie de observaciones sobre el significado de la presencia de las mujeres en el inicio canónico del Nuevo Testamento”.

En cuanto a la presencia reivindicativa, dice el autor: “Cada generación de cristianos y cristianas necesita, entonces, un acercamiento, paralelo y simultáneo, a las raíces de su fe, desde las diversas otredades que nos desafían a vivir la fe y la misión de una manera apelante y pertinente”.

El libro nos habla de la suma de las marginalidades de las mujeres (mujer, extranjera, pobre, viuda, sin hijos) en los textos y la necesidad de sobrevivir y ser visibilizadas; y con ello irremediablemente debemos preguntarnos también por esta misma interseccionalidad de marginalidades en el hoy de las mujeres, marginalidades a las que se suma de manera exacerbada la dura violencia desde todos los espacios. Por lo que la revisión bíblica que hace el autor, nos abre la puerta a la revisión contextual necesaria y pertinente para interpretar e interpretarnos.

La recuperación de la memoria de las mujeres que quedaron sin nombre (retomando a Schüssler Fiorenza) es una parte de la labor; pero otra, como él mismo lo dice, es leer esto a la luz de nuestro hoy. En la recuperación de las mujeres del texto, las del pasado y las también aquellas de las que hoy se omiten sus nombres detrás de argumento de servicio que nulifica el valor de las tareas. Tarea que no le corresponde sólo a las mujeres, sino también a los hombres y las instituciones que no han estado dispuestos a leer de otra forma sin sentir que se pierden los privilegios. Y para ello, nos da una pista un poco más adelante:

La Biblia es un verdadero aliado en esa revolución.

Las mujeres cristianas tienen entonces la obligación de rescatarse a sí mismas en las figuras bíblicas que las representan y las anticipan, en su lucha específica por instalar los valores del Reino de Dios en medio del ya largo conflicto entre el sexo dominante y el sexo dominado, el cual, según nos garantiza el Espíritu Santo, no prevalecerá.

Y yo agregaría a ello, no sólo las mujeres cristianas. Los hombres cristianos tienen la obligación de reconocer el valor de la otredad, de la presencia y el ministerio de las mujeres, pero también, de reconocer su papel en el mantenimiento de estructuras que lejos de este mismo mensaje, han buscado mantener a las mujeres en una posición de sumisión, y, transformarlos como parte de su labor.

Nos presenta la disidencia textual como una forma de interpelación para “no encerrar las potencialidades del texto bíblico dentro de esquemas preconcebidos que corren el riesgo de anquilosar su frescura e intensidad liberadora”. Y con ello nos invita a comprender que el texto no entiende de fronteras permanentes ni rígidas, sino que puede ser una fuente renovable de reflexión para nuevos entendimientos.

En la segunda parte, Leopoldo nos lleva por el proceso de ordenación y reconocimiento de los ministerios de las mujeres, la historia de Evangelina, Eva, Amparo, Karina y otras mujeres que lucharon por estar. Y duramente esto nos recuerda que en muchos casos el fruto obtenido, fue producto de una lucha personal y no estructural, situación que nos pide ser incisivos en los cuestionamientos y urgir la búsqueda de soluciones desde todos los espacios y a todos los niveles; pues evidencia que existe un desfase entre los procesos eclesiales de reconocimiento e inclusión de las mujeres en los diferentes ministerios y las luchas por los derechos de las mujeres.

Para ello nos propone trabajar en tres niveles: El informativo, formativo y estructural. Pienso que esto puede y debe ampliarse mucho más, pues dentro de cada uno de ellos se tiene una posibilidad enorme de construcción de un espacio eclesial y religioso diferente, de un espacio de conciencia, de conciencia crítica, vinculativa y articuladora.

Para terminar, comento que el libro cierra con “Las doce tesis de Xonacatlán”, pero yo quiero cerrar este comentario con un pequeño párrafo del autor:

Vaya que es grande la responsabilidad y la necesidad para abrir el diálogo que permita superar la barrera del género en la Iglesia. Ojalá tengamos como iglesia y como creyentes el valor suficiente para responder a este enorme desafío. Por ello, lo que hoy se requiere son verdaderos cambios estructurales en la Iglesia, que tengan que ver con la despatriarcalización de todos los ministerios, y no solamente administrativos ni burocráticos.

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