Emergencia Sanitaria(2° parte): Pensar el sentido ético-político del cuidado

ARGENTINA-

Por el Lic. Diego Ramos

                        “La existencia del Hombre es corporal y el análisis social y cultural del que es objeto, las imágenes que hablan sobre su espesor oculto, los valores que lo distinguen, nos hablan también de la persona y de las variaciones que su definición y sus modos de existencia tienen, en diferentes estructuras sociales” (David Le Breton, Antropología del Cuerpo y Modernidad, Año 2002, Bs As Nueva Visión)

Tener como ejes conceptuales, el ser críticos, creativos y cuidantes, hoy que la salud del cuerpo (personal y social) así lo amerita, fue la propuesta en esa primera invitación a “pensar” este contexto de Pandemia que todavía condiciona nuestra “vida normal”. Tales ejes se identifican plenamente con las características que esperamos ver, reconocer y ponderar en el ciudadano/a medio/a. Críticos, creativos y cuidantes en el ejercicio de nuestra ciudadanía. Críticos, creativos y cuidantes afanados en el fortalecimiento de nuestras instituciones. En definitiva y al decir del diputado nacional por nuestra provincia (Santiago del Estero), Dr. Ricardo D. Daives, en el marco de los Conversatorios Políticos que impulsara desde el principio mismo de su actividad parlamentaria y en cuyo seno se pusieran en discusión plural cuestiones como las aquí planteadas, “no podemos tener una sociedad democrática si no la construimos con sujetos democráticos”.

Profundizando las nociones señaladas, como es inevitables y saludable, se nos presentan interrogantes que aquí y por razones prácticas, intentaremos concentrar en aquel primer eje, entendiendo que la buena crítica es, siempre, autocrítica. Es decir, un ejercicio de conciencia sostenido en los valores de nuestra simbólica y en la red de subjetividades que nos dan sentido y a las que les reconocemos sentido. Esta dinámica de articulación entre “lo pensado” y las “prácticas” sociales e institucionales que finalmente ejerzamos, será la que nos defina como Comunidad.

¿Existió alguna vez, o existe hoy en el mundo y en los asuntos de la humanidad sobre la tierra, algo a lo que “la cultura”, no le haya impuesto, atribuido o dado un nombre? Los unicornios y las hadas son, al parecer, más reales que el tesoro perdido de saber cómo llamar o denominar a lo que, hoy y frente a la pandemia, acontece como un fenómeno social multifronte, ¿Qué sujeto, social, individual, moral, será el que se yerga como arquetipo de la “civilización”, después de este proceso global angustiante? ¿A qué nuevas seguridades se aferrará? ¿En qué lugar quedarán el pensamiento y la razón crítica, frente a las que surjan como “nuevas” seguridades? ¿Qué ciudadanía y qué Estado deberemos re pensar, en su modo relacional?

Bajo muchas experiencias angustiantes vividas (local y globalmente), podemos decir que estamos muy familiarizados con los “ciclos estallido”, de exasperación apasionada, incertidumbres y vacíos. En esta situación no hay nada totalmente nuevo, sin embargo, todo parece novedoso…

Relevamientos oficiales del MSN del año 2018, hicieron públicas cifras que, esperemos, no sean en esta Pandemia y en lo concerniente a nuestro país, ni por cerca replicadas: en Argentina, casi 32 mil personas por año, murieron por neumonía e influenza (virus de la gripe cuyas medidas de prevención son las mismas que para el COVID-19); sin embargo, es fácil observar diferencias sustanciales respecto de aquel momento: hoy la pandemia del miedo corre a mayor velocidad que la propia pandemia del COVID-19; el temor registra, en los cuerpos, más casos positivos que el propio virus.

Y no solo ello: la solidaridad del cuerpo social, también corrió a una velocidad sin precedentes y como si nunca antes, otras tantas situaciones emergentes, críticas y deshumanizantes hubiesen estado presentes entre nosotros. Entonces, ¿qué nombre le cabe y puede definir, certeramente, a este baño de Solidaridad?  ¿O acaso vivimos un espontaneísmo que garantizará a las sociedades (a manos de sus miembros), la cuota mínima de sensibilidad filantrópica que le permita a los Estados correrse de todo rol ético-político que los involucre? Si así fuera, los unicornios y las hadas serían más reales que el tesoro perdido (de los principios olvidados).

Hablamos de cuidarnos ¿hasta dónde abarca ese cuidado que nos debemos y hasta quiénes? ¿Qué sentido social-político-cultural del cuidado está en nosotros? Si reparamos bien, el cuidado es tan ancestral como el universo. ¿Cuál es el sentido ético que le otorgamos al “cuidado” (de cuidar, cuidarte, cuidarme y cuidarnos)? “el hombre moderno comenzó a comprender que había llegado a un mundo en que su mente y su tradición de pensamiento no eran capaces siquiera de plantear preguntas adecuadas y significativas, por no hablar de dar respuestas a sus propias perplejidades”, Anna Arendt-.

Sabemos por experiencia, que pensamiento y realidad son elementos concomitantes. La “realidad pandemia” podría estar opacando la luz del pensamiento sin significado alguno, llevándonos a repetir las viejas jerarquías de verdades despojadas de toda relevancia concreta. ¿Qué pensamientos o pistas, nos acercan o alejan del compromiso social?  “Toda vez que el pasado dejó de arrojar su luz sobre el futuro, la mente del hombre vaga en la oscuridad”, expresaba Toqueville.

¿Y si este presente constituyese el pasado del futuro? ¿Qué herencia dejaremos? ¿Qué nuevo sujeto estamos dispuestos a forjar? Anna Arendt, en su libro “Entre el pasado y el futuro” ubica al ser humano incierto-viviendo en esa brecha del tiempo situado entre el pasado y el futuro, pudiendo ser tal vez (en este tiempo) la región del espíritu o, más bien, el camino pavimentado por el pensamiento. Sin embargo, el problema consiste en que, al parecer, no estamos ni equipados ni preparados para esta “actividad” de pensar, de establecernos en la brecha entre el pasado y el futuro… Debemos declinar este parecer, alejándonos del pre-juicio, de la información chatarra, del excesivo puro cerco emocional en sus diferentes facetas y dimensiones. De un modo más específico, se trata de ejercicios de pensamiento y de una praxis política que, en sintonía, contribuyan al bienestar de la mayoría.   

Porque nos urge hoy, como un imperativo moral, pasar del paradigma de la conquista al paradigma del Cuidado, en su sentido ético-político. El primero es devastador; el segundo es orientador anticipado de todo comportamiento, para que sea libre, responsable y colectivo.

Le Bretón, en la obra ya citada nos dice que “en nuestras sociedades occidentales entonces, el cuerpo es el signo del individuo, el lugar de su diferencia, de su distinción” . . .  “es el lugar de la sesura, el recinto objetivo de la soberanía del ego”.

El aislamiento (decisión política acertada) no debe ser “la coartada perfecta” para una nueva colonización mental facilitada por el Miedo. Estamos en un río revuelto en medio de una guerra contra un enemigo invisible al que cada ciudadano/a, con responsabilidad ética y política, debe contribuir a visibilizar y exponer, con decisiones y acciones concretas en defensa de la materialidad de la vida.

Si queremos construir una herencia que garantice nuestro futuro, necesitamos rescatar esta actitud que, sin dudas, pulsa en cada uno de nosotros y nosotras como personas. Necesitamos una nueva idea de nosotros mismos. Una construcción que mire más allá de los tiempos de la cuarentena y la pandemia, es nuestro desafío ético-político a largo plazo, por una nueva ciudadanía.  

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