Manifiesto de Miqueas Joven sobre necropolíticas en Latinoamérica

Miqueas Joven realizó la semana pasada en forma virtual, el Encuentro Latinoamericano de Jóvenes Evangélicxs. De esta convocatoria surgió el Manifiesto que compartimos.

Hoy, en coherencia con el Dios de la vida, en el que creemos, manifestamos que se acabó el tiempo de callar el maltrato a las vidas de jóvenes, mujeres, y pueblos que son sometidos a vivir una vida indigna, una vida a medias, sin oportunidades y sin posibilidades. Violencia y muerte por ser mujer, por ser negro, por ser indígenas, una muerte que se salió de control y que con la pandemia del virus solo se pone en evidencia la catástrofe con la que vivimos respirándonos cerca todos los días, sin comida, sin salud, sin empleos, sin tierras, sin agua, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin hijos.

La violencia que ejercen los estados en contra de quienes son diferentes; en contra de quienes viven en los territorios que son el interés de un proyecto extranjero; en contra de quienes manifiestan sus voces para poder vivir una vida abundante, plena, sin el sufrimiento de la guerra, es un pecado terrible, imperdonable y que permanece desde que los invasores europeos con la misma muerte llegaron a este continente.

Es por eso que declaramos que las vidas negras importan, que las vidas de los jóvenes negros asesinados en todo el mundo y especialmente en los barrios bajos de América Latina son importantes en el Reino de Dios. La herejía del racismo afirma que Dios cometió un error en su creación, pero sabemos que el Espíritu que sopla como quiere y donde quiere y la misión que no solo se trata del alma sino también de todas las esferas de la vida humana, nos dirige y nos da coraje para La promoción de la justicia racial, seamos desobedientes en medio de la injusticia para continuar en la voluntad de Dios. Y es por eso que Miqueas Joven América Latina no callará ante tanta violencia en nuestro tiempo.

Reconocemos que nuestro silencio nos hace cómplices de la muerte de miles de personas, defensores de territorio, de la Tierra, hermanos y hermanas indígenas quienes con sus vidas nos hablan de la sangre de las y los agraviados. Te pedimos perdón, Dios, y oramos para que la Ruah nos de la fuerza para caminar, luchar, resistir e insurgir juntas y juntos con ellos.

Las mujeres de todas las edades constantemente están expuestas a la violencia de género, perpetrada de maneras sutiles y explícitas, y normalizada por una sociedad machista que encubre al violador/agresor y condena a la víctima.

Esta pandemia no ha detenido la violencia contra las mujeres, muchas de las cuales tienen que convivir con sus agresores debido al confinamiento. Los gobiernos y organizaciones civiles de nuestros países, registran el alarmante incremento de feminicidios, violaciones, llamadas de denuncia por violencias intra hogar; no obstante, también se sabe que esos datos no reflejan las violencias de quienes no pueden acceder a las líneas de emergencia y que intentan sobrevivir en el silencio o ante la indiferencia de la comunidad. Esto, aunado al acoso sexual callejero, intimidación y violencia sexual que viven las mujeres que salen a trabajar o a comprar víveres, por parte de vecinos, policías y militares. Esa otra pandemia llamada patriarcado, es la que hace tiempo urge combatir.

Si nuestra fe no nos permite ver con claridad este pecado en contra de la creación, que se refuerza desde nuestra manera de creer, es una fe que no tiene nada que ver con el Dios de la biblia y mucho menos con Jesús.

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