Ecoespiritualidades y extractivismo: encuentros, preguntas y prácticas peregrinas

Por Angie Carolina Torres Ruiz

Para este tercer día de encuentro nos invitaron a abordar unos ejes temáticos, y yo les propongo entrar a los temas con algunas reflexiones para sentipensar juntos.

Para comenzar, quisiera contarles una experiencia. Hace un tiempo, el equipo pastoral de un santuario importante de la iglesia católica, tuvo la idea de construir un monumento en memoria de las víctimas del conflicto armado. Para ayudar a la formulación del proyecto nos invitaron a un conjunto de profesionales.

En los ejercicios de diálogo y reconocimiento, logramos identificar rápidamente una restricción para la construcción del monumento: el santuario era vecino de una zona de protección ambiental y, por tanto, no era posible ingresar o extraer materiales que debían pasar obligatoriamente por esa zona. Esa era una restricción normativa insuperable. El buen propósito del proyecto: solidaridad y memoria, no debía superar esa restricción ambiental.

En este ejemplo, poco problemático, los límites son precisos.

El asunto se complicaría si se tratara de una corporación que quiere implantar un megaproyecto minero que afectará un territorio. El “buen propósito” del proyecto: crecimiento, desarrollo, progreso, insistirá en superar todas las restricciones y relativizar las consecuencias. Aquí, los límites dejan de ser precisos, sabemos que la balanza está inclinada a favor de los intereses corporativos y sé que poner estos dos ejemplos juntos parecerá una cosa ilógica para algunos, pues no tiene nada que ver el uno con el otro. — ¿En serio?

Pero volvamos a la historia del santuario. En los ejercicios de diálogo, no solo tuvimos la oportunidad de conocer el terreno del santuario, sino que también conocimos historias del lugar. Resulta que el santuario tiene su calendario oficial de celebraciones religiosas, pero también tiene unos calendarios paralelos producto de las prácticas de los peregrinos, y el equipo pastoral tiene unas responsabilidades oficiales y otras alternativas.

Por ejemplo, una vez por mes, las trabajadoras sexuales de la región visitan el santuario y su visita mensual ya hace parte de los calendarios paralelos. El equipo pastoral ha dispuesto un grupo de apoyo que ofrece espacios de escucha y que entrega información de los programas públicos de salud.

Otro ejemplo: Una parte del equipo pastoral tiene a su cargo la economía del santuario, y parte de su tarea es organizar las donaciones que los peregrinos depositan en sobre en las cajas de ofrenda, pero resulta, que, en las cajas, encuentran sobres con dinero y sobres con cartas. Pues el equipo definió que el dinero va para la “caja para el depósito bancario” y las cartas van para la “caja mensual de mensajes peregrinos”. Como responsabilidad alternativa, mensualmente llevan la caja a una comunidad religiosa de monjas que oran por esas intenciones durante el mes.

Estas prácticas surgieron de la necesidad del equipo pastoral dar respuesta al encuentro con estas experiencias, y la construcción de esas respuestas es en sí misma muestra de la espiritualidad como capacidad relacional, y ellos vieron en la peregrinación mensual de las trabajadoras sexuales y en las cartas de los peregrinos, algo más que paisaje y algo más que papel.

  1. Daño-reparación ambiental y justicia ambiental

Comencemos con el asunto del daño ambiental. En esa historia del santuario, si hubieran insistido en la construcción del monumento, esta habría provocado un daño ambiental por el paso de vehículos y materiales de construcción en una zona de protección que debe permanecer libre de intervención humana.

De haber concretado la construcción del monumento, al violar la norma de protección ambiental, el responsable de los contratos, habría tenido que asumir un posible proceso penal y un posible proceso sancionatorio ambiental, que incluiría sanción económica para restauración ambiental.

Pero, además, si la construcción hubiese sido terminada, las autoridades responsables de la vigilancia y control de esa zona de protección, también estarían en problemas por omisión y falta en el cumplimiento de su función.

Recurro a este caso imaginario y poco problemático para señalar aspectos generales del daño ambiental: implica intervención por acción o por omisión y responsabilidad de sujetos. Y derivados de los procesos normativos y sancionatorios, se tendrá o no reparación ambiental del daño. Pero el tema más interesante para nosotros es el de la justicia ambiental.

Es importante comenzar por reconocer que la justicia ambiental nace como movimiento social. El movimiento tiene su origen en EEUU en los años 80, por un proceso de resistencia pacífica de una comunidad afroamericana que se opuso a la instalación de un vertedero tóxico en su barrio, porque atentaría contra su derecho a la salud y a un medio ambiente sano. En ese proceso de resistencia, que fue animado y acompañado por comunidades religiosas, comenzaron a usar el concepto de racismo ambiental y justicia ambiental. El movimiento comenzó a motivar protestas pacíficas en diferentes ciudades de ese país, protagonizadas por comunidades afroamericanas e hispanas. Esta diseminación de la movilización social les permitió a las comunidades reconocerse en esos factores comunes: eran comunidades de baja renta, comunidades empobrecidas y sometidas a histórica discriminación racial, sobre las que, además, se imponían esos riesgos por contaminación ambiental (Arriaga y Pardo, 2011; Ortega, 2002).

El movimiento multicultural y con fuertes convicciones religiosas, pasó de la resistencia pacífica a la reivindicación de derechos sociales, económicos y medioambientales bajo demandas de justicia ambiental muy organizadas, que terminaron influenciado el mundo político, jurídico, administrativo e institucional. Es muy importante hacer memoria de ese origen popular y del respaldo religioso que tuvo esa movilización reivindicativa.

Para nosotros es clave considerar que conceptos técnicos como daño y reparación ambiental son importantes, claro, para cumplir y para exigir, pero que nuestra acción está más en el campo de la justicia ambiental, con los nombres diversos que le damos y desde las diferentes formas en que la practicamos, pues tiene relación directa con el reconocimiento de las desigualdades y las inequidades sistémicas, estructurales y culturales. Y también es importante considerar que las denuncias de daños ambientales presentadas por comunidades, a quienes, en medio de ese contexto asimétrico, se les pide, además, que aporten las pruebas del daño denunciado, y eso no es más que otra muestra de la profundización de esa injusticia ambiental.

  • Relación daño ambiental – pecado ecológico

Bien, ante la pregunta de si existe relación entre daño ambiental y pecado ecológico me permito responder con determinación: ¡No!, pero sí.

  1. En primer lugar, el daño ambiental está inscrito en el ámbito y el lenguaje del derecho. Así que no, nada tiene que ver con el terreno religioso del pecado.
  • En segundo lugar, “pecado” es un concepto religioso que tiene su punto de partida en un sentido sobre la trascendencia humana y sobre su relación con lo trascendente y en la posibilidad de ruptura o daño de esa relacionalidad.

Ese concepto religioso ha sido puesto en diálogo con los debates históricos cada tiempo. Con el surgimiento de las ciencias sociales y en el diálogo con las dinámicas históricas, por ejemplo, el pecado pasó a ser nombrado como “pecado social”, “pecado estructural” entre otras denominaciones. Ese diálogo del pensamiento y el lenguaje religioso con los debates de cada época ha actualizado el sentido y uso de los conceptos, siempre construidos, siempre limitados. Hoy, en el contexto de crisis civilizatoria, crisis climática y emergencia ecológica que amenaza de forma clara la sobrevivencia de la espacie humana y la biodiversidad del planeta, el esfuerzo de un sector del catolicismo por actualizar el sentido de lo que puede entender esta comunidad por pecado, ampliado a la esfera ecológica, parece un intento sensato de diálogo con los debates de este tiempo, y por DEBATES DE ESTE TIEMPO, hablamos de debates abiertos en escenarios internacionales de amplio alcance, digamos, desde los años 70 del siglo pasado y bueno, 50 años después, estas comunidades de fe, unas antes, otras después, estamos entrando cada vez con más determinación a estos escenarios de diálogo, con los conceptos que usamos, las prácticas que realizamos, con nuestras contradicciones y tensiones internas.

Volviendo al punto de partida del concepto de “pecado”, es decir, el asunto de la búsqueda del sentido último y trascendente, podemos decir que la búsqueda ha sido posible en la historia por “las prácticas de espiritualidad”. La espiritualidad que animó la inquietud del equipo pastoral del santuario para construir un monumento en memoria de las víctimas; espiritualidad que anima a aquellas trabajadoras sexuales a peregrinar una vez al mes a aquel santuario; espiritualidad que anima al equipo pastoral para dar algunas respuestas solidarias a estas mujeres, para custodiar las cartas que llevan los peregrinos y para llevarlas a una comunidad de hermanas que, animadas también por su espiritualidad, oran por las intenciones de personas, que tuvieron el valor de escribir algo de su historia en esas cartas confiando en que eso tenga sentido y tal vez respuesta. Esta pequeña gran historia, es la historia de unos sujetos concretos y sus búsquedas de sentido y trascendencia en esas (y seguramente otras) prácticas de espiritualidad.

La espiritualidad es, como lo han mencionado en estos días, disposición relacional con la búsqueda de sentido y trascendencia en la vida, en la historia, en el encuentro con nosotros, con otros, con lo otro…

Entonces, si hay alguna relación entre daño ambiental y pecado ecológico para una comunidad de fe, la hay porque para la comunidad que comparte ese sentido del pecado como ruptura de la relacionalidad (con nosotros, con otros, con lo otro), reconoce que la relacionalidad también se espera con la Naturaleza.

Pero ojo, ¿por qué no hablar entonces de pecado ambiental?, ¿por qué pecado ECOLÓGICO?

Puede que no se trate de un detalle de menor importancia, porque la ruptura de la relacionalidad con lo ecológico, supondría el daño de las condiciones que garantizan la pervivencia de las especies y los ecosistemas.

Poner en tensión lo ecológico, más que lo ambiental, es poner el foco en el cuidado de las condiciones de pervivencia, recreación, evolución de la vida en el planeta, en su complejidad biodiversa.

Usualmente, el énfasis en el cuidado y protección del ambiente ha sido asociado al derecho que tenemos los seres humanos a gozar de un ambiente sano y saludable (evitar y reparar el daño ambiental), pero el énfasis del cuidado y protección ecológica asocia ese derecho a todas las especies y los ecosistemas, resaltando la unidad interdependiente y el derecho a garantías de pervivencia para las generaciones futuras humanas y no-humanas.

Allí, hay un mensaje que podemos explorar con mayor profundidad, pues el concepto desacomoda el suelo andro-antropocéntrico, y nos empuja a explorar horizontes biocéntricos, en los que comunidades indígenas y campesinas, y hermanos y hermanas aquí presentes tienen más experiencia.

Otro punto muy importante, tanto para la justicia ambiental como para la justicia ecológica importa reconocer que las injusticias ambientales y ecológicas son impuestas con inequidad sobre comunidades empobrecidas y excluidas de las decisiones que les afectan.

Por eso, garantizar el derecho a la participación de los sujetos (individuales y comunitarios) en los procesos de toma de decisiones que les afectan, desde las perspectivas de justicia, implica particular cuidado de las garantías de participación para los sujetos sobre quienes han sido impuestas condiciones de exclusión, vulnerabilidad y riesgo.

Estos desarrollos han llegado a incluir de forma explícita en diferentes instrumentos de derecho a las mujeres y a la naturaleza, en tanto han sido radicalmente excluidas, vulneradas y puestas en riesgo; en el caso de las mujeres, ya lo hemos señalado, los efectos de la injusticia ambiental se imponen con más crudeza por las desigualdades de género existentes; y ya lo hemos señalado también, la injusticia ecológica se sustenta en la cosificación de la Naturaleza con la que se legitiman la imposición de lógicas de dominación, apropiación y explotación, que también han sido impuestas sobre las mujeres.

  • Y en todo esto, ¿las ecoespiritualidades qué papel podrían jugar o cómo?

Para profundizar más en esto que nos convoca, las ecoespiritualidades y nuestro grupo de trabajo, les propongo recurrir a una teóloga y pedagoga que justo trabaja la enseñanza de la espiritualidad (como disciplina teológica, que no es nuestro terreno) a partir de la “experiencia” de las “prácticas de espiritualidad”. Se trata de Elizabeth Liebert

 (2005a, 2005b), quien ha dado una “pelea” interesante por la valorización de la espiritualidad como disciplina teológica, a la altura de la teología pastoral (Mazzini, 2018).

Liebert señala que, mientras la pastoral o la acción social pondría el acento en la praxis y en la reflexión crítica de la realidad, y diríamos nosotros, en la praxis liberadora – transformadora y la reflexión crítica de la realidad-real de los pueblos; la espiritualidad, por su parte, pondría el acento en la experiencia de lo sagrado y en la reflexión auto-implicativa de esa experiencia vivida, y diríamos nosotros, de la experiencia de los sagrado vivida y con-vivido en la historia, en los territorios, en las biografías. Liebert, en diálogo con otras autoras, señala también que, el terreno en el que se encuentran la praxis y la espiritualidad es la EXPERIENCIA. Ahora, la EXPERIENCIA, como lugar de encuentro, tiene limitaciones y condicionamientos (nuestro lenguaje, los conceptos cortos o agotados, los juicios y prejuicios, la falta de apertura a lo distinto, etc.), pero, en tanto lugar de encuentro, también es lugar para la transformación por el diálogo con otras experiencias, otros lugares (experienciales, sapienciales) como los que hemos escuchado durante estos días.

La profesora Liebert propone a sus estudiantes un acercamiento a la espiritualidad a partir de las “prácticas de espiritualidad”, y les propone trabajar textos místicos a partir de preguntas que interrogan al texto y que interrogan la experiencia de los estudiantes con ese texto. Para nosotros, el acercamiento a las distintas “prácticas de las ecoespiritualidades” ha sido posible por el diálogo, el intercambio, el encuentro… pero me pregunto si podría ser interesante, proponernos un viaje con preguntas…no las preguntas de la profesora Liebert, nuestras preguntas. ¿Qué queremos preguntar a las prácticas de ecoespiritualidad que resisten en los territorios y en los cuerpos? Adaptando las preguntas que propone la profesora, podríamos preguntar algo más o menos así:

  • ¿Cuál es la experiencia espiritual que dio origen a esa práctica de ecoespiritualidad?
  • ¿Cuál fue la experiencia que tuvieron los primeros practicantes?
  • ¿Qué experiencia suscita en nosotros el encuentro con ella?
  • De nuestras experiencias, ¿qué nos acerca y qué nos distancia?
  • De nuestras prácticas, ¿qué tenemos de común y de distinto?
  • De nuestra comprensión, ¿qué facilita y qué dificulta el entendimiento de su mundo?
  • Cómo interlocutores e intérpretes, ¿cómo nos vemos en el encuentro con ella?

Podríamos afinar las preguntas, construir las propias:

  • ¿Qué nos dice esa práctica acerca de las alternativas?
  • ¿Qué práctica podemos compartir si nos juntamos?

Las preguntas pueden ser estas o pueden ser otras mejoradas, pero lo que quiero compartir con ustedes es que el encuentro entre espiritualidades y el trabajo desde las ecoespiritualidades necesita más de las preguntas que fomenten la relacionalidad que de las respuestas pre-formuladas que buscan afirmar y cerrar las identidades.

Les preguntas comprometidas pueden ayudarnos, como grupo de trabajo de ecoespiritualidades, al ejercicio de reconocer y conocer para RE-CO-NACER, como mencionaba de manera bella el Padre Fernando Díaz, en su conferencia del primer día.

  • ¿Cuál es la relación entre todo esto y los extractivismos mineros?

En las conferencias y “compartires” de estos días, nuestras compañeras y compañeros compartieron un llamado a mantener la convicción por las alternativas, a pesar de lo difícil que puede parecer identificarlas. Para esto, nos invitaron a vivir la experiencia liberadora desde lo pequeño, lo cotidiano; a esforzarnos por no ser útiles a la reproducción del sistema explotador, acumulador, adrocéntrico y patriarcal; y a dialogar con las alternativas que ya son practicadas por las comunidades en las pequeñas y grandes tareas que adelantan.

Frente a los extractivismos, las ecoespiritualidades señalan la necesidad de urgente y profunda conversión ecológica al tiempo que la caminan con sus prácticas místico-y-cosmo-políticas. 

La superación de la dependencia extractivista, la minera, la de hidrocarburos, la del agronegocio y otras, será proceso en escalas simultáneas o no será. Frente al extractivismo podríamos tener un diálogo como el que tiene Alicia con el Gato Sonriente, en un pasaje de la novela Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas, Alicia le pregunta al Gato:

“—¿Me podrías decir hacia dónde tengo que ir desde aquí?

—Eso depende de adónde quieras llegar.

—No me importa mucho hacia dónde…

—Entonces no importa qué camino tomes.

—Quise decir, no me importa hacia dónde pero que sea hacia ALGÚN LADO.

—Ah, entonces solo tienes que caminar lo suficiente”.

Queremos salir del extractivismo ¿Hacia dónde?, ¿por qué camino?, ¿qué tanto será suficiente?

Parte de nuestra contribución como grupo de trabajo de la Red, es animar la disposición relacional que nos permita el encuentro con lo sagrado en las experiencias de resistencia y denuncia de la deuda ecológica y en los reclamos de justicia ambiental; animar esa disposición relacional que nos permita el encuentro con lo sagrado en el reconocimiento de las alternativas ya existentes, las alternativas ya emergentes y las alternativas ya futuras.

Entre más fomentemos el encuentro ente las prácticas de las ecoespiritualidades, más seremos capaces de imaginar y practicar lo imposible-posible.

Sobre eso, Alicia también tuvo un diálogo excéntrico con la Reina Blanca en el bosque, en el segundo libro, Alicia a través del espejo:

—¡Ay, si no estuviera una tan sola aquí! —se quejó Alicia con voz melancólica; y al pensar en lo sola que estaba dos lagrimones rodaron por sus mejillas.

—¡No te pongas así! —le gritó la pobre Reina, retorciéndose las manos de desesperación. —¡Considera qué niña más excepcional eres! ¡Considera lo muy lejos que has llegado hoy! ¡Considera la hora que es! ¡Considera cualquier cosa, pero no llores!

Alicia no pudo evitar la risa al oír esto, a pesar de sus Lágrimas. — ¿Puede Usted dejar de llorar considerando cosas? —le preguntó.

—Esa es la manera de hacerlo —aseguró la Reina con mucha decisión: —nadie puede hacer dos cosas a la vez, así que… Empecemos por considerar tu edad (Dice la Reina)… ¿cuántos años tienes?

— Tengo siete años y medio, exactamente.

— No es necesario que digas “ex-actamente” —observó la Reina: te creo sin que conste en acta. Y ahora te diré a ti algo en qué creer: acabo de cumplir ciento un año, cinco meses y un día.

— ¡Eso sí que no lo puedo creer! —exclamó Alicia.

— ¿Qué no lo puedes creer? — Repitió la Reina con mucha pena; —prueba otra vez: respira hondo y cierra los ojos.

Alicia rió de buena gana: — No vale la pena intentarlo —dijo. Nadie puede creer cosas que son imposibles.

— Me parece evidente que no tienes mucha práctica —replicó la Reina. — Cuando yo tenía tu edad, siempre solía hacerlo durante media hora cada día. ¡Como que a veces llegué a creer en seis cosas imposibles antes del desayuno! (…)

Bueno, creer cosas imposibles antes del desayuno no es la tarea; pero en algo tiene razón la malhumorada Reina Blanca, la práctica importa y para nosotros, practicar el encuentro con “las prácticas de ecoespiritualidad” que animan y reconocen las conversiones ecológicas, sí puede hacer la diferencia a la hora de animar y reconocer las transiciones cotidianas y comunitarias.

Las “prácticas de ecoespiritualidad” con las que hemos conversado en estos días, son toda una caja de cartas peregrinas que merecen viajar y encontrarse con otras. Puede que lleguemos, con la práctica, a leer seis cartas imposibles antes de algunos desayunos.

Referencias

Arriaga, A. y Pardo, M. (2011). Justicia ambiental: El estado de la cuestión. Ris, 69(3), 215-230.

Carroll, L. (2016). Alicia en el país de las maravillas/Alicia a través del espejo/La caza del Snark (Los mejores clásicos). Penguin Clásicos.

Ortega, M. (2002). Origen y evolución del movimiento de justicia ambiental. Ecología Política. Cuadernos de Debate Internacional, 23.

Liebert, E. (2005). Practice. En The Blackwell Companion in Christian Spirituality, editado por Arthur Holder, 496-514. Chichester, West Sussex: Blackwell Publishing

_________ (2005). The Role of Practice in the Study of Christian Spirituality. En Minding the Spirit. Editado por Elizabeth Dreyer y Mark Burrows, 79-99. Baltimore: John Hopkins University Press, 2005

Mazzini, M. M. (2018). Prácticas de espiritualidad según Elizabeth Liebert. Aproximación a su pensamiento y ejemplificación en un estudio de caso. Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu60(169), 239-271.

Publicado en Revista EcoEspiritualidad 2

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