El COVID-19 exacerba las disparidades económicas y raciales

ESTADOS UNIDOS-

Por Joey Butler *
Traducción y adaptación: Leonor Yanez-

La IMU San Juan en Baton Rouge, Louisiana, se encuentra en lo que su pastor principal llama “la esquina de la riqueza y la pobreza”: a un lado de la iglesia está el campus de la Universidad Estatal de Luisiana y las casas prósperas que lo rodean y del otro lado están los barrios hispanos de clase trabajadora.

“Nuestro campo de misión son los ricos y los/as inmigrantes que luchan por ganarse la vida”, dijo el Rev. Lane Cotton Winn. Por supuesto, a medida que se prolongan las dificultades económicas causadas por el COVID-19, es aún más importante llegar a aquellos/as vecinos/as que ya estaban en dificultades, pues la disparidad económica existía mucho antes de que apareciera el COVID-19, pero la pandemia ha expuesto y exacerbado la realidad de que muchos/as apenas sobreviven en una de las naciones más ricas del planeta.

San Juan administra la despensa de alimentos The Shepherd’s Market, una agencia miembro del Greater Baton Rouge Food Bank que ofrece a sus clientes carne, productos lácteos y productos agrícolas, además de productos enlatados o en caja.

La despensa estuvo cerrada solo dos días después de la orden inicial de cierre por el COVID-19.

“Sabíamos que los/as vecinos/as se desesperarían aún más a medida que continuara el cierre, así que implementamos un protocolo de seguridad para que los/as voluntarios/as pudieran reabrir. Durante un tiempo fuimos una de las únicas despensas en funcionamiento” dijo Winn.

La pandemia y sus repercusiones económicas han puesto de manifiesto la brecha cada vez mayor entre quienes “tienen” y quienes “no tienen”. Una vez que las empresas comenzaron a cerrar o hacer la transición para trabajar desde casa, los/as trabajadores/as por horas cuyos trabajos no se podían realizar desde casa estuvieron entre las primeras víctimas. “Queremos que la gente que viene al mercado sepa que no está sola en esto. Al llegar se encuentran con ojos sonrientes en máscaras, gente rezando por ellos/as” dijo.Theresa Sandifer directs traffic, greets and does intake for clients at The Shepherd’s Market, a ministry of St. John's United Methodist Church in Baton Rouge, La. Sandifer is founder and volunteer director of the twice-weekly food pantry, experiencing a call to launch the ministry during a Walk to Emmaus retreat. Photo by the Rev. Lane Cotton Winn.

Theresa Sandifer dirige el tráfico, saluda y recibe a los/as clientes en The Shepherd’s Market, un ministerio de la IMU San Juan en Baton Rouge, Luisiana. Sandifer es fundadora y directora voluntaria de la despensa de alimentos que despacha dos veces por semana, y sintió el llamado de comenzar el ministerio durante un retiro de la Caminata a Emaús. Foto del Rev. Lane Cotton Winn.

Al igual que San Juan, la iglesia Viejo Oeste en Boston está situada en una zona de confluencia de gran escasez y gran riqueza: una gran población de personas sin hogar reside a unas cuadras del distrito financiero de la ciudad.

La Revda. Sara Garrard dijo que eso es común en Boston, y la describió como “una de las ciudades más divididas de la nación en términos económicos”. Su iglesia solo tiene unos/as 30 miembros, pero recaudó dinero para ayudar a cuidar de su congregación y comunidad, la mayoría en el umbral de pobreza o por debajo de él.

“Como pastora, hago todo lo que se me pide y trato de que suceda. En lugar de organizar iniciativas regulares, es más factible para nosotros abordar las necesidades de forma individual a medida que surgen, como alguien que no puede pagar los comestibles esa semana o no puede pagar el alquiler ese mes” dijo Garrard.

Una iniciativa en curso alterada debido al COVID-19 fue una cena semanal que generalmente sirve a 75-125 personas sin hogar. No podíamos tener tantas personas dentro del edificio, pero pasaron de servir una comida en el interior a repartir comidas preenvasadas. Actualmente lo están haciendo dos veces por semana, lo que Garrard dijo que será un desafío financiero.

Es imposible ignorar cuán estrechamente están relacionadas la disparidad económica y de salud con la disparidad racial.

Los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades enumeran a los/as hispanos/as y latinos/as como el 31,8% de los casos de COVID-19 en los Estados Unidos, a pesar de ser solo el 18,5% de la población de los Estados Unidos. Los/as afroamericanos/as representan el 20% del total de casos, pero el 13% de la población, mientras la tasa de hospitalización de afroamericanos/as e hispanoamericanos/as es más de cuatro veces mayor que la de la población blanca.

El Cirujano General de los Estados Unidos, Jerome Adams, ha dicho que las personas de color están “socialmente predispuestas a la exposición al coronavirus”.

Los problemas derivados por la falta de beneficios para la salud o del acceso adecuado a la atención médica a problemas como una mayor exposición debido a depender del transporte público o vivir en viviendas multigeneracionales suelen ser los culpables. En el caso de los/as inmigrantes, la preocupación por ser indocumentados/as, o incluso simplemente percibidos/as como indocumentados/as, podría evitar que busquen atención médica o ayuda con sus finanzas o necesidades básicas.

Winn dijo que notó una gran disminución de clientes hispanos/as en The Shepherd’s Market y cree que se debe al temor al papeleo que las subvenciones requieren que la iglesia complete.

Garrard dijo que la pandemia también genera preocupaciones para los/as estudiantes internacionales.

Cuando los campus tuvieron que cerrar repentinamente, muchos/as estudiantes internacionales no tenían dónde vivir en los Estados Unidos, pero temían que no se les permitiera regresar si volvían a casa. Una polémica política de la administración Trump habría obligado a todos/as los/as estudiantes internacionales a salir del país si sus clases se impartían únicamente en línea; esa política ha sido revocada, pero aún prohíbe que los/as nuevos/as estudiantes internacionales vengan a los Estados Unidos para recibir educación solo en línea.

“Lo que se les está haciendo a los/as estudiantes internacionales es una gran injusticia causada por el COVID-19” dijo.

Garrard se educó sobre las regulaciones de visas: “ciertamente no es algo que aprendí en seminario, pero estos/as estudiantes necesitan apoyo local”. También expresó preocupaciones similares sobre los/as estudiantes que tuvieron que dejar los campus cerrados y regresar a hogares potencialmente no deseados o incluso peligrosos.Old West Church, a United Methodist congregation in Boston, partnered with the Boston Food Forest Coalition to create an “edible forest garden,” which mimics woodland ecosystems in an urban setting. It is part of the church’s vision to better demonstrate its commitment to food and social justice. Photo courtesy of the Rev. Sara Garrard.

La iglesia Viejo Oeste, una congregación metodista unida en Boston, se asoció con la Boston Food Forest Coalition para crear un “jardín forestal comestible”, que imita los ecosistemas de bosques en un entorno urbano. Es parte de la visión de la iglesia para demostrar mejor su compromiso con la comida y la justicia social. Foto cortesía de la Revda. Sara Garrard.

Una clara ilustración de la división racial por los efectos del COVID-19 se puede encontrar en la casa del Rev. Ronnie Bell, pastor de la IMU Cumberland en Indianápolis, con una congregación predominantemente blanca de Bell que no ha experimentado ningún caso del virus; la congregación latina que pastorea su esposa ha visto siete u ocho casos.

Bell, quien es afroamericano, citó una conferencia telefónica que el Obispo Julius C. Trimble, de Indiana, sostuvo con pastores/as de iglesias mayoritariamente negras, y todos/as informaron al menos un caso de COVID-19 en su congregación.

Su iglesia se asocia con otras iglesias del área para administrar el Ministerio de Alcance Comunitario para el lado Este, un ministerio que suministra alimentos y artículos de higiene personal, limpieza del hogar y pañales.

“Definitivamente hemos visto un aumento en la cantidad de trabajadores/as por hora, esenciales y de servicios que han sido despedidos/as. Hay un mayor tráfico y se necesitan más voluntaries/as” dijo Bell.

Él ve la disparidad de la pandemia como otro ejemplo de un sistema que trabaja en contra de las personas de color y describe el racismo institucional como una segunda pandemia que aflige a la nación. “Si eres negro/a, conocemos esta realidad desde siempre. Gracias a Dios que la sociedad está dando un paso adelante y ya no niega las realidades que vivimos a diario”, dijo.

Bell dijo que está impresionado por la respuesta de la iglesia a las necesidades que surgen de la pandemia, pero espera que la iglesia también pueda enfocarse en problemas institucionales más importantes como el racismo y la pobreza. “Las iglesias responden de manera maravillosa a los problemas que fluyen corriente abajo, pero ¿cómo trabajamos para lograr un cambio estructural aquí en Indianápolis y en todas partes?” se preguntó.

La comunidad nativa americana también se ha visto muy afectada por los efectos económicos y de salud del COVID-19, pues los/as indios/as americanos/as y los/as nativos/as de Alaska están hospitalizados/as en una proporción cinco veces mayores que la de los/as blancos/as. Solo el 1,3% de la población de los Estados Unidos, ese grupo en algunos estados representa la mayoría de las muertes.

El condado de Robeson en Carolina del Norte, hogar de la tribu Lumbee, tiene 10 veces la tasa de COVID-19 que los condados circundantes, según Gary Locklear, un misionero local de la Conferencia Anual de Carolina del Norte.

Locklear dijo que las cifras probablemente se deben a la cantidad de plantas procesadoras de carne y granjas de animales industriales en el condado. Las plantas no cerraron y los/as empleados/as que consideraban que los/as trabajadores/as esenciales no tenían otra opción que seguir trabajando en espacios reducidos. “Estamos pagando por lo que pasó al principio” concluyó.

El condado ya era uno de los más pobres del estado, por lo que sufrir un mayor impacto financiero ha sido difícil de soportar. “Esta comunidad se ha visto más afectada por el virus debido al racismo sistémico” dijo Steve Taylor, un misionero local y director de la conferencia del ministerio conexional. “Es un problema a largo plazo el encontrar y cuidar a las comunidades marginadas. ¿Por qué no hemos visto que ya se estén manejando estos problemas? “

Las organizaciones dirigidas por la Tribu Lumbee han establecido sitios de prueba gratuitos en las iglesias de la zona, y también se han asociado con empresas que donaron alimentos y agua, equipo de protección personal y materiales educativos para entregar a las personas que se someten a las pruebas.

Taylor mencionó que la conferencia ha establecido $150.000 en subvenciones para iglesias para apoyo pastoral y congregacional y otros $ 150,000 para ayuda directa a las iglesias que responden a las necesidades de la comunidad, pero él llama a esa cantidad “solo una gota en el balde”.

El Rev. Ken Locklear, superintendente del distrito de Gateway que incluye el condado de Robeson, dice que muchas familias en el área ya están viviendo de cheque a cheque y mes a mes. “Debido a la historia económica de la comunidad, es muy difícil para las familias salir adelante y eso amplifica su nivel de ansiedad y estrés” dijo Locklear, al señalar que otro problema que enfrentan las iglesias cuando intentan apoyar a sus comunidades en dificultades: la cantidad de iglesias que están luchando por sí mismas. “Muchas de nuestras iglesias están al borde de sus presupuestos, la realidad de que si el miembro de esa familia que apoya a la iglesia muere, todo la situación financiera de esa iglesia podría cambiar. No se necesita mucho para desequilibrar el presupuesto”, dijo.

Garrard dijo que para la iglesia Viejo Oeste: “los próximos 18 meses son un juego de azar en cuanto a si podremos mantener la iglesia abierta”. Su edificio está clasificado como histórico y actualmente necesita alrededor de $5 millones en renovaciones, lo que eclipsa el presupuesto anual de $250.000 de la iglesia.

Operar en un margen tan delgado hizo que la iglesia estuviera mal equipada para absorber un golpe como el que está dando el COVID-19. Una guardería que alquilaba un espacio en el edificio proporcionó algunos ingresos, pero el cierre obligó a cerrarla, cortando fondos vitales.

“En realidad, 2020 fue la primera vez en años que estábamos buscando comenzar el año con un pequeño superávit. La mayoría de las iglesias pequeñas como la nuestra enfrentan la posibilidad constante de cerrar en tiempos normales, lo que es increíblemente estresante” dijo Garrard.

A pesar de la crisis financiera, las ofrendas de la congregación han aumentado. “Las personas que apenas pueden comprar pan y leche todavía están tratando de diezmar, pero las estoy desanimando”, dijo.

Si bien Winn no tiene las mismas preocupaciones sobre el futuro de su iglesia, le preocupa tener suficiente comida para atender al creciente número de clientes que dependen de The Shepherd’s Market. Un aumento significativo puede requerir que reduzcan las cantidades que ofrecen o corren el riesgo de quedarse sin ciertos artículos, especialmente la carne y los lácteos.

“Esta pandemia ha sacado a la luz la increíble disparidad entre quienes tienen y quienes no tienen, y la necesidad de abordar la injusticia. Las personas de fe están llamadas a arrojar luz sobre las cosas que deben cambiar y ayudar a lograr ese cambio” concluyó.

* Butler es editor para Noticias MU. Lo puede llamar al (615) 742-5470 o escribirle a newsdesk@umcom.org. Para leer más noticias metodistas unidas, ideas e inspiración para el ministerio suscríbase gratis al UMCOMtigo.

** Leonor Yanez es traductora independiente. Puede escribirle a IMU_Hispana-Latina@umcom.org

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *