por María Landi-
A casi tres meses del lanzamiento del Clamor de Esperanza, el pronunciamiento de las cristianas y cristianos de Palestina y del mundo ante las amenazas israelíes de anexión formal del territorio de Cisjordania (que ya está siendo ocupado, colonizado y anexado de facto desde hace décadas y en forma incesante), el llamamiento ha recogido más de 11.000 adhesiones de personas y organizaciones de todos los continentes. El llamado está vigente porque más allá de la propaganda israelí y estadounidense anunciando la “suspensión” de dicha medida, la anexión de facto continúa implacable, y la anexión de jure “sigue estando sobre la mesa”, como ha declarado el propio primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
Al mismo tiempo, los gobiernos de Estados Unidos e Israel siguen avanzando con su plan de normalización de relaciones con algunos países árabes −empezando por Emiratos Árabes Unidos y Baréin−, firmando “acuerdos de paz” que nada tienen que ver con la paz (pues nunca estuvieron en guerra), y que significan la aceptación por parte de las monarquías autárquicas del Golfo del régimen de ocupación colonial y de apartheid que Israel impone sobre el pueblo palestino, sin exigirle nada a cambio. El establecimiento de relaciones diplomáticas significa además que esos regímenes estrecharán lazos con Israel –que ya existían informalmente− para fortalecer el intercambio sobre todo de armamento, sistemas de seguridad, vigilancia y control para reprimir a sus propios pueblos, al igual que Israel oprime al pueblo palestino.
Esta normalización del status quo, paradójicamente, fue saludada con beneplácito por la conferencia de Obispos de EE.UU., en una desafortunada declaración que muestra el total desconocimiento de lo que necesita y demanda el pueblo palestino, del que son parte sus comunidades cristianas. Es por eso que recientemente un grupo de cristianos palestinos (la mayoría integrantes de Kairós Palestina) respondió a la declaración de los obispos estadounidenses en un mensaje que reproducimos abajo.
Incluimos también la carta de apoyo enviada por Pax Christi Internacional (el movimiento internacional católico de derechos humanos) a las comunidades cristianas palestinas, que por contraste expresa un firme y sensible compromiso con la lucha por los derechos humanos, la autodeterminación y la paz con justicia para el pueblo palestino. La carta fue enviada en agosto, en adhesión al llamamiento Clamor de Esperanza.
Se invita a personas, comunidades, instituciones y organizaciones a adherir al pronunciamiento. También a seguir las iniciativas de apoyo y promoción en el sitio web de Clamor de Esperanza y en la página de la coalición internacional de apoyo a las comunidades cristianas palestinas: Kairós Global por la Justicia.
………………………………………………………………………………………………………………
Carta abierta a Monseñor David Malloy, Obispo de Rockford, Illinois,
Presidente del Comité Internacional de Justicia y Paz de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos
Han curado la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: “Paz, paz”, cuando no hay paz. Jeremías 8:11
Jerusalén, 8 de septiembre de 2020
Su Excelencia:
Leímos su declaración del 13 de agosto donde muestra su satisfacción con el acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Como movimientos palestinos cristianos que trabajamos por la justicia y la paz, nos gustaría enviarle algunas observaciones sobre este tema. Se equivocan quienes piensan que cualquier reconocimiento mutuo entre un país árabe y el Estado de Israel es un paso adelante hacia la paz. Sería un paso hacia la paz si ese acuerdo fuera acompañado de la resolución del núcleo del conflicto: la ocupación militar israelí de la tierra de Palestina.
El establecimiento de relaciones de paz entre Israel y los estados árabes empieza poniendo fin a la ocupación israelí y garantizando al pueblo palestino sus derechos, incluyendo el derecho a la autodeterminación. Cualquier otro camino es un falso camino hacia la paz. Aislar y luego arrinconar al “pobre” para que se arrodille ante el poderoso es rendición, no paz. Además, si los regímenes árabes reconocen a Israel, sus pueblos se negarán a normalizar relaciones con la población israelí mientras el pueblo palestino continúe bajo la opresión. La verdadera paz no comienza forjando acuerdos de paz con los países árabes, sino con el pueblo palestino. La verdadera paz debe comenzar en los corazones de los palestinos y palestinas, y está en manos de Israel reconocer un Estado palestino en solo el 22% que queda de la tierra histórica de Palestina. Es una cuestión de igualdad entre los pueblos, pues todos han sido creados iguales por Dios.
Ustedes aprueban el acuerdo porque pospuso la anexión de más del 30% de lo que queda de la tierra palestina. Pero esta postergación es sólo de palabra. De hecho, sobre el terreno la anexión de facto es un proceso continuo, día tras día, a través de las crueles y destructivas acciones cotidianas del ejército y los colonos israelíes contra los campesinos palestinos, incluyendo el robo constante de tierras palestinas y la construcción de colonias judías. El mismo Netanyahu declaró que la anexión no se canceló sino que se pospuso.
Algunos llaman a este acuerdo el “Acuerdo Abraham”. Aquí decimos: basta de explotar a Dios y a los profetas de Dios para ponerse del lado de los poderosos. Si llamamos a Dios y a los profetas en este asunto, debemos entonces observar los mandamientos de Dios y la igualdad que Dios ha dado a todos los pueblos, incluyendo a israelíes y palestinos. Justicia para todos. Ahora mismo en el terreno, mientras los “poderosos” toman lo que es suyo y lo que es de otros, son incluso apoyados por muchas iglesias. Los débiles son privados de sus derechos mientras los poderosos y las iglesias responden con palabras, pero no con acciones.
Usted habla de negociaciones directas. Las mismas tuvieron lugar durante 30 años, e Israel siguió diciendo “no” a los requerimientos mínimos de los palestinos. Volver a las negociaciones con la misma disposición de la parte poderosa es una locura. Las negociaciones tendrán sentido solo si el poderoso muestra más equidad hacia la otra parte (respecto a Jerusalén y reconociendo la igualdad de todos).
Finalmente, el pueblo palestino rechazó el “Acuerdo del siglo” de Trump porque no respondía a las exigencias mínimas palestinas establecidas en las resoluciones de la ONU y en el derecho internacional. El plan de Trump declara a Jerusalén como la capital solo de Israel. Su plan le quita al pueblo palestino lo que le pertenece y se lo da a Israel. Es una perpetuación de la larga injusticia impuesta por los israelíes al pueblo palestino.
La verdadera paz es apoyar a los “pobres” y decir “no” a la injusticia infligida por los “poderosos” a los débiles. En ese sentido, las iglesias deberían presionar a sus gobiernos para poner fin a esta prolongada tragedia que sufren los pueblos de Tierra Santa.
Con nuestros mejores deseos y saludos fraternales.
Mons. Michel Sabbah, Patriarca Emérito de Jerusalén (Iglesia Católica Romana)
Rifat Kassis, Coordinador de Kairós Palestina
Fuad Giacaman, Coordinador de la Coalición Nacional de Organizaciones Cristianas de Palestina (NCCOP) y Director del Instituto de Educación Árabe (miembro de Pax Christi Internacional)
Rev. Dr. Mitri Raheb, Presidente del Consorcio DIYAR (teólogo, pastor luterano)
Omar Harami, Coordinador de Sabeel (Centro Ecuménico de Teología de la Liberación)
Nader Abu Amsha, Coordinador del Programa de Rehabilitación de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) en Jerusalén Este y Beit Sahour/Belén
Prof. Dr. Mazin Qumsiyeh, Director del Instituto Palestino para la Biodiversidad y la Sustentabilidad, Universidad de Belén
Rev. Dr. Munther Isaac, Director de la conferencia ‘Cristo en el Checkpoint’ (teólogo, pastor luterano)
Nidal Abu Zuluf, Coordinador de la Iniciativa de Incidencia Conjunta (JAI-YMCA).
Fuente original en inglés. Traducción: María Landi.
…………………………………………………………………………………………………..
Carta de Pax Christi Internacional a las comunidades cristianas en la Tierra Santa
A nuestras queridas hermanas y hermanos:
Nosotras y nosotros, la comunidad de Pax Christi Internacional, os escribimos hoy para expresar nuestro profundo y permanente compromiso de solidaridad con vosotras, las fieles comunidades cristianas de Tierra Santa. Ofrecemos nuestras manos y corazones en apoyo a vuestra lucha por lograr una paz justa y duradera. Y, por supuesto, rezamos para que continúen encontrando fuerza y ánimo durante estos días tan difíciles.
En este momento crítico en que la atención del mundo está comprensiblemente consumida por la pandemia del Covid-19, no hemos perdido de vista que ustedes se enfrentan a otro desafío igualmente terrible: la posibilidad de anexión de jure y la continua y actual ocupación militar (una anexión de facto) de la tierra y los recursos palestinos por parte de Israel. Seguimos siendo conscientes de que el virus ha ejercido una enorme presión sobre vuestra economía, ya en dificultades, reduciendo las oportunidades de empleo existentes y haciendo que muchas familias tengan que depender de la ayuda internacional. Sabemos que tanto las devastadoras realidades de la pandemia como la opresión estructural de la ocupación suponen una grave amenaza para vuestro bienestar y vuestras vidas.
Si bien Pax Christi Internacional ha emitido varias declaraciones oficiales sobre la situación en Israel-Palestina, incluida nuestra firme objeción del 19/6/20 a cualquier plan unilateral de anexión israelí, sentimos la urgencia de llegar de manera más personal a ustedes, nuestras hermanas y hermanos cristianos.
Estamos asombrados/as por vuestra resiliencia y determinación; sin embargo, reconocemos que los muchos años dolorosos de desplazamiento y ocupación han engendrado sentimientos de desilusión y temor. A medida que la población cristiana disminuye, vuestras expresiones de preocupación y alarma por la existencia futura de la comunidad cristiana palestina en Tierra Santa, deberían ser nuestra llamada de atención. Nosotras/os, la comunidad internacional, debemos escuchar vuestra desesperación y responder a vuestro clamor de esperanza.
Vosotras/os sois las semillas del cristianismo, sois parte de la “iglesia madre”. Es desde vuestro propio ser en esa tierra que nuestra fe cristiana ha florecido y se ha expandido. Desde todos los rincones del mundo, las y los cristianos os miramos como las piedras vivas, como el cimiento de nuestra fe nacida hace más de 2000 años en un pequeño pueblo palestino.
Vosotros/as seguís siendo guardianes de nuestra fe y protectores de los sitios que consideramos más sagrados. Vuestro testimonio vigilante garantiza una fuerte presencia cristiana en toda la Tierra Santa. Esto es especialmente importante en la ciudad santa de Jerusalén, que es, y debe seguir siendo siempre, una ciudad universal de esperanza y paz, un lugar de “reconciliación, justicia e igualdad” para todos.
La comunidad cristiana, aunque numéricamente es una minoría en Palestina e Israel, siempre ha sido un pilar y una parte integral de la sociedad. Vuestra presencia y vuestra voz nunca han sido más cruciales en la Tierra Santa que hoy en día.
En medio de la cacofonía política, vosotros/as tenéis un papel crítico que desempeñar como líderes proféticos/as: hablar en nombre de todos los hijos e hijas de Dios y demandar políticas que promuevan la dignidad humana y la igualdad de derechos de todas las personas; buscar la paz, siempre teniendo en mente el bien común de todas las personas de Tierra Santa.
Sabemos que muchas y muchos de vosotros han aceptado el reto y han sido una voz clara, incólumes en vuestra convicción de que hay caminos para crear una nueva realidad basada en la justicia y el respeto mutuo. Vosotras/os, hermanas y hermanos nuestros, encarnan el concepto mismo de sumud, una resiliencia firme y no violenta. Vuestra fe y esperanza son un gran testimonio para todas y todos nosotros, una poderosa invitación a afrontar los retos que afectan a nuestro mundo con una determinación clarividente basada en los principios cristianos de amor y paz, para “levantar la cabeza”por encima de la refriega y ser agentes en el desarrollo del plan de Dios, siempre con la esperanza de un futuro mejor.
Como cristianos y cristianas, a través de nuestra fe en la resurrección de Cristo, sabemos que siempre hay esperanza y que la lucha, la miseria e incluso la muerte no tendrán la última palabra. Nos aferramos a la esperanza: esperanza en Dios, en el poder del amor y en los destellos de bondad que sabemos que residen en cada hija e hijo de Dios.
Es en nuestras iglesias, parroquias y comunidades de fe donde esta esperanza, sin importar cuán frágil sea, se fortalece. Es en estos espacios comunitarios donde forjamos los lazos que nos sostienen en los tiempos más oscuros. Es donde nos apoyamos unas a otros y juntos profundizamos nuestro compromiso de crear un mundo mejor. Os preguntamos: ¿cómo podemos ser vuestros aliados para mantener viva la esperanza?
Todas compartimos el llamado a ser personas “dadoras de esperanza”, para animarnos y recordarnos constantemente unas a otras que la desesperación es nuestro mayor enemigo. La esperanza, como el amor y el perdón, es central para nuestra fe y nuestro ser cristiano; es lo opuesto a la resignación o a la rendición. La esperanza nos da la confianza para seguir adelante, para creer en la posibilidad de un futuro en el que nuestros más profundos anhelos puedan realizarse. Con la esperanza somos capaces de acercarnos sin miedo a las demás personas, reconociendo tanto nuestras diferencias como nuestra humanidad compartida. Es el catalizador que nos impulsa a actuar.
Queridas amigas y amigos, tened la seguridad de que:
– seguiremos alentando a la red mundial y a los grupos miembros de Pax Christi International a que sigan comprometidos como defensores de la justicia y la paz en Tierra Santa;
– seguiremos dejando clara nuestra posición de que la dignidad, los derechos humanos, la seguridad y el derecho a la autodeterminación deben ser protegidos por igual para palestinos e israelíes, y que todas las partes deben respetar el derecho internacional y humanitario, o rendir cuentas por no hacerlo;
– daremos voz, en cada oportunidad, a vuestro llamado para que “todas las iglesias, gobiernos y personas de buena voluntad actúen y pongan fin a esta tragedia”;
– usaremos nuestra voz para instar con firmeza a la comunidad internacional a que busque todas las vías diplomáticas para alcanzar una paz justa, para que reconozca el Estado de Palestina como lo hizo el Vaticano en 2015, y para que imponga consecuencias significativas cuando se produzca cualquier violación del derecho internacional;
– permaneceremos constantes en nuestra solidaridad y compromiso de estar en comunión con todos los cristianos y cristianas de Tierra Santa, ofreciendo nuestro apoyo y aliento;
– os escucharemos y responderemos con acciones y palabras, para que sepáis que no estáis solos u olvidadas y
– prometemos manteneros a todas y cada uno de vosotros en nuestras oraciones, pidiendo la intercesión de Dios para sostener y alentar vuestro valor y vuestra esperanza.
En paz y solidaridad:
Monseñor Marc Stenger Hna. Teresia Wamuyu Wachira (IBVM) Sra. Greet Vanaerschot
Francia Kenya Bélgica
Co-Presidente Co-Presidenta Secretaria General
Bruselas, 12 de agosto 2020
Fuente original en inglés. Traducción: María Landi.
La autora es una activista de derechos humanos latinoamericana, comprometida con la causa palestina. Desde 2011 ha sido voluntaria en distintos programas de observación y acompañamiento internacional en Cisjordania. Escribe en su blog “Palestina en el corazón” y en varios medios independientes y alternativos. También participa en el grupo latinoamericano de la coalición Kairos Global por Justicia (GKJ) en apoyo a las comunidades cristianas palestinas.
http://mariaenpalestina.wordpress.com