La política me tiene podrido

ARGENTINA-

Diego Ramos-

La sensación de que la ciudadanía está atragantada es cada vez mayor. La deglución se complica para digerir la “sopa de letras” sin oraciones, ni contenidos e ideas que contengan y proyecten a la sociedad. Los insultos, las chicanas, la grosería de los memes, la impunidad de decir cualquier cosa, terminan condenando a la noble política a niveles de hartazgos imposibles de asimilar.

 Por estos días se han escuchado afirmaciones sobre “el fracaso de la dirigencia política”. Si nos centramos en la presencia de la pereza racional de ideas o en la imposibilidad de superación de las mismas, podríamos acordar dicha afirmación. Evidenciamos en un gran número de actores que juegan a la política de un modo brutal, impidiendo que la sociedad pueda redescubrir el sentido originario de lo político y de la democracia: hacen cualquier cosa, menos política.

Los altos niveles de agresividad y de intolerancia, el juego pícaro de quien construye el mejor terreno de las falacias no hacen más que agudizar las angustias, las incertidumbres y las impaciencias en el conjunto de la sociedad, en un mundo en que la pandemia puso en jaque muchas de nuestras seguridades.

Este esquema de retorno a “las tribus”, en el sentido tradicional de comunidad prepolíticas, como lo expresa el filósofo Julio De Zan, son transferidas a la sociedad sin distinción alguna, llevándolos a reproducir el ocioso lenguaje de la “grieta de slogans”. Hay una dimensión pedagógica en la política, por lo tanto, debe haber una responsabilidad pedagógica política. Etimológicamente pedagogía indica guiar o conducir, su preocupación se focaliza en superar la estabilidad, la pasividad y el prejuicio; desde la razón crítica busca guiar hacia la novedad, conducir hacia criterios razonables y a nuevos escenarios superadores. La grieta por la grieta misma es irracional y solo conduce a la violencia. La ausencia de la pedagogía en la política representa la despolitización de la sociedad.  

Evitar el “retorno a la tribu” exige superar “lo político”, entendido esto último como la dimensión antagónica que es inherente a toda sociedad humana. Pareciera ser que la dirigencia política y las militancias en su mayoría establecieron sus cercos mentales y sus trincheras de luchas en la dimensión antagónica de “lo político” que posee una única lógica de amigo – enemigo. Por otro lado, “la política” comprendida como el conjunto de prácticas, discursos, instituciones, etc. está afectada siempre por “lo político”, es decir por lo antagónico. Por supuesto, no es posible hacer desaparecer la dimensión antagónica de lo político (amigo-enemigo) simplemente negándola, o deseando que desaparezca, requiere de una actitud ética de cada sujeto político. Sin embargo, la razón perezosa pareciera ser un lugar bastante cómodo, que por más intenciones y esfuerzo de querer hacer política, lo único que terminan haciendo es abonar la anti política.  

¿Hablamos de suprimir las matrices ideológicas que puedan existir en los diferentes sectores? Bajo ningún punto de vista, se trata de superar los prejuicios políticos y todo el resabio que se construye en torno a ello. Urge comenzar a interponer el ejercicio de la racionalidad para volver a re encantar a la sociedad de la política, es decir de su bondad y su pretensión de justicia.

No se trata de homogeneizar una idea sin antes poder comprender que ya no existen demos únicos, las identidades colectivas coexisten, por lo que implica siempre el establecimiento de una diferencia – demarcación de “un nosotros” y “un ellos” ¿cómo construimos un nosotros colectivo mucho más amplio?, superando los micro nosotros. No desde el antagonismo político, sino más bien desde la democracia agonal; es decir un modelo agonista de democracia (de agonales que se traviesan) en que la categoría de enemigo se reemplaza por la de adversario permitiendo “establecer esta distinción nosotros/ellos, que es constitutiva de la política, de manera tal que sea compatible con el reconocimiento del pluralismo” Chantal Mouffe.

La política es una forma de ser y de interactuar entre los hombres y las mujeres, en cuanto animales que tienen logos y que actúan juntos, coordinando sus acciones mediante la palabra articulada como discurso racional comunicativo. Fuera de este espacio del discurso político, que es el espacio político, no hay libertades ni madurez democrática.

El autor es Licenciado en Ciencias Políticas

Las opiniones expresadas en las Columnas de Opinión son las de sus autores y autoras y no reflejan necesariamente las de ALC Noticias.

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