Invitación a la sabiduría de la Madre Tierra

Fotografía: Albin Hillert/CMI

BOLIVIA-

Por Nelson Gutiérrez Rueda

Varios países del mundo y sus gobernantes han expresado este pasado 22 de abril su preocupación ante una inminente catástrofe climática. Si tal preocupación es falsa, comprometerá riesgosamente la vida de la humanidad de modo casi irreversible, pero incluso si es una verdadera preocupación, significaría cambiar la forma de vivir hasta el año 2030. Esto quiere decir, entre otras cosas, desaprender más de 200 años de forma de pensar, de actuar y de ser, prácticamente en menos de 10 años.

Esta década (de 2020 a 2030) decisiva para la humanidad, se asemeja a la apocalíptica “hora cero” de la cual desde poetas hasta filósofos han hablado, antes de llegar a esta hora cero, hay mucho nerviosismo, la imagen del reloj cuyas manecillas se empatan en el tránsito de las 12:00 a las 00:00 h, es la imagen más cruda de una realidad que puede despedazarse delante de nuestros ojos. En tanto resuenan las viejas preguntas, como aquella de ¿hacia dónde vamos? apabulladas por otras como ¿qué hemos hecho? o incluso ante la desesperación creciente la pregunta de ¿qué hacemos?, vemos  al fin y al cabo la entronización del tiempo que avanza a un ritmo demasiado acelerado, no se detendrá –el tiempo– para poder resolver los grandes misterios en el segundo que resta, y sin embargo, mientras se acorta la historia y nuestra conciencia escatológica aumenta, seguimos en el mismo camino.

Quizás el angelus novus del cuadro de Klee que cita Walter Benjamín en sus famosas tesis de filosofía de la historia (1940), ya expresó este momento, mientras nos quedamos absortos sin comprender qué ha ocurrido, este ángel de la historia avanza mirando hacia atrás, quisiera detenerse, pero no puede, lo que ve es lo que el “desarrollo” ha dejado a su paso. Todo cuanto hay y todo cuanto existe afectado por un tipo de razón. Esta constatación, llevaría a formular una triste verdad que consistiría en comprender que el genio humano no es lo suficientemente apto para enfrentar este problema.

En ese sentido, la sabiduría de la Madre Tierra, no es un conocimiento sobre el planeta, la tierra o el mundo, no es un conocimiento que provenga del logos y sin embargo, los humanos, todavía podemos acceder a esta sabiduría, la cual no puede ser comprendida como algo construido por la razón humana. Antes deberemos pasar por la humillación del arrepentido, que ruega salvar su vida. Pero si algún sofista moderno, guiado por la obstinación, llega a afirmar que puede encarnar aquella sabiduría y de ese modo auto referenciarse será un signo de fatalidad, dado que sólo nos devuelve otra vez a lo mismo, pues ¿si nosotros somos el problema, por qué nosotros, es decir la humanidad de hoy (capitalista y moderna) desde su razón tendría que tener la solución?

Por miles de años, diferentes culturas y civilizaciones aprendieron a convivir con la Madre Tierra, incluso se puede hablar de que la relación con el mundo, su vida animal y vegetal, estuvo mediada por este arquetipo: la Madre Tierra; y así también se comprendería que su imagen femenina no es casualidad. Pero, tampoco se trata de creer en un falso romanticismo, no habrá un héroe, pues todos debemos ser salvadores.

Por ello, la invitación a la sabiduría de la Madre Tierra, es en el fondo la invitación a cambiar nuestra cosmovisión, incluso aquella que nos ha constituido como seres humanos, a menos del último segundo para llegar a la hora cero, de un reloj que nosotros mismos hemos inventado.

El autor es Teólogo y Antropólogo

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