El culto protestante. Un abordaje teológico, editado por Chalamet y Dermange

MÉXICO-

Leopoldo Cervantes-Ortiz

Si la liturgia reformada pretende estar arraigada en la larga tradición cristiana, es ante todo porque propone vivir de forma condensada la experiencia misma del pueblo elegido por Dios durante las sucesivas etapas de la historia de la alianza.                C. Chalamet y F. Dermange

La editorial protestante suiza Labor et Fides (laboretfides.com) acaba de lanzar el pasado 7 de julio, desde su sede en Ginebra, el volumen colectivo Le culte protestant. Une approche théologique (El culto protestante. Un abordaje teológico), coordinado por Christophe Chalamet (uno de sus últimos títulos es: Un camino infinitamente superior. Ensayo sobre la fe, la esperanza y el amor, 2016) y François Dermange (cuyo libro más reciente, La ética de Calvino, está por aparecer en español), ambos profesores de la Facultad Autónoma de Teología Protestante de la Universidad de Ginebra.

Esta editorial había publicado antes, sobre el mismo tema, Les cultes des protestants (Los cultos de los protestantes), de Olivier Bauer, Le culte à choeur ouvert. Introduction à la liturgie du culte réformé (El culto en coro abierto. Introducción a la liturgia del culto reformado), de Laurent Gagnebin, y Le culte chrétien (El culto cristiano), de Ermanno Genre.

En esta ocasión, se trata de una amplia exposición de todos los aspectos de la liturgia reformada en la que colaboraron más de 20 autores/as (la mayor parte ligados a la universidad ginebrina), entre ellos Olivier Fatio, Félix Moser, Michel Grandjean, Sarah Stewart-Kroeker, Benoît Zimmermann, Sarah Scholl, Bernard Rordorf, Andreas Dettwiler, Vincent Schmid, Élisabeth Parmentier, Sarah Scholl, Sarah Stewart-Kroeker, Meehyun Chung, Nico Koopman, el Hermano Alois y Leopoldo Cervantes-Ortiz, además del prefacio por el Dr. Chris Ferguson, secretario general de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR).

Los temas trabajados, en tres secciones (Introducción, Los elementos del culto: lectura teológica y aperturas) van desde las herencias medievales y la invención del culto reformado, hasta el análisis de cada sección del culto, sin dejar de lado los desarrollos en otras regiones del mundo como Corea, Estados Unidos, América Latina, Sudáfrica y Taizé.

Luego de las palabras preliminares, la introducción está integrada por tres textos: una introducción propiamente dicha, de Chalamet y Dermange; “Herencias medievales”, de Michel Grandjean y Ueli Zahnd; y “La invención del culto reformado”, de Dermange y Chalamet.

En “Los elementos del culto: lectura teológica”, que abarca la mayor parte del libro, se incluyen los siguientes trabajos: “La invocación” (Hans-Christoph Askani); “La Ley, la confesión de pecados y la seguridad del perdón” (Sarah Stewart-Kroeker); “La música en el culto. La Palabra y lo indecible” (Benoît Zimmermann); “Los Salmos” (Sarah Scholl); “La epíclesis” (Bernard Rordorf); “Las lecturas bíblicas” (Andreas Dettwiler y Jean-Daniel Macchi); “De la predicación reformada” (Vincent Schmid, Pastor de la catedral de San Pedro, Ginebra); “Orar por la angustia del mundo” (Félix Moser, profesor honorario de la Universidad de Neuchâtel); “Orar juntos el Padre Nuestro” (F. Moser); “La confesión de fe” (Élisabeth Parmentier y Sarah Scholl); “La Cena” (Olivier Fatio); “La Cena en los orígenes de la iglesia: una feliz diversidad” (Simon Butticaz, Universidad de Lausana); “La ofrenda” (Sarah Stewart-Kroeker); “El envío y la bendición” (É. Parmentier).

En la última sección, “Aperturas”, aparecen: “La práctica del culto en las iglesias protestantes coreanas” (Meehyun Chung, profesora de teología sistemática en la United Graduate School of Theology, Universidad Yonsei, Seúl, donde es también la primera mujer capellana); “El culto protestante en Estados Unidos hoy” (Angela Dienhart Hancock, profesora asociada de teología práctica en el Pittsburgh Theological Seminary); “El significado del culto de los protestantes en el contexto latinoamericano” (Leopoldo Cervantes-Ortiz, de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas, cuyo texto fue traducido por el Dr. Luis Vázquez B.); “Culto y sociedad en Sudáfrica, ayer y hoy” (Nico Koopman, profesor de teología sistemática y ética, además de vice-rector de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica); “¿Qué adoración por nuestros cuerpos?” (Olivier Bauer, profesor de teología práctica en la Facultad de Teología y Ciencias de las Religiones, Universidad de Lausana); y “La experiencia litúrgica en Taizé” (Hermano Alois, prior de la Comunidad de Taizé, Francia).

Como se puede apreciar desde el epígrafe de este artículo, estamos delante de un amplio esfuerzo de síntesis acerca de la naturaleza del culto (particularmente el reformado), de sus componentes y de sus desarrollos cronológicos, eclesiales y culturales, puesto que se parte del hecho incontrovertible de la variedad de prácticas con que hoy se manifiesta la liturgia en el ambiente protestante global. Con todo, la atención prestada por los coordinadores y los diversos autores/as evidencia la forma en que se puede (y debe) abordar teológicamente la enorme diversidad litúrgica actual a partir de sus postulados básicos.

En ese sentido se expresan Chalamet y Dermange desde las primeras palabras del prólogo: “El propósito de este volumen es cuestionar el significado del culto protestante. Está dirigido tanto a los protestantes que asisten al culto, sin captar siempre el significado de sus diversos momentos litúrgicos, como a aquellos que deseen saber más, sean o no protestantes o creyentes” (p. 9). Porque justamente eso es lo que está sucediendo en estos tiempos singulares: parecería que muchos practicantes del culto protestante han perdido de vista su propósito, así como otros experimentan formas litúrgicas que poco tienen que ver con esta tradición teológica en sus diversas manifestaciones.

Más adelante, los coordinadores explican “la triple convicción” que guía al volumen: primeramente, “viviendo en sus formas, la celebración debe ser constantemente renovada. Pero sólo se puede rediseñar lo que supone primero comprender lo que se nos ha transmitido”. Por ello, vale la pena mirar hacia atrás en el “tesoro viviente de la cultura occidental moderna y contemporánea que es el culto y en el espacio de encuentro que crea y libera”. El culto es un “encuentro con Dios, que es el único que merece adoración; reunirse con la comunidad nos asocia; y es un encuentro con uno mismo”, dejando caer máscaras y pretensiones” (p. 11).

En segundo lugar, todo esto “sólo es posible si Dios mismo tiene en la adoración el primer lugar en vez del pastor/a, la forma litúrgica o la comunidad que así afirmaría su identidad”. El significado del culto es que, en la celebración festiva, “la Iglesia recuerda y actualiza la plenitud de vida dada por Dios”. Entonces, la liturgia “debe permitir ante todo el reencuentro entre creyentes (siempre incrédulos y malos creyentes) y el mismo Dios”.

En tercer lugar: “Si la Biblia contiene palabras de vida, es porque deben vivirse en lugar de escucharse en conferencias eruditas y cultas”. Las últimas palabras del prefacio son dignas de citarse in extenso:

El significado de cualquier liturgia no está en una arquitectura de palabras y papel, ¡y el llamado de la Palabra es hacerse carne en lugar de “púlpito”! Consentir en dejarnos formar equivale entonces a estar dispuestos a cambiar nuestra visión de la realidad y cambiar nuestra forma de vida, confesando lo que merece ser “venerado” y lo que debe ser prohibido o al menos relativizado en nuestra vida personal y colectiva. Vivir la adoración es estar de acuerdo en dejarnos formar y “reentrenar” juntos, siempre de nuevo, en respuesta a la llamada de Dios (p. 12).

PREFACIO

Chris Ferguson

La Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) es una familia que reúne más de 100 millones de creyentes en 233 iglesias y denominaciones diversas —presbiterianas, congregacionales, reformadas, valdenses, unidas y en vías de unión, Hermanos Checos y otras iglesias de la Primera Reforma—. Todas viven, confiesan, testifican y celebran en 110 países, por lo menos.

Estos cristianos y cristianas tienen en común el hecho de pertenecer a una iglesia que quiere ser “reformada” y sabe que está llamada a reformarse siempre de nuevo, según la palabra de Dios.

La tradición reformada debe estar consciente hoy de que la gran mayoría de las iglesias miembros tiene su vida, su movimiento y su ser en el Sur; ella confiesa al Dios de la vida en un mundo donde los bandidos llevan a menudo la delantera. La familia  reformada expresa su fe, en la fidelidad a la tradición, de una manera ecuménica y a través de las dinámicas propias de cada uno de sus contextos. Inscribir esta tradición en el presente implica tener en cuenta las tensiones que caracterizan nuestro tiempo.

La vocación de la familia reformada es continuar la agenda aún inconclusa de la Reforma Protestante, de confrontar las exigencias de las Escrituras, de confesar al Dios vivo por encima de todo y de reconocer a Dios como un Dios de justicia. Esto fue retomado con vigor por las confesiones de Belhar (1982) y de Accra (2004). Estas confesiones, elaboradas desde el Sur, ahora son una parte integral de la CMIR.

Es en esta perspectiva que doy la bienvenida con entusiasmo y reconocimiento al presente volumen que trae a la luz las dimensiones teológicas, éticas y litúrgicas del culto reformado y que, al mismo tiempo, coloca la tradición recibida en diálogo dinámico con los contextos específicos no europeos.

De manera feliz, la metodología y los abordajes seguidos por las diversas contribuciones muestran la diversidad de expresiones del culto reformado, después de Calvino y los reformadores del siglo XVI hasta la pluralidad y la complejidad de los diferentes contextos actuales.

En la crisis mundial presente, es importante recordar que el culto, centrado en Dios y tomando en serio la predicación y la escucha de la Palabra, siempre nos conduce a servir al mundo, porque en la tradición reformada el culto y el testimonio, la liturgia y la ética no pueden jamás ir el uno sin el otro. El presente volumen lo recuerda de una manera clara y teológicamente precisa. Recomiendo entonces este libro a todos los miembros de la tradición reformada y de la familia ecuménica en general, mientras buscamos juntos superar las divisiones confesionales y a sumarse al llamado divino a ser testigos confesantes y unidos del Dios de la vida, y a ser discípulos de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo.

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