
COLOMBIA-
Unas cincuenta personas de las iglesias Católica, Luterana, Presbiteriana, de tres comunidades religiosas, de cinco organizaciones internacionales y de otras organizaciones sociales realizaron desde el 28 de agosto al 3 de setiembre una misión humanitaria en zonas rurales de Frontino y Dabeiba, en el Occidente antioqueño.
Esta alianza se ha constituido como un equipo de trabajo conjunto que, bajo el nombre de SIZOCC (Solidaridad Interreligiosa en Zonas de Conflicto en Colombia), desde la perspectiva del Evangelio y el Pensamiento Social Cristiano, se propone acompañar a las comunidades afectadas por el conflicto armado y el abandono estatal, visibilizando sus situaciones de crisis humanitaria y realizando acciones de incidencia a nivel local, regional, nacional e internacional.
En una conferencia de prensa realizada este viernes dieron cuenta de la grave situación en la que encontraron a comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, evidenciando las dificultades que tienen para acceder a la salud, la educación, la alimentación y la conectividad.
De acuerdo a los pronunciamientos de las autoridades institucionales, y lo constatado en la misión humanitaria, en la zona actúan el Clan del Golfo (AGC) y el ELN, grupos armados que, además de sus acciones de ilegalidad, violan el Derecho Internacional Humanitario a través de la instalación de minas antipersonal, el reclutamiento de menores y jóvenes, las amenazas a líderes y comunidades, los asesinatos selectivos, el desplazamiento, el confinamiento y la limitación de la autonomía de las comunidades. La grave situación humanitaria de los habitantes de la región, hunde sus raíces en el evidente abandono estatal, caracterizado por la casi inexistente infraestructura vial, las pésimas instalaciones educativas, la precariedad del sistema de salud, la falta de acceso a servicios públicos y la deficiente política pública de apoyo a la productividad”, dicen en un Pronunciamiento emitido hoy.
Preocupan, de manera particular, tanto la falta de control territorial de la Fuerza Pública como la posición geoestratégica del territorio para actuales y futuros megaproyectos.
La situación de las mujeres y de las niñas es muy preocupante, dicen las hermanas de la congregación de la Madre Laura. No solo sufren el reclutamiento forzado, sino que el conflicto en los territorios, los desplazamientos y las continuas amenazas, las llevan a perder las oportunidades educativas, lesionan la salud y las colocan con enormes dificultades para conseguir alimentos (tarea habitualmente asignada a ellas).

Las comunidades experimentan esta situación como un hecho victimizante en el que confluyen las afectaciones de la institucionalidad y de la ilegalidad. El nivel de violencia es tan exasperante que el temor, el sentimiento de desprotección y la humillación constante en la que viven sus habitantes, les plantea un panorama de angustia y desesperanza”.
“El miedo es álgido”, aseguran, con sentimiento de desprotección y de angustia.
“No se pretende reemplazar al Estado sino apoyar, en la perspectiva del humanismo cristiano, el crecimiento humano y espiritual de las comunidades vulneradas en sus Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario”, enfatizaron.