Jesucristo, el crucificado y sepultado, se levantó de la tumba

REPÚBLICA DOMINICANA-

Por Telésforo Isaac-

Jesús el profeta y rabino de Nazaret de Galilea fue arrestado, enjuiciado, crucificado en el Gólgota, y sepultado el viernes, en una tumba nueva prestada por José de Arimatea y el solidario fariseo Nicodemo. (Juan 19: 24). Después de esto, para sus discípulos y seguidores,  la más placentera noticia fue: ”el crucificado se levantó de la tumba”. Esta  primicia la dio María Magdalena el  domingo temprano en la mañana cuando fue a la tumba, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. (Juan 20: 1-2). Ella fue corriendo a contarle a Pedro y al discípulo Juan,  a quien Jesús quería mucho, que el sepulcro estaba abierto y no sabía lo que había sucedido al Maestro. 

La Magdalena le hizo saber a Pedro y a Juan: “¡Se han llevado del sepulcro al Señor…!” Los dos discípulos fueron corriendo al  campo de enterramiento y vieron que la   tumba estaba vacía. (Juan 20: 3-4). El martirizado Maestro y predicador había resucitado, respondiendo así a las profecías y los anuncios hechos por el mismo Jesús quien dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros  de la ley, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros para que se burlen de Él, lo golpeen y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará”. (Mateo 20:18-19).

Jesús de Nazaret fue crucificado en el Gólgota, (Juan 20: 18), el viernes anterior al domingo de la fiesta pascual de los judíos, que es la conmemoración de la liberación de la esclavitud de Egipto. Esta fue una vergonzosa muerte del profeta, el sanador, el  predicador que fue identificado como “Hijo del Dios Bendito”.

La forma del padecimiento y muerte de Jesús dejó consternados a su madre María, a las mujeres acompañantes, y a los discípulos del carismático maestro.

Los íntimos seguidores masculinos de Jesús, se escondieron por temor de ser apresados como lo fue su líder y director espiritual, quien fue crucificado en el Calvario y sepultado en una tumba nueva facilitada por José de Arimatea, un fariseo de noble sentimiento (Juan 19: 38); pero el domingo temprano, María Magdalena fue al sepulcro (Juan 20: 1-2) y descubrió que el Señor no estaba allí.  Ella pensó que se lo habían llevado; mas él mismo se le apareció y la llamó, ¡María! 

Esta señora de Magdala, quien fue liberada por el milagroso sanador de espíritus malignos, (Lucas 8:2) se mantuvo junto a Jesús, quien le propició una vida nueva. Estuvo con Él todo el tiempo, incluyendo al pie de la cruz. Dio demostración de fidelidad, y el domingo de madrugada, descubre que su Señor había resucitado, y es ella quien hace el anuncio de la tumba vacía a la comunidad de seguidores de Jesús. 

La excelsa noticia de la resurrección de Jesús el Cristo, “el incomparable”, como lo describe el doctor John Stott, es la culminación  de la vida, pasión y sacrificio de redención. Su victoria sobre la muerte y la tumba es fuente de consolación de los penitentes,  esperanza de salvación y vida eterna para los creyentes.

La resurrección de Jesús el Cristo es motivo para cambiar el dolor en gozo; es inspiración de confianza; es sentido de triunfo sobre la muerte; es germen de la fe, “pues, Dios  también nos tiene en cuenta la fe, si creemos en aquel que resucitó a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para hacernos justos”. (Romanos 4: 24).

Hubo sensación de fracaso en la mente de los seguidores de Jesús, mas ayer como hoy, su victoria sobre la muerte nos redime, nos asegura la vida eterna y por eso glorificamos a Dios, diciendo: “¡Canta alegría, cristiandad!  Cristo en su resurrección, muestra la seguridad de una eterna salvación. ¡Aleluya!”

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