Lula presidente (CLACSO)
ARGENTINA-
Por Diego Ramos-
“Ira a llegar un nuevo día, un nuevo cielo, nueva tierra, nuevo mar, en ese día los oprimidos todos juntos libertad alcanzarán”… así expresaba una canción que años atrás escuchaba atento en un encuentro de comunidades de base ecuménicas; no queda duda que la religión y la política marcaron su presencia en esta campaña electoral camino a la presidencia, ninguna teología fue inocente, cada una sostuvo hasta el final un modelo u otro. De hecho Lula, ya con la confirmación de su triunfo expresó haber resucitado y minutos antes a los resultados oficiales, a sus 77 años, publicaba en su cuenta oficial de Twitter una imagen de su mano sobre la bandera brasileña y la palabra democracia. Lo importante siempre será que la POLÍTICA, con mayúscula prevalezca, y eso está aconteciendo hoy en Brasil.
Hace cuatro años atrás habían expulsado y encarcelado a Lula Da Silva y con él a la política rousseuniana para que desde las antípodas se imponga el espíritu hobbesiano: la del hombre lobo del hombre, individualista, sin sentido de comunidad ética política democrática. Es el mismo espíritu antidemocrático que el ex presidente de Estados Unidos Donald Trump instaló para incorporar un nuevo capítulo al manual de los gerentes de la política, una guía de como desconocer la soberanía popular: No es casualidad que Trump en las últimas elecciones haya negado su derrota, la misma anti política que hoy asume Bolsonaro, tardío en reconocer su derrota y el triunfo del PT. Sin embrago, el ex presidente del norte recurrirá a la política para postularse en las próximas elecciones. La “casta política” que dicen aborrecer, no es más que un intento siempre de asalto a la POLÍTICA (con mayúscula), hacer uso de ella para mantener un orden inequitativo y desigual, siempre.
Ganó LA POLÍTICA y Lula no es tan solo el nuevo presidente del Brasil, también representa un modelo regional inclusivo, algo que molesta a los reducidos gerentes de la patria financiera y al que muchos ciudadanos adhieren, tal vez, sin saber que optan o eligen sus propias desigualdades, pero con la certeza de la enorme responsabilidad de todo el arco político del campo popular en volver a trazar un nuevo mapa: senadores, diputados, dirigentes, sindicalistas, intelectuales. Se escucha en ámbitos ligado a la política que las nuevas generaciones adhieren a la derecha ¿adhieren a la derecha o las matrices obsoletas del campo popular cuestionadas por las juventudes hacen señalar ese escenario? Sin embargo, siempre la regla general será que toda acción o institución política debe tener por contenido la referencia a la vida: la política es ante todo una acción en vista del crecimiento de la vida humana, de la comunidad, del pueblo, de la humanidad.
El campo popular sin nuevos sujetos es lo que interpela el triunfo de Lula Da Silva como proyecto político, y esto implica una disputa interna por los nuevos sentidos en la política por parte de las hegemonías que constituyen las alianzas progresistas ¿deberían ellos, los optimistas clásicos del campo popular, quedarse empecinadamente con la racionalidad, para permanecer nosotros que señalamos las carencias, atados a lo irreductible, a lo irracional? La apertura a las nuevas generaciones debe ser amplias en espacios y en cercos mentales. Reconfigurar un nuevo mapa es centrarnos desde la autocrítica en cómo desarrollar subjetividades rebeldes y no solo subjetividades conformistas, no es una novedad que nuestros conocimientos y nuestras prácticas tienen un elemento de logos y un elemento de mitos, instancias a superar constantemente.
León Rozitchner expresa: “la rigidez no es un atributo solo de la derecha, así como el realismo no es una virtud que convenga siempre a la izquierda”, Lula entendió que el mundo cambió y nos deja la tarea de la autocrítica, pero sobre todo del aprendizaje, ganó la POLÍTICA con mayúscula.
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