
ESTADOS UNIDOS-
Angel Luis Rivera-Agosto–
“…porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarle...” Mateo 2:2.
A quien se destaca en un área específica del deporte o la cultura se le suele llamar “estrella”. En el béisbol o el baloncesto tenemos los “juegos de estrellas”, en los cuales se enfrentan equipos con los mejores jugadores de dicho deporte. Así, en el cine igual tenemos a actores famosos, quienes se hacen llamar “superestrellas”. El denominador común de ambos ejemplos está en la atención que generan para sí mismos, el narcisismo, el hedonismo y el derroche. Parecería que toda la realidad gira en torno a ellos.
Desde la Estrella de Belén se da un proceso distinto. La Estrella está, no para regodearse en su propia luz, sino para alumbrar al pesebre. Aquí no hay farándula. Ella nos dirige a un proyecto que sale de sí mismo y se ofrenda, en luz divina a ese Otro que es Jesús, Dios encarnado, y a su proyecto de paz, justicia, amor y esperanza. A su vez, dicha luz nos dirige a nuestro prójimo, donde se corona el compromiso derramado en el Niño que nos nace como dádiva de Lo Alto. Todo eso se da desde una profunda humildad anónima.
No hay “selfies”, ni entrevistas arregladas, ni pautas, payolas u otra forma de destaque, anuncio o estrategia de mercadeo y publicidad. Son tres extranjeros (¡!) quienes vienen preguntando por esa nueva realidad que anuncia la Estrella de Belén. ¡Y esa realidad se basa en un recién nacido!
Las estrellas de este mundo se estrellan, caen en contradicciones y se manejan en la arena movediza del favor popular. La Estrella de Belén sale de sí misma, ilumina los caminos e inspira a la caminata en los desiertos, al encuentro del Mesías. ¡Cuánto amor, paz, justicia, solidaridad, consuelo y esperanza está esperándonos desde la iluminación de la estrella de Belén!
Que Dios nos siga guiando, desde su Estrella de Belén, a los pesebres donde se construya el Reino de Dios aquí en la tierra como en el Cielo.
FELIZ DÍA DE REYES.