Organizaciones religiosas condenan intento de golpe de estado en Brasil

BRASIL-

“Repudiamos la invasión de predios públicos en Brasília en este domingo, 8 de enero de 2023. Brasil no puede doblarse frente al terrorismo! Terroristas NÃO PASSARÃO!” dijo en la tarde del domingo 8, el Consejo Nacional de Iglesias Cristianas de Brasil, ante el intento de Golpe de Estado. Se unió a este repudio la Alianza de iglesias Bautistas de Brasil: “Continuamos posicionandonos del lado de la democracia”, dicen y por eso, del Presidente Lula como legítimo Presidente. En tanto, la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, afirmó que ve con estupor este ataque criminal al estado democrático. Piden serenidad y paz pero también el peso de la ley para quienes atacaron ayer los edificios de los tres poderes de Brasil.

El signo de esa revuelta bolsonarista guarda una notable similitud con lo acaecido casi exactamente dos años antes en el Capitolio de Estados Unidos.  En este país tuvo lugar un 6 de enero, en Brasil el 8. La coincidencia no es casual, habida cuenta de la existencia de una muy activa y muy bien financiada internacional neofascista que tiene como su gurú ideológico y organizacional a Steve Bannon, exasesor de Donald Trump. Pero las coincidencias no terminan allí. El objetivo fue el mismo: demostrar cómo un grupo decidido y relativamente pequeño (en Brasil, unas cuatro mil personas) puede apoderarse a voluntad de la sede de los tres poderes del Estado y, si algunas condiciones maduran, hacer que las fuerzas armadas den un paso al frente y consumen la re-edición del infausto golpe de estado de 1964. Por eso lo ocurrido es un ensayo, una prueba. Seguramente volverán a la carga para crear una situación que finalmente termine por convertir en inevitable un arbitraje militar, dice el politólogo Atilio Boron en una Columna publicada en Página 12, de Argentina.

Sonia Correa y Juan Elman analizan en Open Democracy: “En los últimos cuatro años, Bolsonaro llevó la ideología de la ultraderecha al estado, conduciendo el repudio sistemático de la perspectiva de género en las políticas públicas y atacando el derecho al aborto y a los derechos de los pueblos indígenas. Indujo y sostuvo la furia de sus bases políticas, y canalizó recursos a grupos religiosos, financiando polémicos proyectos de rehabilitación de usuarios de drogas y utilizando dinero público para pagar propaganda oficial en medios de comunicación evangélicos”.

Finaliza Borón analizando: “El obvio pero sistemáticamente negado “déficit democrático” de los sistemas políticos que se pretenden democracias (¡y que no lo son!) se combina con los efectos de la crisis capitalista y los desquiciantes movimientos de las placas tectónicas del sistema internacional en Ucrania y Taiwán. Y esto, políticamente hablando, es dinamita. Para desactivar esta bomba de tiempo se requerirá de mucha habilidad política, inteligencia y fuerza, para tomar decisiones difíciles que provocarán encendidos debates. Ojalá que Lula pueda demostrar que posee esas virtudes”.

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