Las mariposas de San Juan

HAITÍ-

Prospery Raymond-

Junio despliega su vibrante tapiz sobre el paisaje de Haití, un mes en el que el esplendor de la naturaleza alcanza su crescendo. Cuando era niño, la llegada del 24 anunciaba una sinfonía de flores, pájaros y la danza etérea de las mariposas, que llenaba mi corazón de una alegría desenfrenada.

En aquellos días despreocupados, el final del curso escolar traía consigo una liberadora sensación de libertad. Exento de exámenes finales, montaba en mi bicicleta y me embarcaba en aventuras por las sinuosas calles de Les Cayes, mi ciudad natal y un cielo azul. Dondequiera que mirara, los flamantes árboles adornaban la ciudad con sus flores de un rojo ardiente, encendiendo en mí un sentimiento de felicidad. Dejaba que la cálida brisa me acariciara la cara, sobre todo cuando pedaleaba por el muelle, permitiendo que el aire salado vigorizara mis sentidos.

Aunque el tiempo ha introducido cambios, junio sigue siendo un mes en el que puedo disfrutar del espíritu del verano, incluso en medio del ajetreo del trabajo. Mi mente vaga libremente, abrazando las simplicidades de la vida y encontrando consuelo en los momentos alegres, sin importar los retos que puedan surgir.

Mientras que los niños de Puerto Príncipe pueden verse privados de este bello espectáculo, desplazados por la dura realidad de una situación de seguridad tumultuosa, los de las zonas rurales tienen un asiento en primera fila para asistir al encantador espectáculo de la naturaleza. Este año, aunque lejos de las costas de Haití, puede que no presencie los enjambres caleidoscópicos de mariposas que antaño adornaban los cielos.

Sin embargo, en mi mente puedo imaginar el despliegue de sus delicadas alas, un tapiz de colores vibrantes que baila sobre los verdes campos y las exuberantes praderas. Frágiles y etéreas, revolotean y revolotean, posándose sobre mi cara y mi pelo, transmitiéndome una sensación de asombro y tranquilidad infantiles.

El clima cambiante ha alterado sus patrones, recordándome que la adaptación es clave, incluso cuando me aferro a la esencia de espíritu libre de mi juventud. En esos fugaces momentos en que las mariposas me rodean, me transporto a un reino donde la belleza de la naturaleza me envuelve, encendiendo la piel de gallina y una sensación de aleteo dentro de mi alma: una profunda conexión con el mundo que me rodea y las indómitas profundidades de mi ser interior.

En la danza caprichosa de las mariposas encuentro consuelo, un recordatorio de que debo abrazar la belleza efímera que ofrece la vida, deleitarme en el presente y llevar el espíritu del encanto de junio allá donde me lleve mi viaje.

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