PERÚ-
Por Rolando Pérez-
[Ponencia presentada en el V Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación, realizado en Paraguay (6-9 de octubre, 2016)]
Uso para esta ponencia los insumos de una reciente investigación que acabo de concluir, gracias al apoyo de la Pontificia Universidad católica del Peru, sobre los roles que juegan los actores vinculados a los grupos religiosos, el modo cómo reconstruyen su participación y representación en el espacio público, así como sus estrategias de inserción en la sociedad civil, a partir de su involucramiento en las iniciativas de protesta social en el marco de la reivindicación y defensa de determinados derechos.
Se trata más específicamente del papel de los actores religiosos en contextos de conflictividad socio ambiental en el Peru, para lo cual tome dos casos emblemáticos ocurridos en dos provincias del Perú (Cajamarca y Junín) en donde las industrias extractivas han generado altos niveles de contaminación y atropello de los derechos ambientales de las comunidades afectadas.
La conflictividad socio-ambiental en América Latina
Los conflictos socio-ambientales en la región da cuenta del modo como el Estado ha cedido paso a aquellos que ven en ella recursos apetecibles para la adquisición de ganancias particulares a costa de la violación de los derechos ambientales elementales y la subestimación de los afectados por los efectos de la operación de las industrias extractivas.
En este sentido, la conflictividad socio-ambiental en la región visibiliza no solo los efectos de la aplicación de determinadas políticas públicas implementados desde el Estado, en el que se privilegia una lógica o modelo de desarrollo que pone en paréntesis la defensa de los derechos ciudadanos, el valor de la dignidad humana y la afirmación del bien común.
Precisamente, la insensibilidad del Estado frente al modo como la operación de las industrias extractivas viola los derechos socio-ambientales, ha generado el re- surgimiento de iniciativas ciudadanas diversas de protesta social e incidencia política. La movilización social ha puesto en agenda el rol de los diversos actores sociales locales –entre los que se encuentran los agentes religiosos o grupos vinculados a las iglesias–, a partir del cual ponen en juego sus recursos, despliegan diversas estrategias de protesta y recrean a la participación en la vida política desde lo local.
Las transformaciones religiosas en el espacio público
A modo de contextualización es importante mencionar brevemente algunos aspectos en relación con el capital religioso en el espacio público.
En el contexto de pluralización del campo religioso en américa Latina, es importante notar una cada vez más una creciente presencia de actores religiosos, tanto a nivel de las instituciones eclesiásticas, como de las redes de laicos, en iniciativas de movilización e incidencia política en favor de las comunidades y ciudadanía afectados por la violencia, la violación de los derechos y la afectación de las libertades.
Daniel Levine (2005) sostiene que el sector de las iglesias que se mueven en la línea de la promoción de derechos ha ocupado un papel significativo en diversos países del continente formando parte importante del auge del movimiento de derechos humanos y protesta civil. En ese mismo sentido, Catalina Romero (2008) señala que estos grupos o movimientos de fe han llenado el vacío generado por la debilidad y la ausencia de actores políticos e instituciones del Estado.
La mayoría de estas organizaciones han jugado roles claves para fortalecer procesos emblemáticos. En ese sentido, ha sido notable observar la participación de organizaciones y actores de las iglesias en los procesos de creación de la comisiones de la verdad, las mesas de concertación para la lucha contra la pobreza, los movimientos anti corrupción, asi como las iniciativas de lucha contra las violación de los derechos ambientales en contestos de operación de las industrias extractivas. Precisamente, un importante esfuerzo en este último campo lo constituye la Red Iglesia y Minería, en el que confluyen iglesias y redes ecuménicas con el propósito de desarrollar iniciativas de incidencia y acompañamiento pastoral a las comunidades afectadas por la operación de las industrias extractivas.
Esta presencia múltiple y diversa no deberían ser observados en términos de un supuesto resurgimiento religioso, por la simple razón de que la religión nunca dejó de ser pública en América Latina. En ese sentido, “lo que cambia no es la presencia o el rol activo de la religión en tanto tal, sino más bien la relevancia pública que empiezan a adquirir en in contexto en el que la religión, en sus diversas expresiones empieza a ser tomado en cuenta por observadores políticos y mediáticos.
El caso que investigamos da cuenta que los movimientos sociales han empezado a considerar la importancia del capital religioso, a partir del modo como los agentes de las iglesias aportan desde el capital religioso no solo al fortalecimiento de la protesta, sino también a la legitimación del movimiento social, a partir del acompañamiento a las personas y comunidades afectadas por el atropello de los derechos y los esfuerzos de incidencia política.
Desde este marco, me gustaría hacer algunas lecturas a partir del estudio que desarrollamos en Peru, a partir de dos de los casos de conflictividad socio ambiental, n el que observamos una activa participación de los actores vinculados a la iglesia.
El capital religioso en las prácticas y las dinámicas de la movilización social
Una primera lectura en relación a la participación de las organizaciones basadas en la fe en este caso, está asociada al modo como el capital religioso puede constituirse en un factor movilizador de la lucha en favor de los derechos de los afectados por las situaciones de injusticia, la restricción de las libertades y el abuso de poder.
En los casos que analizamos, observamos una activa participación de los actores religiosos en acciones concretas de las acciones de incidencia organizadas por los grupos de la sociedad civil en cada zona. Po ejemplo, en Cajamarca, las parroquias de la localidad de Celendín y Bambamarca albergaron a los manifestantes que llegaban desde distintos distritos rurales para participar en las acciones de protesta. Asimismo, algunos de los párrocos y religiosas acompañaban a los líderes del comité cívico y las rondas campesinas en la organización de las acciones de incidencia.
Estos casos dan cuenta del papel relevante de la religión en las acciones de protesta y la movilización social en favor de acciones de justicia. Aquí quisiera señalar cinco maneras como el capital religioso ha incidido en la movilización social a este nivel:
En primer lugar, los agentes de las comunidades de fe, especialmente en el ámbito local, proveen un capital humano importante combinando recursos micro claves para la movilización (sensibilizando a la gente, creando puentes de solidaridad, activando las redes de apoyo y acogiendo a los afectados. Esta es una tarea que naturalmente ha desarrollado las iglesias locales, pero en este contexto cobra un valor político importante, porque la ayuda al/a necesitado/a, al excluido/a tiene repercusiones en la lucha por la salud de la comunidad, la defensa del bien común, pero al mismo tiempo constituye una acto de visibilización y protesta sobre la actuación de los causantes del atropello de la violación de los derechos humanos.
En segundo lugar, otra de las con contribuciones comunicacionales de los agentes eclesiásticos tiene que ver con la implementación de una creativa estrategia de comunicación a través de la recreación de los tradicionales rituales religiosos, usándolos como espacios de mediación comunicacional para sensibilizar y visibilizar la problemática de la violación de los derechos ambientales en aquellas comunidades afectadas por la operación de las industrias extractivas.
Nuestro estudio da cuenta del valor pedagógico que tiene tanto para los afectados como por los activistas que trabajan alrededor de los derechos ambientales. En muchas campanas de incidencia en favor de las comunidades afectadas por los efectos de la extracción minera, los actos litúrgicos y “jornadas de oración” pública en favor de las comunidades fueron fundamentales para la concientización tanto a nivel de la ciudadanía como de los operadores judiciales y políticos.
Estas liturgias cívicas o rituales religiosos desde la perspectiva de los derechos tiene un valor crucial en una época en el que se construyen otros rituales desde la oficialidad de las iglesias con discursos fundamentalistas que intentan detener los procesos en favor de una sociedad afirmada en la igualdad de los derechos y la reivindicación de las minorías excluidas. Las marchas por la vida han empezado a emerger en esta época, pero no todas las movilizaciones en favor de la vida, realmente predican el valor de la vida plena.
El rito religioso construido en el marco de la conflictividad social, en el que la casa de Dios es atropellada, recrea y re-significa la protesta social de un modo tal que termina convirtiéndose en un acto de espiritualidad ciudadana practicada no solo por los actores religiosos, sino también por aquellos que incluso en otras circunstancias conciben los actos religiosos o las ritualidades eclesiásticas como ajenos a las contingencias políticas y sociales.
En otro sentido, este tipo de ritualidades genera un reencantamiento de un sector de los fieles que se apartaron de la iglesia institucional porque la perciben distanciada de la vida cotidiana y ajena a los problemas sociales. Es aquí donde los grupos y liderazgos religiosos involucrados en el activismo social o político adquieren nuevas legitimidades públicas, construyen nuevos puentes de confianza con la gente y afirman la imagen de una iglesia menos ensimismada en su mundo interno y abierta a la sociedad, es decir, como diría el papa francisco, una iglesia más humana y compasiva, cercana a aquellos que están en los márgenes de la vida.
En este sentido, es posible apreciar que la comunidad de fe –afirmada desde una perspectiva ecuménica, ciudadana –construida desde la experiencia religiosa que se afirma en los actos ciudadanos, hace que los fieles, y especialmente aquellos que están comprometidos desde su fe con causas de resistencia cívica, alimenten un sentimiento de pertenencia [renovado] a la iglesia y permite interactuar con otras comunidades eclesiales y con la organización eclesiástica en sus distintos niveles jerárquicos.
En tercer lugar la actuación de los grupos religiosos en los contexto de protesta por las injusticias a nivel de la violación de los derechos ambientales se convierte en un factor de mediación comunicacional, que posibilita, por un lado, la representación pública de una particular expresión pastoral contestataria y profética desde el que estos sectores religiosos impregnan su sello teológico-político al ingresar a la arena pública.
Por otro lado, se observa en este caso el modo como el rito religioso y la participación de los agentes religiosos en estos espacios públicos de protesta y reivindicación de los derechos, actualiza una determinada memoria colectiva que da cuenta de una trayectoria que se conecta con discursos, actores y movimientos que en épocas anteriores animaron o alentaron una lógica de acción pastoral y perfil público de las iglesias concordantes con aquello que estos agentes religioso contestatarios intentan construir.
Resulta interesante, por ejemplo, escuchar los relatos de los sacerdotes y laicos católicos entrevistados, quienes recuerdan que sus luchas estan conectadas con el legado de cristianos y cristianas que en el pasado se comprometieron dese su fe con las luchas contra las injusticias y atropellos de su tiempo.
Esta misma perspectiva se puede notar en el discurso del líder católico principal de la campaña en favor de la comunidad de La Oroya, el Arzobispo de la región, Monseñor Pedro Barreto. Así se aprecia en esta nota periodística:
….nadie acallará la voz de la Iglesia en la defensa de los intereses de los pueblos, aunque existan algunos sectores interesados en ello. Recordó que la Iglesia expresó, durante el Concilio Vaticano II que se realizó hace más de 45 años, que es la servidora del mundo. “Hay grupos de interés que quieren acallar la voz de la Iglesia en defensa de la vida, de la dignidad de la persona y del medio ambiente. Pero jamás, nada, ni nadie, nos va acallar esa voz profética que Jesús quiere que realicemos hoy, porque es sin duda alguna el mejor camino para buscar la felicidad de todos especialmente de aquellos que nos acusan, como Iglesia, de meternos en un asunto que no nos corresponde […] Por tanto, seguiremos luchando, pero siempre con la cabeza erguida porque sabemos que estamos defendiendo la vida y esa es la orientación que la Iglesia quiere que realicemos”, concluyó.
La activación de esta memoria religiosa y política, para el caso católico, reactualiza las fuentes teológicas fundantes de la lucha de agentes pastorales católicos que decidieron hacer una opción preferencial por los pobres. En este sentido, como señala Rene de la torres, el rito religioso construido desde la resistencia ética y profética da cuenta del modo como en medio de las memorias de colonización también se reactivan las memorias de resistencia cultural de los pueblos. (De la torre, 2014).
Estas jornadas publicas activada por los agentes de las comunidades de fe visibiliza y pone en relevancia a aquella comunidad de cristianos que se resisten a convertirse, como diría Gustavo Gutierrez, en la iglesia del silencio, silencio frente al despojo.
En quinto lugar, los actores de las comunidades de fe vienen haciendo una enorme contribución a través del acompañamiento pastoral a los activistas de la protesta ambiental para, reanimándolos y legitimando su causa, dado que este tipo de luchas se desarrollan a largo plazo y se enfrentan a otros actores y estrategias que buscan contrarrestar la iniciativa contestataria. Los estudiosos sostienen que los grupos religiosos que participan en iniciativas ciudadanas contestatarias se constituyen en una suerte de comunidad de desafiadores, en tanto que pueden jugar el rol de aquellos que tienen la capacidad y el espíritu, para desafiar, alentar o (re) animar a los movilizadores sociales y activistas ciudadanos, a fin de lograr aquellos cambios sociales que no necesariamente se consiguen a corto plazo.
En sexto lugar, los grupos e instituciones religiosas proveen una serie de “repertorios de movilización” que corresponden a los recursos macros como son: la provisión de locales para las reuniones de los activistas, los lobbies políticos para la incidencia, la creación de puentes con actores influyentes (decisores) y activistas internacionales (Levine, 2012), así como la activación de redes transnacionales de comunicación. En el caso de La Oroya, los grupos presbiterianos y jesuitas movilizaron a religiosos en la sede de la empresa que administraba el complejo metalúrgico en la localidad de la Oroya. Esto ayudo, como en otros casos, ayudó a diversificar, lo que los estudiosos de la movilización denominan, los “repertorios de movilización e incidencia” (Paredes, 2014). La conexión con estas redes fortaleció a la coalición de organizaciones ambientalistas que lideraron la campana de incidencia en favor de La Oroya.
En séptimo lugar, los agentes de las comunidades religiosas proveen una perspectiva ética de la acción política que proviene de la cosmovisión religiosa profética, logrando que la protesta política se humanice.
Lo que se observa es que estos grupos religiosos participaron en esta iniciativa de la sociedad civil a partir de la asunción y la comprensión de un tipo de espiritualidad que se conecta –como sostiene Boaventura de Sousa Santos – con la defensa de los derechos y que asume que el Dios que sostiene dicha espiritualidad se indigna ante las opresiones, la violación de los derechos y las restricción de las libertades que impiden a los ciudadanos convertirse en sujetos y experimentar el mundo como cosa propia (Santos, 2014).
Fortunato Mallimaci califica a este tipo de actuación religiosa como la del sacrificio militante en pos del bien común, “que genera la representación de un tipo de laicidad en medio de las múltiples laicidades puesta en escena por la religión pública. Esta laicidad contrasta con la separatista, la autoritaria y la anticlerical y se manifiesta desde la fe cívica, la del reconocimiento y la de la colaboración” (Mallimaci, 2014).
Estos grupos, inspirados en las teologías católicas de la liberación o las teologías evangélicas holísticas se ubican en el lado de lo que Boaventura de Souza (2014) denomina teologías pluralistas en contraste con las fundamentalistas.
En esta misma línea, la opción teológica de los actores religiosos comprometidos con la causa de los derechos en este caso da cuenta que la experiencia de la indignación rompe con aquellas concepciones y prácticas instrumentalistas de lo ético. Se trata, más bien, de lo que Juan Jose Tamayo, denomina la ética de la alteridad, que implica no solo la afirmación de los gestos de solidaridad y compasión eventual o circunstancial por el prójimo, sino fundamentalmente crear las condiciones para que el Otro sea incorporado a la comunidad, recupere su lugar en la vida política y participe activamente en la vida pública (Tamayo, 2011).
Precisamente, la apropiación de esta lógica teológica de la acción política otorga a los actores religiosos una suerte de capacidad no solo para generar iniciativas de incidencia orientadas a cambiar una situación de injusticia, sino para crear nuevas estrategias de solidaridad a su causa desde la población y de otros sectores, más allá del ámbito local, generando nuevas redes y rostros en la esfera pública.
Algunos apuntes sobre los aprendizajes desde estas experiencias de la protesta profética.
Estas experiencias nos enseñan que los esfuerzos y acciones tendientes a salir del gueto religioso e insertarse en la esfera pública –desde la perspectiva de la pastoral profética – requieren repensar una teológica pública conectada con una pastoral de la ciudadanía (Sinner, 2007). Esto implica reconocer la importancia de construir una práctica pastoral que posibilite el involucramiento activo de los miembros de las comunidades de fe en los procesos ciudadanos locales, pero al mismo tiempo requiere acciones pedagógicas para ayudar a los cristianos y cristianas a construir una espiritualidad que se haga carne en la militancia ecuménica, que tiene que ver con iniciativas desde las iglesias que se inserten en los movimientos y redes actividades desde la sociedad civil.
Pasar de la solidaridad distante al empoderamiento de los afectados
Por otro lado, estos guardianes proféticos de la casa común, que entran a la a la esfera pública desde sus convicciones y utopías cristianas, nos recuerdan que no es posible desarrollar incidencias públicas desde lo profético si ella se conduce desde el liderazgo institucional distante de los afectados. Trabajar para que los rostros y las voces de nuestros hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de los sistemas de opresión puede demandar enormes esfuerzos y costos, y puede tomar mucho tiempo. La militancia de años de nuestros hermanos y hermanas de las comunidades de fe que vienen acompañando incansablemente a las comunidades afectadas por las violencias y la violencia de los derechos es inspirador para pensar esta lógica de solidaridad desde el camino.
A pesar que puede tomar mucho tiempo, trabajar para que las comunidades constituye un pilar clave para construir iniciativas de incidencia, pastoralmente proféticas y políticamente sostenibles. Tanto en los casos que investigamos en Perú, como en otras iniciativas similares en la región alrededor de la lucha por los derechos ambientales en las localidades de alta incidencia de las industrias extractivas, se invirtió muchísimo tiempo y esfuerzo para que las personas afacetadas participen activamente en todos el proceso de la campana. Fue gratificante ver a los dirigentes del Movimiento por la salud de La Oroya, hablando en los medios sobre la crítica situación por la que atravesaban. Muchos de ellos fueron alentados, acompañados y capacitados por agentes de las iglesias y redes de organizaciones basadas en la fe, que decidieron caminar con ellos y ser parte de su lucha.
Sobre este punto, el Papa Francisco nos lo recuerda en su encíclica “Laudato si”: “Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.
Pasar de la difusión a la legitimación pública de los rostros proféticos
Finalmente, quienes trabajamos desde la comunicación tenemos el desafío de desarrollar estrategias son solo de visibilización , sino también de acompañamiento comunicacional a estas iniciativas, tanto desde nuestros medios de comunicación, nuestras redes ciudadanas como desde la academia, en términos de fortalecer la incidencia de aquellos actores de este sector de la iglesia, que desde la indignación y la lucha por hacer que otro mundo sea posible entran a la esfera pública y participan en la construcción de una agenda social y política en el que la lógica de la defensa de los derechos y la cultura de la inclusión son afirmados.
Los esfuerzos de la Red Eclesial Panamazónica y la Red Iglesia y Minería constituyen esfuerzos claves que surgen desde las organizaciones vinculadas a las iglesias que empiezan a visibilizar el rostro ciudadano de los movimientos de fe a este nivel. Junto con estos esfuerzos interinstitucionales necesitamos repensar estrategias de generación de corrientes de opinión e incidencia pública de los actores de las iglesias, tanto a nivel local como en las instancias nacionales donde el impacto mediático repercute entre los tomadores políticos de decisión.
Esta visibilización y empoderamiento público de los rostros proféticos de la iglesia es clave en un contexto en el que observamos una incidencia publica cada vez más creciente de aquellos sectores y actores religiosos fundamentalistas que desde su integrismo de fe y su agenda religiosa reduccionista y etnocéntrica buscan construir agendas públicas e incidir en la construcción las políticas públicas, desde una perspectiva que contrarresta los procesos de laicización en el continente.
Esta estrategia de visibilización de los rostros de las iglesias desde una lógica ciudadana puede tener un impacto pedagógico no solo a nivel de la comunidad política más amplia, sino también al interior de nuestras propias comunidades de fe e instituciones eclesiásticas en donde encontramos ciertas resistencias para construir una iglesia sensible al clamor de la tierra y los pobres, especialmente la de aquellos que claman por mas justicia e inclusión, más respecto a sus derechos, menos atropello a su dignidad, es decir, más cuidado integral de nuestra casa común.
Desde esta perspectiva, los comunicadores cristianos podemos construir un discurso teológico y una práctica pastoral profética en la esfera pública que sea alternativa, pero no marginal, y que al mismo tiempo desarrolle una pedagogía pastoral para una ciudadanía activa.
Fuentes bibliográficas:
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El autor es Profesor de la Pontificia Universidad Catolica del Peru- Miembro de la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC-AL)