“Votar por el SI, no fue una decisión improvisada” afirma Directora de Justapaz

PAZ

COLOMBIA-

Intervención de Jenny Piedad Neme Neiva, menonita, Directora de Justapaz, Miembro de la Comisión de Paz del Consejo Evangélico de Colombia CEDECOL y Miembro del Dialogo Intereclesial por la Paz –DIPAZ en el Congreso durante el debate de refrendación del Acuerdo de Paz.

Todas las cosas tienen su tiempo y todo lo que está debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo para decir NO y tiempo para decir SI, tiempo de guerra y tiempo de paz.
(Inspirado en el libro de Eclesiastés 3. La Biblia)

El sector religioso no es uniforme en Colombia. No tiene una sola voz. Desde 1991 es reconocido el derecho a la libertad religiosa y de cultos y hoy existe una pluralidad de confesiones religiosas conformadas por entidades religiosas y organizaciones eclesiales con distintas apuestas y en la actualidad no existe una única instancia que represente la voz de este sector.

En medio de esta pluralidad, hemos existido iglesias, organizaciones eclesiales, plataformas eclesiales que por nuestra historia en el mundo, por nuestra tradición de fe, por nuestra teología, por nuestras opciones prácticas tenemos una clara vocación por la paz. Y en Colombia desde hace mas de 30 años varias de estas iglesias hemos clamado por la paz en Colombia reconociendo la existencia prolongada del conflicto armado y las distintas formas de violencia que agobian a la población colombiana.

Nuestra vocación de paz nos ha llevado a tener un llamado a estar del lado de las víctimas. Varias de estas iglesias y organizaciones eclesiales hemos hecho un trabajo serio de documentación de violaciones de derechos humanos contra personas de iglesias y cometidos por todos los actores armados incluyendo la fuerza pública. Se ha hecho un importante trabajo de atención psicopastoral, atención en emergencia, acompañamiento jurídico. Se han desarrollado iniciativas de emprendimiento y desarrollo económico. Son 60 años en donde hemos sigo testigos de la realidad del conflicto armado en distintas zonas del país por esta posibilidad de caminar con nuestros hermanos y hermanas que sufren en los territorios y porque también hemos sido víctimas.

En medio del rigor del conflicto armado, las iglesias en distintas zonas del país han desarrollado autónomamente iniciativas por la paz, generando esperanza en sus comunidades. Y no solo caminamos con las víctimas. También hemos caminado con los responsables de crímenes y vitimizaciones. Hemos sido testigos cómo las medidas restaurativas permiten avanzar en el reconocimiento de la verdad de lo que pasó, asumir responsabilidades, pedir perdón y tomar medidas de no repetición. Hay experiencias en cárceles y ya hay experiencias en espacios comunitarios donde excombatientes, víctimas y personas no afectadas por el conflicto armado conviven y trabajan para su recuperación personal y social. Y la iglesia ha jugado un papel de facilitador de los procesos restaurativos que no son fáciles. Por el contrario tienen un nivel alto de exigencia personal, comunitaria y eclesial.

Este caminar resiliente nos llevó en varios momentos a buscar elevar nuestra voz reconociendo que no todos estamos en la misma página dentro del sector religioso. En el año 2006 mas de 120 líderes de iglesias de distintas denominaciones del país nos reunimos en San Andrés Islas -hoy vigente- y emitimos una declaración en donde exhortábamos al gobierno y a los distintos grupos armados a caminar sobre salidas negociadas al conflicto armado, al cese bilateral al fuego y de hostilidades y caminar sobre medidas humanitarias para evitar mas afectación a la población civil. Exhortamos sobre la importancia de encaminarnos por la verdad, la justicia, el perdón, la reparación y las garantías de no repetición de cara a la Reconciliación. A buscar salidas al narcotráfico, a atender las necesidades mas básicas de la población a través de una presencia institucional real en los distintos rincones del país, a combatir la corrupción. También exhortamos a nuestros hermanos y hermanas a elegir bien a nuestros gobernantes quienes no han aportado lo suficiente a parar este desangre.

En el año 2012 al anunciarse el inicio del proceso de Conversaciones cuyo propósito fue aportar a la “terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera” nos agrupamos varias iglesias y organizaciones eclesiales y emitimos varios comunicados saludando este importante paso. En estos 4 años hemos reiterado nuestro apoyo a las conversaciones. Exhortamos a que no se levantaran de la mesa por más tensiones y dificultades que vivieran. Exigimos un cese bilateral. Denunciamos graves hechos contra la población civil. Participamos en los distintos foros temáticos convocados por la Mesa. Realizamos veeduria ciudadana al cese unilateral al fuego establecido por las farc y las medidas de desescalamiento por parte del ejército. De manera paralela hicimos eventos por la paz, pedagogía para la paz y de los acuerdos, salimos a las calles a clamar por la paz, movilizamos a nuestros hermanas y hermanos de iglesias de otros países para respaldar el proceso y los resultados, con la firme convicción que es el momento que Dios tiene dispuesto para una Colombia transformada.

Personas de nuestras iglesias y organizaciones votamos por el “si” al apoyo a los acuerdos logrados entre el gobierno y las farc. Como verán, no fue una decisión improvisada. Son años de convicción de la necesidad de pasar la página de violencia de este país. Es una necesidad de silenciar los fusiles y de asumir la promesa de Dios para Colombia como lo dice su palabra en el libro de Miqueas “El Señor juzgará entre las naciones y decidirá los pleitos de pueblos numerosos, aun de los más lejanos. Ellos convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra. Todos vivirán entonces sin temor, y cada cual podrá descansar a la sombra de su vid y de su higuera. ¡Son las propias palabras del Señor todopoderoso!”

Las iglesias que votamos por el “SÍ” lo hicimos por convicción en nuestra misión reconciliadora en una sociedad que está dividida y partida por el dolor producido por la disminución de la vida humana en Colombia. Estas iglesias apoyamos la paz porque la hemos sufrido de primera mano, especialmente las iglesias del campo y comunidades enteras como las pertenecientes a Conpaz, o las ubicada en el Cauca, Sur de Bolivar, Chocó, Montes de Maria, entre otras, que fueron desplazadas, perseguidas, cuyos pastores y familias fueron arrollados por el conflicto a manos de los diferentes actores sin que hubiera gran diferencia entre unos y otros, porque por allí la guerra pasó por encima de ellas sin discriminar a la población civil de los actores armados.

Saludamos la terminación de la fase de las conversaciones y el logro de los acuerdos. Lamentamos los resultados de la refrendación del 2 de octubre que puso a toda Colombia en vilo, en incertidumbre, en enorme tristeza de que el sentir de la nación no esté dirigida a parar la violencia, sino a reproducir nuevos conflictos. Nos duele que no haya un sentir solidario con las víctimas de mas de 60 años de conflicto armado. Preocupa que la incertidumbre crece y crece, además del juego de intereses tan evidente de distintos sectores políticos y sociales que lo que hacen es arriesgar lo logrado y exponer a mas violencia a la población civil como ya se ha evidenciado en las últimas semanas con tantos asesinatos selectivos en distintas regiones del país.

En medio de estos sentimientos de dolor e incertidumbre hemos recibido testimonios de personas de iglesias en las zonas de intenso conflicto sobre los beneficios del cese al fuego bilateral de más de un año y eso nos anima a que insistamos con la exigencia de la refrendación e implementación de los acuerdos.

Podemos quedarnos todo el tiempo revisando un Acuerdo, pero todo tiene su tiempo y es tiempo de implementar lo que se ha acordado. La historia y los hechos servirán para reajustar lo que sea necesario, pero es tiempo de avanzar. Valoramos lo que se ha logrado hasta ahora. Les exhortamos a que no sigan arriesgando lo logrado. Reconocemos que no es un acuerdo perfecto, pero es lo que existe y se debe proceder con ello.

Como iglesias no renunciamos a nuestra vocación de paz y continuaremos con nuestra labor, porque nuestro llamado y vocación va mas allá de un proceso particular como este. No desistiremos en trabajar y exigir porque los distintos actores de la sociedad contribuyan a la verdad, la justicia y reparación, incluyendo la responsabilidad de actores del sector religioso y de todos aquellos quienes tengan responsabilidad con el conflicto armado y las distintas formas de violencia . No desistiremos de llamar la atención de la importancia de la justicia restaurativa como un mecanismo serio y exigente que debe ser considerado para que hayan verdaderos procesos de transformación personal y social. No admitimos que se menosprecie y menos cuando de manera generosa y voluntaria comunidades de víctimas y organizaciones eclesiales hemos ofrecido nuestros espacios, experiencia y vocación para avanzar en procesos de sana convivencia con quienes nos han hecho daño.

Como Iglesias y organizaciones eclesiales nos mantendremos con una esperanza fortalecida aun en medio de la incertidumbre, sin desistir de nuestro ministerio de la reconciliación (2 de Corintios 5: 17-21). Insistiremos hasta el cansancio en la necesidad de facilitar el diálogo, por más difícil he improbable que sea y nos disponemos a disminuir esas brechas que nos separan, sin renunciar a nuestros principios y llamado. Igualmente, nos mantenemos en actitud de oración y discernimiento comunitario para que Dios nos guíe y continúe brindando sabiduría para que sea posible la terminación del conflicto armado y continuemos en el camino de la construcción de la paz.
Señores y señoras congresistas ustedes tienen ahora la oportunidad de hacer su parte en esta historia, es el momento de evidenciar la grandeza o dejar ver la pequeñez, lo que ha llegado a sus manos no es un simple documento con propuestas buenas, regulares o malas, lo que tienen en sus manos para estudiar y decidir es nada menos que el futuro de Colombia, o seguir buscando La Paz en medio de la guerra o construir La Paz en medio de las diferencias. Estamos cansados de la violencia. No queremos una paz barata donde puede mas el orgullo y la prepotencia que dará como resultado unas condiciones frágiles que harán inviable la democracia y la convivencia en el país.

En este periodo todos han podido opinar, los negociadores durante cuatro años, el pueblo colombiano en el plebiscito, ahora les corresponde a ustedes y esta es la hora de demostrar porque ustedes son representantes del pueblo colombiano, para que han sido elegidos.

Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela Salmo 34: 14
Jenny Neme
Miembro de la Iglesia Menonita de Colombia
Directora de Justapaz
Miembro de la Comisión de Paz del Consejo Evangélico de Colombia CEDECOL
Miembro del Dialogo Intereclesial por la Paz –DIPAZ
jennyneme@justapaz.org

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