Distopías sociológicas y la constante del mal

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ARGENTINA-

Por Hilario Wynarczyk, para ALC Noticias-

Recientemente pobló las noticias culturales de Buenos Aires la presencia de Érik Sadin, autor de “La humanidad aumentada. La administración digital del mundo”, un libro publicado en París en el 2013 y ahora en Buenos Aires por editorial Caja Negra.

Sin dudas, este autor francés, de cincuenta años, es un pensador exhaustivamente informado, que aparece generalmente como integrante del  campo intelectual de la filosofía, pero a rigor merecería ser considerado un autor ensayista del ámbito sociológico. En este sentido, la prosa de Érik Sadin es excelente, y su genio un envidiable creador de neologismos cuando dice cosas como, por ejemplo,  “tecnoliberalismo”.

La idea básica de la teoría de Éric Sadin, como personalmente lo entiendo luego de tomar contacto con dicho libro, es que la ambición sin límites del capitalismo acompañado por el liberalismo y la socialdemocracia, consigue que la tecnoinformática y la inteligencia artificial ganen progresivamente el control de la humanidad y nos lleven al advenimiento de una “antrobología”. La detección de los deseos de las personas y el manejo algorítmico de datos serían sus centrales recursos científico-tecnológicos.

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A partir de esta percepción yo formulo unas reflexiones de carácter crítico, que deseo compartir por medio de este artículo.

En primer término, pienso que es posible que la vasta hipótesis de Érik Sadin alcance un grado de verificación o constatación en ambientes urbanos con economías desarrolladas y libertad. Es decir, en contextos donde la gente está muy conectada a la informática, principalmente, y a otros mecanismos “inteligentes”. Sin embargo, no  creo que la hipótesis funcione en poblaciones semirurales postergadas, países muy pobres, dictaduras híper-totalitarias donde la “antrobología” no podría capturar a las personas, simplemente porque no están informatizadas y tecnologizadas.

Por otra parte, ingresando ahora en una segunda observación crítica, la negación de la capacidad de agencia de los seres humanos, la capacidad de ser actores que piensan y procuran sus propios objetivos y su destino,  así planteada, se parece a las formas de pensamiento estructuralista radical del materialismo histórico y el funcional-estructuralismo sociológico estadounidense de mediados del siglo XX. En todas estas variantes la estructura vence a la singularidad, vence a los individuos. Sin embargo, en ambos campos teóricos de la filosofía política y la sociología existe inversamente la idea de la acción colectiva versus la estructura. Y así mismo cree Sadin cuando deposita esperanzas en las chances de una acción de individuos y colectivos contra el avance del robotizador “acoplamiento humano-maquínico”. Con lo cual, además nos aporta otros de los elementos de su notable stock de neologismos muy gráficos y muy interesantes y útiles.

Por último, yendo más allá todavía, en un tercer paso de reflexión crítica frente al pensamiento de Érik Sadin,  es inevitable encontrar la semejanza de la distopía que él describe y pronostica, con el “Libro de las Revelaciones”, que generalmente conocemos como el libro del Apocalipsis. En este caso, traspolando términos en un ejercicio cuasi literario, nosotros podemos suponer que la política “socioliberal” (como Sadin la llama) sería “La Gran Ramera”. A su vez,  el tecnocapitalismo  sería “La Bestia”. Y el Silicon Valley su casa. En este panorama, la cifra enigmática de La Bestia,  el “666” marcado en la frente de las personas, cifra que en su momento original habría estado expresada mediante la numeración romana, se hallaría representada en la algoritmia informática.

En marcha a través de este camino, de análisis crítico y ejercicio de suposiciones y transliteraciones, resulta imposible dejar de pensar en distopías literarias como “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury y otras muy conocidas (“Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, “1884” de George Orwell). A las cuales cabría sumarles un libro menos mencionado: “Nosotros”, de Yevgeny Zamiatin, novela de 1921, publicada en Nueva York en 1972 por Bantam editores, con el título “We”. Y en esa misma década con el título “Nosotros”  por Grupo Editor de Buenos Aires, Ciencia Ficción, Selecciones Fotón.

En definitiva, un elemento que en forma constante atraviesa todas estas descripciones de un futuro de la humanidad, es la absorción y el sojuzgamiento de los seres humanos por fuerzas rotundamente malignas, de tipo espiritual, supra-humano, en un sentido religioso, o de tipo científico tecnológico en un sentido que no pretende ser religioso, pero nos remite a una estructura constante, trans-histórica, situada en el concepto del mal absoluto, o “el enigma del mal”.

 

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