“En los 500 años de la Reforma, conmemoramos lo que nos une y no lo que nos separa”: un diálogo con Wanda Deifelt

 Wanda Deifelt

Wanda Deifelt

MÉXICO-

Leopoldo Cervantes-Ortiz- 

Wanda Deifelt es brasileña, doctora en Teología (por el Seminario Garrett y la Universidad del Noroteste, Illinois) pastora de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana y doctora Honoris causa por la Universidad de Oslo, Noruega. Luego de varios años como profesora en la Escuela Superior de Teología de su país (1991-2004), actualmente ejerce la docencia en el Seminario Lutero, de Decorah, Iowa, donde ofrece cursos sobre luteranismo. Ha sido profesora visitante en India y Canadá, colaboradora en varias instancias internacionales de su confesión (participó directamente en la época en que se redactó el documento conjunto católico-luterano sobre la doctrina de la justificación por la fe, en 1999) y fue miembro del consejo consultivo del Instituto Ecuménico de Bossey, del Consejo Mundial de Iglesias (1994-2003). Es autora de diversos artículos y ensayos, y editó el volumen Market and margins. Lutheran perspectives (2014).

 

En el año de la celebración del quinto centenario de la Reforma Protestante, ¿cómo aprecia usted el estado de salud de las iglesias y comunidades que reivindican esa herencia, en sus diversas manifestaciones en el mundo y, particularmente en América Latina?

La presencia protestante en América Latina se dio a través de la misión o la inmigración y, durante mucho tiempo, esta identidade estuvo marcada por su antagonismo hacia el catolicismo. En gran medida, ser protestante era ser lo que los católicos no eran, o no ser lo que los católicos eran. Pero la conmemoración de la Reforma, en 2017, sucede en otro momento histórico. Por primera vez, la Reforma es conmemorada de modo ecuménico, es decir, sin enfatizar lo que nos separa como denominaciones, sino lo que nos une. Esto se debe, em gran parte, a los câmbios que ocurrieron dentro de l ala iglesia católica. El Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) trajo consigo una apertura ecuménica e interreligiosa. Este aggiornamento del catolicismo, –tomando prestado el término italiano utilizado y popularizado por el papa Juan XXIII para designar la actualización de la iglesia católica– represento también una apertura para el diálogo com otras iglesias.

¿Considera usted que las comunidades cristianas actuales aún encarnan los ideales y prácticas derivados de la lucha de Lutero y los/as demás reformadores/as?

Sí y no. Los ideales de la Reforma continúan fuertes em lo relativo al uso de la Biblia, la centralidade de la predicación de la Palabra de Dios, el acceso a la educación (incluyendo la formación teológica) la importancia de la música, así como el sacerdocio universal com su énfasis em la participación de las personas laicas en la vida comunitaria. Felizmente, hay un distanciamento de la postura beligerante de Lutero en favor de una postura de mayor diálogo. Este distanciamento también se dio, dentro de las iglesias luteranas, a través de la crítica a los escritos de Lutero contra los judíos y los anabautistas. Un momento marcante fue cuando, en la asamblea de la Federación Luterana Mundial, em Stuttgart, Alemania (en 2010), la comunión de las iglesias luteranas pidió perdón a las comunidades menonitas por haberlas perseguido por causa de su teología del bautismo. De la misma manera, muchas iglesias luteranas se distanciaron y criticaron abiertamente los escritos de Lutero contra los judíos. Creo que estos ejemplos son testimonio de que la iglesia es y debe estar siempre en estado de reforma (ecclesia semper reformanda).

¿Qué avances y/o retrocesos se han manifestado en los últimos 20 años en relación con la herencia protestante en América Latina?

En América Latina, y especialmente en Brasil, pienso que muchos avances se dieron em el área formativa, en las publicaciones y en la inserción social. Un ejemplo de cambio y actualización fu ela ordenación de mujeres. Esto llevó a uma reflexión tanto sobre el significado del ministério ordenado dentro de las iglesias, como de sus implicaciones sobre los estereotipos de género también en la sociedad. La ordenación de mujeres no sucedió solamente en las iglesias luteranas sino también em otras confesiones protestantes (metodista, anglicana y presbiteriana, por ejemplo). Esta nueva realidade llevó a uma movilización entre pastoras y mujeres estudiantes de teología, pues se crearon redes de apoyo y discusión. Encuentros ecuménicos de mujeres (pastoras y estudantes) propiciaron compartir experiencias, ensayar nuevas liturgias y lecturas bíblicas, además de fomentar la actualización teológica (mediante conferencias no sólo teológicas sino también de sociología, derecho, economía, psicología, etcétera). En Brasil, los primeros encuentros sucedieron al inicio de los años 80, organizados por pastoras y estudiantes metodistas, que ampliaron la invitación para estudiantes luteranas. En 1983, se realizó el primer encuentro de pastoras y estudiantes luteranas de teología, en São Leopoldo. Esta práctica ecuménica fue muy oportuna y propició el intercambio de personas e ideas.

¿La imagen de Lutero, desde una lectura teológica feminista como la suya, sigue siendo útil o vigente para los cristianismos liberadores de la actualidad?

Lutero forma parte de un movimiento de reforma. No fue el primero en articular protestas contra los abusos cometidos, en la época, por la iglesia católica y tampoco fue el único en hacerlo. Es importante recordar que la reforma fue y sigue siendo un movimiento colectivo, donde funciona el principio protestante. Podría decirse que las teologías contextuales –y entre ellas, la teología feminista– forman parte de este movimiento, como intentos por traducir el mensaje del Evangelio a la realidad de nuestro tiempo y a partir del lugar donde nos encontramos.

A la virgen María ha usted intentado “rehabilitarla” como una “santa protestante”. ¿Es viable esa recuperación para las mujeres de hoy, protestantes o no?

María es un personaje muy valorado en la espiritualidad y en la cultura latinoamericana porque representa la cercanía con la realidad, la experiencia de las personas sometidas y sufrientes. Sin entrar en detalles de los debates dogmáticos y teológicos, María tiene un papel bastante limitado dentro del protestantismo, lo cual es lamentable, si se recuerda que el propio Lutero era muy aficionado a María. En su comentario sobre el Magnificat, por ejemplo, identifica su cántico como modelo de ética, especialmente para los gobernantes y para quienes ejercen cargos públicos. (Lutero dedicó su comentario al joven duque Juan Federico, en 1521, estimulándolo para ser un gobernante justo.) Para él, la voz profética de María en el Magnificat resume el mensaje cristiano. Pero para cada quien hay una consecuencia distinta: los poderosos son derrumbados y los humildes, exaltados, quien tenga hambre será saciado y los ricos serán enviados con las manos vacías. Por eso, María es un modelo no sólo para las mujeres, sino para todas las personas.

¿Qué sugiere usted plantear, reflexionar y hacer, desde las bases eclesiales, para celebrar adecuadamente los 500 años de la Reforma Protestante que se avecinan?

Necesitamos darnos cuenta de que hay más cosas que nos unen que las que nos separan. Después de 50 años de diálogo bilateral entre luteranos y católicos conseguimos superar los antagonismos y destacar el diálogo. Un ejemplo es la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, firmada el 31 de octubre de 1999 por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos de la Iglesia Católica y por representantes de la Federación Luterana Mundial. Este documento estableció un consenso en “verdades básicas” sobre la justificación –el asunto que dividió a la iglesia en la época– y declara que las condenas mutuas del siglo XVI ya no están vigentes. En 2006, la Conferencia Mundial Metodista y, en 2017, la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas firmaron también el documento, ampliando la comunión ecuménica. De la misma forma, el documento Del conflicto a la comunión invita a las iglesias católica y protestantes a conmemorar el 2017 contando la historia de lo que sucedió en estos últimos 500 años, reconociendo que ninguna de las partes está libre de errores. A partir de esto es posible colocarnos bajo la gracia de Dios y comprometernos a caminar juntos y juntas.

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