ARGENTINA-
Sermón dado por la Rev. MERCEDES GARCÍA BACHMANN, *Pastora de la Iglesia Evangélica Luterana Unida (Argentina – Uruguay), en el marco de la Conmemoración ecuménica de los 500 Años de la Reforma, realizada en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires. Un momento histórico en muchos sentidos. Primera vez que una mujer y protestante, predica en la Catedral.
Yo soy. Un nombre propio, YHWH, probablemente derivado del verbo «estar presente, acompañar» HYH y, por lo tanto, «Yo acompañaré». Ese nombre propio, derivado de una primera persona singular del imperfecto que en hebreo no tiene género gramatical y por lo tanto no es ni masculino ni femenino, se hizo impronunciable y terminó convertido en un título patriarcal, ho kyrios en griego y «el Señor», en lugar de seguir siendo nombre propio y único. Dado que el verbo griego ya indica la persona y el número, su inclusión enfatiza e indica alusión a YHWH.
El Evangelio de Juan ofrece siete discursos en los que Jesús se manifiesta como YO SOY, aunque también hay otras instancias en medio de diálogos. Nuestro texto, Juan 15, 1-5, es el último de dichos sermones o discursos:
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.
Todo sarmiento que en mí no da
fruto, lo corta
y todo el que da fruto, lo limpia
para que dé más fruto.
Ustedes están ya limpios
gracias a la palabra que os he anunciado.
Permanezcan en mí,
como yo en ustedes.
Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo,
si no permanece en la vid;
tampoco ustedes, si no permanecen
en mí.
Yo soy la vid,
ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí, y yo en él,
ese da mucho fruto,
porque separados de mí,
no pueden hacer nada. (Jn 15, 1-5).
Según Juan, estamos en la víspera de la Pascua, por lo tanto, en primavera, puesto que estas palabras son parte del discurso de Jesús durante su última cena con sus discípulos (capítulos 13-17). Si bien ningún discípulo, varón o mujer, es identificado/a como viñador/a, hasta los pescadores galileos, María de Magdala, Lázaro, María y Marta y tanta otra gente que acompañaba a Jesús sabría algo de viñas: que hay que podarlas dos veces al año, para que la producción de fruta se concentre y para fortalecer algunos troncos.
Seguro que todo el pueblo sabía cuándo se estaba podando, así como sabía cuándo se estaban arreglando los barcos, cociendo vasijas, esquilando los animales, preparando una boda. Así que la propuesta de Jesús, de permanecer, tampoco les resulta- ría rara, ya que vivían unidos y unidas por múltiples lazos, incluida la fe en YHWH, la opresión imperial y las incertidumbres de la vida diaria. Evidentemente, este «permanecer» al que invita Jesús es distinto que el ser parte de una estructura social pequeña y vital como la aldea.
El uso de la frase «la vid verdadera (o genuina)» con artículo y adjetivo, inmediatamente alerta de que hay otras viñas y probablemente otros viñadores con los que Jesús se contrapone. En la Biblia tenemos numerosos textos de la vid para hablar de Israel y su relación con su Dios, en particular en los profetas y a menudo enjuiciando a los líderes del pueblo. En los evangelios sinópticos, por ejemplo, los inquilinos de la viña matan al hijo del dueño, pre- tendiendo quedársela (Mateo 21, 33- 40; Marcos 12, 1-12; Lucas 20, 9-19). Jesús es el tronco principal, Dios es el viñador; nadie más; el resto somos inquilinas, cada una de las denominaciones cristianas y su liderazgo.
Aprendí de quienes saben de vitivinicultura en la Palestina del siglo I que las ramas destinadas al fuego recién eran podadas después de la cosecha, cuando era evidente que estaban sueltas, muertas, que ya no eran parte de la planta. Antes no, porque si no daban uvas ayudaban a engrosar algunos troncos con la esperanza de que al siguiente año fructificaran. Si el viñador hubiera tratado de separar buenos frutos de malas ramas antes de la cosecha hubiera terminado con una cosecha mucho más pequeña.
Varias parábolas en los Evangelios sinópticos también alertan, con otras imágenes, contra la separación en categorías (peces aptos o no [Mateo 13, 47-50], trigo o cizaña [Mateo 13, 24-30]) que corresponden, en Juan 15, al dueño de la viña y a nadie más. Según P. Richard Choi, también la afirmación de que «Mi padre es el viñador» en el v. 1 es polémica:
Jesús parece querer ampliar su llamada más allá del judaísmo a todos los que serán guardianes del pueblo de Dios y decirles que se corran de costado. Demasiado interés en el trabajo de Dios de parte de sus compañeros humanos solamente puede interferir con la capacidad de Dios de cosechar su propia viña.
Consideradas de esta manera, las dos parábolas no solamente juzgan a los líderes de Israel, sino que invocan el fantasma del caos en la iglesia. […] ¿Qué harán los líderes de la iglesia frente al crecimiento caótico resultante de los desarrollos fragmentarios y no deseados dentro de la iglesia, como el gnosticismo? ¿Simplemente pararse de costado? La parábola de la viña parece insistir en que eso es precisamente lo que tienen que hacer.
Hoy conmemoramos de manera conjunta el camino de diálogo que se viene recorriendo desde hace más de 50 años entre nuestras denominaciones, incluido el reconocimiento de que muchas acciones del pasado ya no son aplicables ni deseables en el s. XXI.
La repetición del término «permanezcan» en este sermón de Jesús indica la preocupación juanina por lo importante para la Iglesia: la relación dinámica y vital con Jesús. Debemos permanecer unidas/as, que es pertenecer a la viña.
Pero la viña no nos pertenece, no podemos adueñarnos de ella. Solamente así daremos fruto, incluido el testimonio al mundo que no encontró aún a Jesús.
Publicado en L’osservatore Romano – Edición Argentina