El mes de la herencia hispana: una celebración anti-colonial

Por Rev. Eliezer Valentín-Castañón
MARYLAND (Noticias MU)

Este mes celebramos el mes de la herencia hispana en los Estados Unidos de América (EEUU). Importante celebración para aquellos de nosotros que vivimos en el país responsable de la migración de cientos de miles de personas de Centro, Suramérica y el Caribe. La población que hoy día compone el 18.5 por ciento de la población en los EEUU. Esto quiere decir que, según el censo del 2019, los hispanos/latinos constituimos el grupo minoritario más grande en el país. 

El Mes de la Herencia Hispana se estableció en 1988 después de que el Congresista, Esteban Torres, propusiera la designación de esta celebración en el Congreso. Esto expandió la celebración original de una semana, la cual fue aprobada por el presidente Lyndon B. Johnson in 1968. En 1988 el presidente Ronald Reagan aprobó el proyecto de ley aprobado por el Congreso fijando así un mes de celebración del 15 de septiembre al 15 de octubre. Los que decidieron este periodo lo hicieron entendiendo que entre estas dos fechas varios latinoamericanos: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México y Chile, celebran su independencia (además, varios países de América latina y en caribe celebran también el día de la raza el 12 de octubre). 

Nuestra celebración del mes de la herencia hispana tiene un rol importante en la afirmación de la humanidad de millones de personas que conectan sus raíces al continente sudamericano y al caribe hispano parlante. Sin embargo, el ejemplo que encontramos en la expresión “hispano,” viene a abarcar a toda la comunidad que se conoce como la comunidad hispana/latina en los EEUU. Esta es una expresión que describe la problemática del colonialismo a la que hemos sido expuestos por años en los EEUU, inclusive aun en nuestros países en Latinoamérica. Es importante resaltar, por otro lado, que nuestro entendimiento de la expresión “hispanidad” no significa lo mismo en EEUU a lo que significa en Latinoamérica. 

En EEUU, un país profundamente dividido por el racismo institucional y sistemático, el concepto de hispanidad se comienza a utilizar para describir a las personas que venimos del contexto latinoamericano como una categoría “racial.” En otras palabras, mientras que en América Latina y el caribe la hispanidad, como concepto, está relacionado a la contribución española a la cultura de nuestros países en los EEUU fue convertido en una expresión étnico-racial que nos distingue con toda claridad (léase aquí de forma sarcástica) de la cultura “blanca” dominante.

Así nos encontramos que hemos sido “homogeneizados” para satisfacer los valores, necesidades¸ e intereses de la cultura dominante racista en los EEUU, la cual, todavía hoy, sigue sosteniendo que todos aquellos que no somos considerados parte de la cultura dominante “blanca,” tampoco pertenecemos en el país. Nosotros los que venimos de otros contextos culturales, nosotros los que reusábamos ser categorizados como “un grupo monolítico;” ya no somos puertorriqueños, o cubanos, o mexicanos, o chilenos, o argentinos, y otros tantos. Bajo el estandarte de la “hispanidad” en los EEUU hemos venido a ser parte de un grupo amorfo cuyo único distintivo es el idioma, o los países de donde procedemos, o de donde procedieron nuestros antepasados. Según esta ideología ya no tenemos los distintivos culturales que nos hacen quienes somos como parte de los países que nos vieron nacer a muchos de nosotros que hoy vivimos en la diáspora.

Nuestra conexión con el idioma, la historia y la cultura de nuestros países es lo que nos hace ser quienes somos como seres humanos. Es a esta realidad de la experiencia humana a la que el gran cuentista puertorriqueño, Virgilio Dávila, alude en su famoso poema, La Tierruca:

Es el móvil Océano gran espejo donde luce como adorno sin igual, el terruño borincano, que es reflejo del perdido paraíso terrenal.  …

De mis padres fue la cuna y ella encierra las más sanas afecciones de mi ser. ¡Yo no cambio por ninguna esta tierra donde tuve el privilegio de nacer!

El impacto del colonialismo norteamericano (sin añadir la contribución del colonialismo español y portugués) se presenta con toda claridad cuando un pueblo tan diverso como el pueblo latinoamericano ha sido homogeneizado para describir a una población sin características singulares. Es decir, en los EEUU se nos ha dicho que somos “hispanos.” Una expresión que no define la realidad de la diversidad de las culturas que forman parte de las comunidades presentes en los diferentes países latinoamericanos. 

Esto es importante entender ya que nos presenta la necesidad de celebrar la “Herencia Hispana” en nuestras comunidades en los EEUU como parte de nuestra lucha contra el colonialismo, y por la abolición del racismo sistémico presente en las categorías raciales que se viven en los EEUU. 

Esto requiere, además, que nuestra celebración sea una antirracista y afirmadora de la diversidad que es parte de nuestra realidad como pueblo y como parte de la comunidad humana. Por lo tanto, celebremos y sintamos orgullo de quienes somos y lo que hemos contribuido al país en el que vivimos. Sin embargo, no abracemos la ideología dominante racista que simplemente busca dividirnos en lugar unirnos de forma solidaria. Busquemos afirmar lo que se refleja en las sagradas escrituras cuando esta declara la diversidad del pueblo de Dios, la diversidad que Dios miso ha creado (Apocalipsis 7:9-14). Somos el pueblo de Dios, un pueblo que se expresa en las riquezas culturales de nuestros países, en las historias que nos formaron y en las tradiciones folclóricas y espirituales que nos hacen ser quienes somos. Celebremos nuestras identidades celebrando nuestra gran diversidad y hagamos justicia en el proceso.

El Rev. Valentín Castañón es presbitero en la Conferencia Anual de Baltimore Washington donde funge como Superintendente del Distrito de Frederick en Maryland. Ademas ha servido como profesor adjunto en Perkins en el programa del curso de estudio para pastores locales y ha trabajado en asuntos de politica publica para la IMU por varios años. Junto a su esposa, Magda Morales, viven en Frederick, MD.

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