La Biblia, los Valdenses y Olivetano

Por Giorgio Tourn, Riforma-

La historia de la traducción de la Biblia realizada por Olivetano y financiada por los valdenses en 1535. Un texto que aún hoy merece especial atención.

La llamada “Biblia de Olivetano”, publicada como valioso volumen en Neuchätel en 1535, es la primera traducción completa de la Biblia al francés, nacida en un ambiente reformado. Encargada por Guglielmo Farel y subvencionada por los valdenses, recién incorporados a la Reforma, la empresa fue encargada al humanista y pedagogo Pierre Robert Olivétan, figura destacada en los círculos evangélicos. Respondió a la necesidad de traducir y publicar libros bíblicos para que los creyentes pudieran acceder a ellos y leerlos. Pero el aparato crítico de notas e índices, incluido un importante ensayo de Juan Calvino, junto con la traducción también lo convierte en un documento fundamental de la primera teología protestante de habla francesa. Es significativo que se publicó apenas un año después de que Lutero hubiera completado, en 1534, su traducción de la Biblia al alemán. El pastor Giorgio Tourn es autor del volumen “La Biblia de Olivetano”. A continuación se muestra un artículo del pastor Tourn publicado en la edición de esta semana de Riforma, traducido por Claudia Florentin, ALC Noticias.

La traducción de la Biblia a la lengua vernácula, y su imprenta, que caracteriza a la Reforma, no significó sólo el nacimiento de las iglesias evangélicas y de las lenguas europeas, sino una lectura diferente de la Biblia misma. Utilizado hasta ahora exclusivamente en el ámbito eclesiástico, un documento de tradición, convertido en libro, entra en la cultura moderna como propuesta creativa. En esta revisión cultural los valdenses fueron protagonistas en 1535 al financiar el texto de Olivetano, cuyos personajes merecen especial atención.
Si en su momento se imprimían biblias en los centros universitarios, ésta ve la luz en un pueblo del Giura, periferia de la Europa moderna, pero situado en la antigua Lotaringia, el territorio que se extiende desde Flandes hasta Ginebra, a lo largo del Rin, hereda su tradición de la modernidad, no sólo eso, sino que está en el corazón de la Europa del mañana. Aquí, en efecto, las ciudades del poder, París, Londres, se oponen a las de la cultura: Estrasburgo, Basilea. Nuestra Biblia nació en esta zona de la ciudad, donde la clase dominante, consciente de sus elecciones, mira hacia el futuro. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en otras localidades: Londres, Zúrich, Wittenberg, donde las clases dominantes se hicieron cargo de la empresa, en nuestro caso su gestión es anómala en todos los aspectos.

El lugar de publicación es anómalo, al igual que los hombres que lo producen: jóvenes que han escapado del reino de Francia y un puñado de herejes valdenses proscritos durante siglos por la sociedad europea, ambos expresión no de poder sino de disidencia religiosa. Pretenden participar en la revolución religiosa en curso en su país y lo hacen con la impresión del libro fundamental de la fe. 

El impresor, después de haberse arriesgado varias veces a ser juzgado en Lyon, y de no haber podido establecerse en Ginebra, molesto por el conflicto religioso, se instaló en el Giura a salvo; los intelectuales que lo acompañan son como él disidentes en busca de fortuna; al frente de este heterogéneo equipo se encuentra un joven intelectual, Pierre Robert, conocido como Olivetano por su colorido. Se graduo en las mejores universidades francesas, del lado de la nueva teología, convenció a su primo Calvino, entonces refugiado también en Basilea. Este puñado de intelectuales sin arte ni parte se propone publicar una Biblia en francés, en el idioma de su propio país, para conducirlos al evangelio.
Dirigida por refugiados sin fondos, apoyo político, perspectivas, la empresa, absurda y condenada al fracaso, se completa gracias a la intervención de personas como ellos, fuera de cualquier contexto civil: los pobres de Lyon, los valdenses. Clandestinos durante siglos localizados en la época en las zonas marginales de la Europa latina, recaudan la suma necesaria para llevar a cabo la empresa; los historiadores se limitan a registrar el hecho, pero sigue siendo incomprensible cómo lograron obtener la suma necesaria.

Olivetano pasa meses en una casa de campo en los valles valdenses del Piamonte, traduciendo las partes del Antiguo Testamento que más le agradan y corrigiendo los demás libros con las herramientas que ha conseguido: pocas pero de una calidad excepcional. Los teólogos reformados, que llevaron a cabo la misma empresa en Zúrich, teniendo a su disposición una biblioteca, una casa, un salario, están a años luz de este loco que a la luz de una vela, en un refugio de montaña, se dedica a traducir la palabra de los profetas bíblicos y haciéndola viva para sus lectores. La empresa, más allá de toda lógica y predicción, tuvo éxito y los valdenses en su asamblea en Chanforan leyeron su Biblia.

No menos fascinante que el contexto y los personajes de esta Biblia es su estructura. La traducción del texto bíblico tiene un aparato muy articulado de herramientas críticas para su comprensión. Ante todo textos que enmarcan el mensaje general de la Escritura, índices de temas teológicos, fundamentales, y la traducción va acompañada de notas indicando otros textos bíblicos con el mismo pensamiento o mención del mismo personaje, y al tratar el tema, Olivetan suele citar, transcribiendo la escritura a mano de los términos teológicos en el idioma original. Este aparato crítico es más abundante en los libros del Antiguo Testamento, sintético en el Nuevo.


¿A quién está destinada esta enciclopedia bíblica teológica? Para el predicador en las nuevas comunidades más que para el creyente evangélico individual; al ser muy voluminoso, permanecerá sin vender durante mucho tiempo, favoreciendo así su supervivencia hasta el día de hoy.

Nota original: https://riforma.it/it/articolo/2023/02/14/la-bibbia-i-valdesi-e-olivetano

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