ESTADOS UNIDOS
Chicago-
Por Esther Baruja
37El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;
39El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 10:35-39
La familia es donde te aman y te protegen de los peligros.
¿Pero qué pasa cuando la familia no es el lugar protector sino el lugar donde el peligro acecha? ¿Qué pasa cuándo es en el hogar familiar donde los abusos sexuales de menores suceden con más frecuencia?
Según la Organización Mundial de la Salud a nivel mundial existen 174 millones de niñas y 73 millones de niños víctimas de abuso sexual y/o algún tipo de violencia física.1 La mayoría de los abusos suceden dentro de la casa y éstos son cometidos generalmente por un familiar cercano que convive con los niños o que los/as visita frecuentemente. En un estudio de la Argentina, de 138 casos el abusador era un conocido del niño/a, y se encontró que el “41% era el padre biológico, 18% padrastros, 23%tíos, abuelos, hermanos y primos y un 13.7 % entre amigos y no familiares.”2
¿Por qué tanto silencio! ¿Por qué nuestros niñas y niños tienen que aguantar tanto sin poder expresarlo? ¿Qué clase de ambiente opresor estamos convalidando como para que nuestros propios niños no tengan la más mínima intención de confiarnos lo que les está pasando?
Jesús desafía al concepto de familia al decir “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”.El Nazareno es consciente de la carga social de la construcción familiar de su época, entiende que lo que se entiende por lealtad familiar quizá se pueda confrontar con la realidad de la Comunidad Amada de Dios4que él vino a predicar.
¿Cómo se convierte esa lealtad en excusa para el silenciamiento de las víctimas de abuso? En numerosos casos uno o ambos padres sabían del abuso pero no realizaron la denuncia para no perjudicar al cónyuge,o al pariente. Vemos que la devoción a un lazo biológico, de cohesión por acostumbramiento y hábito se convierte así en la justificación de la impunidad.
En el Evangelio de Mateo vislumbramos una salida al dilema entre continuar en un círculo familiar tóxico o manifestar desacuerdos abiertamente y en libertad. Jesús dice “y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”
Mucho se ha publicado sobre los abusos sexuales en la Iglesia Católica Romana. Pero¿hemos hablado de los abusos que suceden en nuestras escuelas dominicales, en nuestros campamentos, en nuestras casas? Debemos escuchar a Jesús, tomar nuestra cruz y enfrentar la realidad que no se puede seguir ignorando ni mucho menos ocultando ante el aluvión de estadísticas que existen. Los abusos sexuales suceden y nosotras/os tenemos la responsabilidad de actuar con compasión y firmeza en la búsqueda dela justicia.
http://www.psicoadolescencia.com.ar/docs/final8.pdf