¿Las 95 Tesis de Lutero fueron clavadas en las puertas de la iglesia de Wittenberg?

martinho_lutero

ARGENTINA-

Por Lisandro Orlov-

¿FUERON LAS 95 TESIS REALMENTE CLAVADAS EN LAS PUERTAS DE LA IGLESIA DEL CASTILLO DE WITTENBERG?

Y en la década de los años 60 se comenzó a revisar y poner en duda la versión tradicional donde vemos a Martín Lutero clavando las Noventa y Cinco Tesis en las puertas de la capilla del castillo de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517 y que ha sido objeto de infinitas representaciones. Son varios los historiadores, tanto protestantes como católicos que ponen hoy en duda esta escena tan épica. Por supuesto que en nada cambia ni el contenido ni el impacto causado por estas Tesis nos permiten habilitar pensar que los acontecimientos se desarrollaron en forma un poco diferente a aquellos que por muchos siglos nos hemos representado, imaginado y aceptado como verdaderos.

La versión actualmente aceptada por una cantidad de  historiadores contemporáneos afirma que esas Tesis fueron muy posiblemente enviadas como correspondía al superior eclesiástico de Lutero que era el arzobispo  Alberto de Magdeburgo y al obispo Jerónimo Schultz, que eran los oficiales inmediatamente superiores en la Iglesia en condiciones de examinar y dar la aprobación para su publicación. Es difícil pensar que antes que le llegara al Arzobispo el texto el mismo se haya hecho público. La carta de Lutero con la que se acompañaron las Tesis dirigida ese día al Arzobispo no nos permiten pensar que se haya actuado en ese sentido.

El primer antecedente con el que actualmente contamos sobre el relato que nos describe a Lutero clavando las Noventa y Cinco Tesis proceden de recuerdos puesto redactado por Felipe Melanchthon en el prefacio que escribe para el segundo volumen de la colección de obras en latín de Martín Lutero. Esta es una edición realizada en 1546 a muchos años del acontecimiento descripto. No existen testimonios confiables previos a esta fecha tan tardía.

“Y las clavó a la vista de todos en la iglesia adosada al castillo de Wittenberg, el día anterior a la festividad de Todos los santos de 1517. La cita procede del prólogo escrito por Melanchthon en 1546 para el segundo volumen de las obras latinas de Lutero. Él no pensó en ningún momento actuar clandestinamente. Él se dirige a los círculos académicos, siguiendo el camino trazado por la Iglesia”[1]

Justamente el camino trazado por la disciplina eclesiástica impone a los fieles y en especial a los profesores de teología enviar previa a su publicación todo escrito para su consideración a los censores establecidos en su jurisdicción religiosa. Aparentemente este es el camino seguido por Lutero.

Igualmente tenemos que ser muy cautos con relación a la fecha de publicación de este prefacio. Si Melanchthon escucho este relato de labios del mismo Lutero, y esa es su única fuente de información,  tenemos que ser muy cautos al respecto porque el Reformador al final de su vida tenía la tendencia de embellecer el relato de su vida con la finalidad de ubicarse mejor en el debate. Claros ejemplos de esta creatividad  es el presentar a su padre como pobre campesino cuando todos los testimonios lo muestran como un próspero empresario minero con aspiraciones políticas. Igualmente su madre no es la pobre mujer que acarrea sobre sus hombros la leña para el hogar cuando los testimonios históricos revelan que pertenece a una acomodada familia burguesa y que el itinerario escolar del niño y joven Lutero recorre las ciudades donde la familia materna tiene una presencia social y económica importante. [2]

Asimismo llama la atención que el pintor amigo íntimo de Lutero, Lucas Cranach el Viejo, que fue quien intermedio de casamentero entre Katalina von Bora y Lutero y que salió de testigo de ese matrimonio, nunca pintó esta escena en debate. Esta ausencia es significativa porque vemos los diversos e imaginativos cuadros de este artista que ubican a Lutero al pie de la cruz de Cristo o sentado a la misma mesa celebrando la Última Cena junto a Jesús de Nazaret y todos sus discípulos y otros. Si hubiera tenido noticias de un relato tan épico y significado sobre Lutero clavando las tesis en las puertas de la iglesia, estoy seguro que no se hubiera privado de reflejarlo en una de sus muchas y diversas pinturas. Si las escenas de este acontecimiento son posteriores a l546 tenemos que pensar que lo hacen inspirados en el dudoso relato de Felipe Melanchthon ya citado

Esas Noventa y Cinco Tesis nacen de la preocupación eminentemente pastoral de Lutero con relación a los efectos negativos que tenía la venta inescrupulosa del perdón de los pecados bajo la modalidad que se llama indulgencias. Esa influencia fue considerada desesperadamente negativa sobre la espiritualidad y la vida evangélica de los bautizados entre los contemporáneos de Lutero en su tiempo y en su región.

“La Reforma luterana esencialmente es un asunto de cura de almas. Un asunto de cura de almas, es cierto, que llevará muy lejos”[3]

“No debemos… temer en absoluto repetir que el único cuidado que inspira a Lutero es el de la salvación de las almas, a las cuales sabe que debe revelar el auténtico camino del perdón. «Haced penitencia», este grito de Jesús y de Juan domina las 95 tesis y resuena como un grito de alarma. «Haced penitencia», pero no una penitencia cualquiera, esporádica, como de paso, limitándose a satisfacer por las penas que os impone la Iglesia. Esto es demasiado fácil y, además, no es esto lo que pide Jesús. ¡No; haced penitencia todos los días y en cada momento de vuestra vida; convertíos y entregad a Dios todo vuestro ser! «Diciendo: Haced penitencia, nuestro Señor y Maestro Jesucristo ha querido que la vida entera de los fieles fuera una penitencia… Y esta penitencia dura hasta la entrada en el reino de los cielos”[4]

También hay que tener en cuenta como para poner en duda la versión que nos describe a Lutero clavando las tesis en las puertas de la Capilla del Palacio del Elector en Wittenberg en vísperas de la celebración de la Fiesta de Todos los Santos, un hecho muy concreto: Felipe Melanchthon no estaba en ese momento en la ciudad y por lo tanto no es un testigo presencial ni una fuente directa. Aquello que afirma lo hace a partir de lo que ha escuchado o leído. De hecho los historiadores no disponen de testigos presenciales de este hecho que aparentemente es por el momento una “leyenda” creada con posterioridad y a muchos años de distancia del acontecimiento.

El principal protagonista del acontecimiento, Martín Lutero nunca mencionó en ninguno de sus muchos escritos, correspondencia y opúsculos que haya clavado las Tesis en las puertas de esa iglesia. De hecho no existe constancia alguna de que otro colega contemporáneo de Lutero en la Universidad que haya respondido al llamado a debatir esas propuestas o afirmaciones.

El 1° de noviembre de 1517 nadie se presentó para discutir con el Hermano Martín. Pero en unos pocos días, las noventa y cinco tesis, reimpresas, traducidas al alemán, llevados a todos los medios, traían al monje, para gran sorpresa suya, el eco de una voz cuya potencia y cuyo acento le turbaron profundamente”[5]

Tenemos relatos concretos donde Lutero explica que esas Tesis fueron enviadas como era de esperar al Arzobispo Alberto de Maguncia. Tenemos una carta del mismo Reformador que tenemos que prestarle realmente más atención porque nos revela el espíritu y la actitud con la que las Noventa y Cinco Tesis fueron redactadas y el objetivo que las mismas esperaban alcanzar. Allí es donde confirma que el 31 de octubre de 1517 envió una carta de presentación de sus tesis tanto al Arzobispo Alberto, igualmente la remitió copia de esas Tesis y esa carta la Obispo que tenía responsabilidad pastoral sobre esa ciudad.

La actitud que lleva a Martín Lutero a redactar y enviar las Tesis a sus superiores se revela en el párrafo que introduce esa carta y que es igualmente redactada el 31 de octubre de 1517:

“Padre en Cristo e Ilustrísimo Príncipe: Perdonadme que yo, el más humilde de los hombres, ose escribir a Vuestra Sublimidad. Nuestro Señor Jesucristo es testigo de que me doy perfecta cuenta de mi insignificancia y mi indignidad. Me he atrevido a tanto debido a la obligación de fidelidad que debo a Vuestra Paternidad. Quiera Vuestra Alteza mirar hacia este grano de polvo y escuchar mi súplica de clemencia de vos y el papa.”[6]

 

Esta no es la actitud de un rebelde ni de un indisciplinado. ¡Qué pena que esta súplica no haya sido escuchada y no haya sido la base de un primer diálogo! ¡Cuánto dolor, cuanta división y cuantas muertes se hubieran evitado! Lamentablemente no podemos volver atrás la historia pero quizás ha llegado el momento de repetir esta plegaria e intentar retomar aquel diálogo que no fue pero que hoy es posible.

 

¡Dios del cielo! ¿Es esta la forma en que las almas confiadas a vuestro cuidado son preparadas para la muerte? Debéis dar cuenta de todas ellas. Yo no puedo quedarme más tiempo callado. Debemos obrar nuestra salvación con temor y temblor. ¿Por qué, entonces, hacer que la gente se confíe en las indulgencias, que solamente pueden dar la remisión de las penas canónicas externas? Las obras de piedad y de caridad son infinitamente mejores que las indulgencias. Cristo no mandó predicar las indulgencias sino el Evangélica ¡Qué horror, qué peligro para un obispo si nunca predica a su grey el Evangelio sino la baraúnda de las indulgencias! En las instrucciones a los vendedores de indulgencias, publicadas bajo el nombre de Vuestra Paternidad, pero seguramente sin vuestro conocimiento y consentimiento [Lutero le ofrece con esto una salida], se llama a las indulgencias el don inestimable de Dios para reconciliar al hombre con Dios y vaciar el purgatorio. Se declara que la contrición es innecesaria. ¿Qué puedo hacer yo, Ilustre Príncipe, sino suplicar a Vuestra Paternidad, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que suprimáis completamente estas instrucciones para que nadie se levante a refutar este libro y arroje oprobio sobre Vuestra Sublimidad, lo que no quisiera en absoluto, pero temo que suceda si no se hace algo rápidamente? Quiera Vuestra Paternidad aceptar mi fiel y obediente admonición. Yo también soy una de vuestras ovejas. Quiera Nuestro Señor Jesucristo guardaros siempre. Amén.

Wittemberg, 1517, en la víspera de Todos los Santos.

Si os dignáis echar un vistazo a mis tesis, veréis cuan dudosa es la doctrina de las indulgencias, que se proclaman, empero, con tanta confianza.

Martín Lutero, agustino, Doctor en Teología.

Pastor Lisandro Orlov

Iglesia Evangélica Luterana Unida en Argentina y Uruguay

 

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[1] Lilje, Hanns. “Lutero”. Biblioteca Salvat de Grandes Biografías. Barcelona 1986. Página 88

[2] Oberman, Heiko A. “Lutero. Un hombre entre Dios y el diablo” Alianza Universidad. Madrid 1982

[3] Greiner, Albert. “Lutero” Biblioteca de la Historia. Sarpe. Madrid. |985. Página 57

[4] Greiner, Albert. “Lutero” Biblioteca de la Historia. Sarpe. Madrid. |985. Página 64

[5] Febvre, Lucien. “Martín Lutero, un destino” Fondo de Cultura Económica.México 1972. Página 94

[6] Luther Works 55 Volume American Edition on CD-Rom. Volumen 48 Cartas

2 comments on “¿Las 95 Tesis de Lutero fueron clavadas en las puertas de la iglesia de Wittenberg?
  1. Pingback: Lutero, no y no

  2. Buenas noches my nombe es Eliseo y al momento estoy mirando una película de nombre Storm, y esta película es bastante informativa historicamente

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