La muerte del cristianismo en Estados Unidos

DONNY

ESTADOS UNIDOS-

Miguel de la Torre-

El cristianismo ha muerto en manos de los evangélicos. El evangelicalismo dejó de ser una tradición de fe religiosa que sigue las enseñanzas de Jesús con respecto a la justicia para el mejoramiento de la humanidad cuando hizo un trato fáustico por el bien de la influencia política. La belleza del mensaje del evangelio —de amor, de paz y de fraternidad— ha sido asesinada por las ambiciones de los fanfarrones afines a Trump que han vendido sus almas por conveniencia. No se necesita mayor prueba de la muerte del cristianismo que la prisa por defender a un abusador de menores con el fin de mantener una mayoría en el Senado de Estados Unidos.

Los evangélicos han construido una interpretación exclusiva que fusiona y confunde la supremacía blanca con la salvación. Solo aquéllos de la cultura dominante, junto con sus supuestos inferiores que con mentes colonizadas adoptan la asimilación, pueden salvarse. Pero su salvación condena a Jesús. Para salvar a Jesús de aquellos que dicen ser sus herederos, debemos arrancarlo de las manos de quienes lo usan como una fachada desde la cual esconder sus fobias: su miedo a los negros, su miedo a los indocumentados, su miedo a los musulmanes, su miedo a todo lo queer.

El evangelicalismo ha dejado de ser una perspectiva de fe arraigada en Jesús el Cristo y se ha convertido en un movimiento político cuyas creencias repudian todo lo que Jesús defendió. Un mensaje de odio impregna sus declaraciones, evidente en proclamas sulfurosas como la Declaración de Nashville, que eleva siglos de disfunciones sexuales desde los días de Agustín al imponerlas sobre las Sagradas Escrituras. Condenan como pecado a aquello que expresa amor fuera de la chaqueta evangélica anti-corporal.

El matrimonio profano del evangelicalismo con el Evangelio de la prosperidad justifica a los evasores multimillonarios con vestimentas sagradas hechas de piel de oveja que descubrieron que ser especuladores en lugar de profetas ofrece una seguridad terrenal nunca prometida por Aquel en cuyo nombre matan a los que tienen hambre, sed y desnudos, y el extranjero entre ellos. El cristianismo como lucro es una abominación ante todo lo que es Santo. Desde sus pedestales dorados erigidos en centros blancos de riqueza y poder, iluminan todo para creer que son perseguidos por su fe.

La adopción del evangelicalismo de una nueva era de ignorancia, culpa a la homosexualidad de la furia del huracán Harvey  en lugar de considerar las consecuencias científicas del cambio climático en el número de tormentas feroces cada vez más grandes. Ignorar el daño causado a la creación de Dios para que pocos puedan beneficiarse al violar a la Madre Tierra causa celebraciones en los fosos ardientes de la Gehenna.

El evangelicalismo deja de considerar a un depredador sexual, un adúltero, un mentiroso y un culpable de racismo, en cambio, sirve como un escudo contra aquellos que cuestionan la inmoralidad del POTUS (Presidente de Estados Unidos) debido a una retorcida reencarnación de Ciro. Poner las manos santas sobre la encarnación de los mismos vicios que Jesús condenó para avanzar en una agenda política —en lugar de redargüir y castigar en oración amorosa— ha prostituido el evangelio a cambio de la victoria de una elección en la Suprema Corte.

El evangelismo permaneció en silencio o en realidad apoyó a los neofascistas de Charlottesville porque protegen su privilegio blanco con el doble sentido de preservar el patrimonio, lo que los lleva a equiparar a los opositores de los movimientos fascistas con los proveedores de odio. Jesús aún se ha recuperado de los vómitos inducidos por los defensores cristianos de los nacionalistas blancos que portaban antorchas que pedían “sangre y tierra”.

El Jesús de los Evangélicos es satánico, y los que empujan a este demonio son “falsos apóstoles, obreros fraudulentos, disfrazados de apóstoles de Cristo”. Y no es de extrañar, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es sorprendente, entonces, si sus siervos también se disfrazan como siervos de la justicia. “Su fin será lo que sus acciones merecen” (2 Corintios 11:13-15).

Tal vez se pregunte si mi condena es demasiado dura. No lo es, porque el Espíritu del Señor me ha inducido a gritar desde la cima de la montaña cómo los preciosos hijos de Dios están siendo devorados por el odio y el fanatismo de aquellos que se han posicionado como la voz de Dios en América.

Cuando era joven, caminé por el pasillo en una iglesia bautista del sur y entregué mi corazón a Jesús. Además de ofrecer mi corazón roto, también entregué mi mente para comprender a Dios y mis fuerzas para responder al llamado de Dios a la justicia. Siempre me he considerado evangélico, pero ya no puedo permitir que mi nombre se empañe por ese partido político que se hace pasar por cristiano. Al igual que muchas mujeres y hombres de buena voluntad que aún luchan por creer, pero no en la agenda política evangélica, tampoco quiero ni deseo asociarme con una ideología responsable de desgarrar a la humanidad. Pero si usted, querido lector, aún se aferra a una ideología que promueve el odio, le sugiero humildemente que intente salvarse.

Publicado en: baptistnews.com, 13 de noviembre de 2017

Versión en español: L. Cervantes-Ortiz

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