Sobre la elección presidencial de Donald Trump: una interpretación desde la teología latino-americana

Trump (Wikipedia)

Trump (Wikipedia)

COLOMBIA-

Por Cesar Carhuachin-
15 de noviembre de 2016 Los resultados electorales en los Estados Unidos de América (EUA) el pasado 08 de noviembre en el que el empresario Donald Trump consiguió el número de electores necesarios para ganar la presidencia de ese gran país, son y serán objeto de análisis como un acontecimiento social, global, político, religioso y demográfico. Sin negar la sorpresa por este resultado electoral, esta breve interpretación de la elección presidencial a favor de Donald Trump sobre Hillary Clinton trata estos cinco aspectos desde la teología latino-americana.
Primero, la victoria de Trump en la elección presidencial de los EUA expresa que el sentimiento, la mentalidad y expresión xenófoba, racista, anti-inmigrante y machista están realmente vivos y activos en los EUA en pleno siglo XXI.
Es decir, la vieja mentalidad enemiga de la democracia, “la supremacía blanca”, que acuñó el ethos estadounidense siglos atrás así como también el trato preferencial al hombre sobre la mujer, siguen presente y activo en peno siglo XXI al punto de sumar los votos necesarios para conseguir la presidencia de ese país.
Ejemplos claros son sus promesas de: a) devolver a los refugiados sirios a su país; b) burlarse de las personas con mal de Parkinson y males similares; c) negar la entrada a los EUA a musulmanes; d) pronunciarse contra los mexicanos como narcotraficantes, criminales y violares; e) prometer que va a deportar a los inmigrantes indocumentados, aunque después de su triunfo electoral haya dicho que deportará a aquellos inmigrantes indocumentados con registro criminal; f) descalificar a aquellos que hablan en español, argumentando que en los EUA se habla inglés; e) maltratar a musulmanes que asistían a sus discursos y a periodistas latinos que lo interrogaban sobre sus declaraciones racistas y anti-inmigrante; f) referirse a y comentar sobre las mujeres en forma denigrante como se le ha escuchado a Trump en más de una ocasión.
La fe judeocristiana y su respeto por lo inmigrantes (Abraham, Isaac, Jacob, el pueblo de Israel, Jesús y sus padres, miles de cristianos del primer siglo, fueron migrantes); la vida de Jesús y su respecto a las personas por el hecho de ser hijos e hijas de Dios (la mujer samaritana, Zaqueo, la mujer sirofenicia, la multiplicación de los panes y peces); y, el respeto y honor a la mujer de parte de Jesús (María, la hermana de Martha, la mujer samaritana, la mujer adultera, María, su madre, etc.), nos muestran cuál lejos están las propuestas de Trump del tratamiento humano que corresponde a sociedades que decimos cultivar valores cristianos y los valores democráticos en el siglo XXI que honren a la persona humana y su cultura. El racismo, la discriminación y xenofobia son expresiones sociales concretas de pecado estructural en la nación estadounidense del pecado original de esa sociedad “la supremacía blanca”.
El machismo camuflado expresa el pecado estructural en los EUA, donde mucha gente fuera de ese país piensa que “allí no existe machismo” (idealizando esa tierra como “la tierra sin males”).
Segundo, la victoria de Trump en la elección presidencial como el triunfo de la extrema derecha en la política estadounidense tiene que entenderse en el contexto global de los giros políticos en occidente hacia una nueva derecha neoliberal “más extrema”. Tales son los casos del triunfo de Mauricio Macri en noviembre de 2015 en Argentina; el triunfo de Mariano Rajoy en junio de 2016 en España; la destitución de Dilma Russeff en agosto de 2016 de la presidencia de Brasil; y, la creciente oposición de la derecha en Venezuela al proyecto revolucionario establecido por Hugo Chavez y continuado por Nicolás Maduro. Estos giros políticos están directamente relacionados a las crisis de los gobiernos en Argentina, Brasil y Venezuela por denuncias de corrupción y peligro de sustentabilidad del modelo así como también al boicot a dichos gobiernos por grupos económicos internacionales a fin de recuperar su hegemonía sobre estas naciones ricas en recursos naturales.
Estos grupos económicos internacionales, que buscan “chupar” las riquezas de nuestras naciones se vieron relegadas por políticas económicas que buscaron y buscan una distribución de las riquezas y ganancias más equitativas entre su población sumado a exigencias del cuidado ambiental como ha sido el caso en Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
El boicot de gobiernos y grupos económicos hegemónicos, que no evidencian interés en una distribución más equitativa de las riquezas y ganancias en nuestra región latinoamericana, sino que en la acumulación de mayor riqueza para los sectores ricos que ellos representan. El crecimiento económico en la región en la última década y la continua desigualdad económica en la región lo reflejan. Trump no está interesado en el crecimiento económico justo en Latinoamérica, sino en el de los EUA y aquellos sectores ricos que él mismo representa.
Las tradiciones judeocristianas en las Escrituras expresan claramente el rechazo de Dios de las pretensiones hegemónicas de las naciones y/o de los más poderosos sobre los más pequeños o más débiles -como se nota en el relato de “La torre de Babel”, en la condena de los profetas de los reinos de Israel, Judá, Asiria, Babilonia y demás.
El derecho a la soberanía de las naciones a determinar su gobierno, es un tema de justicia internacional que a los cristianos deberíamos defender, aún cuando nuestro propio país quiera imponerse sobre otro/s países. “No hagamos a otros, lo que no queremos que nos hagan a nosotros”, esta máxima también se aplica en este contexto.
Pero, lo cierto es que las naciones no se guían por máximas morales sino por máximas económicas, para lo cual se sirven de políticas específicas: “consigue la mayor cantidad de riqueza posible, al menor costo posible, en el menor tiempo posible”. El cambio de la derecha neoliberal hacia una postura “más extrema”, que replantea las políticas de globalización -como los tratados de libre comercio entre regiones, para afirmar un cambio hacia un proteccionismo de la economía nacional, refleja la segunda crisis de la economía neoliberal de la globalización económica en las naciones desarrolladas -la primera la heredó el presidente Barak Obama del gobierno de George Bush Jr. El giro de la derecha neoliberal, entonces, va a seguir favoreciendo a los grupos de poder económico y no a las naciones en vías de desarrollos, como son las naciones latinoamericanas mencionadas. América Latina seguirá siendo “el jardín propio donde se recogen los frutos” y no parte esencial y central de la política de los EUA. La región debe y tiene que seguir con sus políticas regionales que defiendan sus intereses, implementando políticas de una distribución más equitativa de las riquezas y las ganancias conseguidas y estableciendo alianzas con otras regiones fuera del continente americano.
Tercero, la victoria de Trump demuestra una falta de balance y énfasis hacia los Estados ambiguos en la estrategia política demócrata durante la contienda electoral. El triunfo de Trump en los Estados estratégicos para conseguir el número de votos electorales necesarios para su victoria como fue en Florida, Pennsylvania, Ohio, Wisconsin y Michigan, los que ofrecen mayor número de votos electorales; es decir, 29, 20, 18, 10 y 16, respectivamente. De estos 5 Estados, los últimos 4, de tradición demócrata y que han mostrado ambigüedad por la elección de gobernadores republicanos hicieron diferencia dándole sus votos electorales a Donald Trump. La contienda por Florida, si bien fue peleada y concentrada en las últimas semanas por Hillary Clinton, finalmente ella no pudo ganar allí. Esto último también ocurrió con Pennsylvania. La actividad de Clinton en Wisconsin la última semana (a última hora) refleja esa falta de balance de la estrategia demócrata, porque como lo demuestran los resultados electorales, esa actividad no modificó las decisiones ya tomadas por la población. Las razones de los resultados nacionales a favor de Trump están en la disminución de votos de afroamericanos y latinoamericanos a favor de Clinton (5% y 6%, respectivamente) en comparación a la elección anterior en la que ganó Barak Obama por segunda vez. Particularmente, la disminución de los votos más jóvenes, a quienes Bernie Sanders había cautivado y que no tenían preferencia por Clinton. Además, Clinton estuvo casi un 20% menos de votos de anglosajones respecto de Trump, un porcentaje determinante para ganar una elección. Y, menos de un 47% de la población de 45 años en adelante. Trump consiguió un 53% de la gente de 45 años en adelante, un porcentaje a considerar en un país cuyo promedio de edad esta alrededor de los 38 años. La falta de atención en los Estados ambigüos puede entenderse como un exceso de confianza debido a que los datos de las encuestadoras arrojaban una tendencia favorable a la candidata demócrata.
Fue una experiencia similar para quienes esperaban el triunfo del “Sí” en el referendum colombiano, que con las estimaciones de las encuestadoras, “cantaron victoria antes de ganar la batalla”. La exigencia de la implementación de un trabajo racional y balanceado, con una pedagogía de alcance nacional, enraizado en las bases, se hace cada vez más evidente para asegurar el triunfo de elecciones y procesos políticos.
El futuro del Partido Demócrata para conseguir la presidencia esta en contrarrestar las carencias en la estrategia presidencial de Hillary Clinton y resucitar el mensaje de Sanders, que alguna vez predicó Obama.
Cuarto, la victoria de Trump en la elección presidencial de los EUA al conseguir el número de electores necesarios en lugar de una victoria conseguida en el voto popular, muestra un sistema electoral que no satisface el voto de la mayoría en forma directa sino indirecta -puesto que no gana quien tiene mayor cantidad de votos sino quien consigue más electores, y que exige una reforma del sistema electoral. Esta afirmación es cierta, tal como lo demuestran los resultados de votos a favor de Clinton, más de un millón de votos por sobre Trump (61,964,263 y 60,961,967, respectivamente), pero resultó en 230 electores para Clinton y 290 para Trump. Los mismos resultados desagradables ocurrieron con Al Gore frente a George Bush, Jr. en 2000, además de Andrew Jackson frente a John Quincy Adams en 1828, Samuel Tilden frente a Rutherford B. Hayes en 1876 y Glover Cleveland frente a Benjamin Harrison frente James G. Blaine en 1888. Ocurre que en el sistema electoral de los EUA creado en 1787 otorga poder de elección al gobierno, a los ciudadanos y a los Estados miembros de la unión americana. Los Estados con mayor población otorgan mayor número de votos electorales, incluyendo el Distrito Federal de Columbia, con la excepción de Maine y Nebraska que dividen sus votos electorales entre todos los candidatos presidenciales. Así, el Congreso cuenta con mayor número de legisladores de algunos Estados. El número de votos electorales por Estado equivale al número de sus senadores más el número de sus representantes. Entonces, cuando alguien vota por un candidato presidencial, realmente esta votando por un grupo de electores, que llega a ser parte del Colegio Electoral, por eso es elección indirecta. Después de elecciones presidenciales los electores ponen su voto en el Colegio Electoral. Luego, el Congreso cuenta los votos electorales, declaran al ganador de las elecciones, aunque ya se sepa el día de las elecciones.
El principio de la teología reformada, “Iglesia reformada siempre se reforma”, reconoce el carácter institucional de la Iglesia y su mensaje y sostiene que ella debe y tiene que reformarse en las distintas épocas y los distintos lugares donde ella se encuentre. La forma democrática de elección presidencial indirecta en los EUA es una de aquellas tantas cosas que la unión americana tiene que reformar.
Ninguna democracia es perfecta, ni tampoco la forma indirecta de elección presidencial en los EUA. Algunos Estados -como Maine y Nebraska, han mostrado la necesidad de una reforma de dicho sistema electoral, por medio de legislación estatal que privilegia el voto popular sobre el voto para el colegio electoral. Recientemente, otros Estados como Maryland y New York, han comenzado también este cambio legislativo a nivel estatal. La reforma del sistema electoral para elegir al Presidente de los EUA, de la forma indirecta a la directa, es la reforma constitucional que necesita los EUA para el siglo XXI.
Quinto, la victoria de Trump en la elección presidencial de los EUA confirma que la derecha religiosa o “Mayoría moral” en ese país confiere una cantidad importante de votos que determinan la inclinación de la balanza en elecciones en los EUA a favor del Partido Republicano. Líderes representativos de la derecha religiosa como Jerry Falwell Jr., Rev. Franklin Graham, Rev. Pat Robertson, Rev. Mike Huckabee, influenciaron suficientemente en sus feligreses votantes con palabras sobre Trump tales como: “un padre maravilloso que puede conducir al país a su grandeza nuevamente” (Falwell), “Dios vino a mi anoche en un sueño y me mostró el futuro, me llevó al cielo y vi a Donald Trump sentado a la mano derecha de nuestro Señor” (Robertson), “yo estoy completamente con Donal Trump y urgo a todo el partido republicano a unirse para recuperar la Casa Blanca” (Huckabee), o comparando a Moisés y David con Trump (Graham).
Si bien ellos reconocieron la “imperfección moral” de Trump, entre él y Hillary Clinton y su agenda social liberal, entonces Trump les resultó un mal necesario, es decir, el menor de dos males (como se dice en ética) El peso electoral de la derecha religiosa se evidencia no solo en su apoyo abrumador a Ronald Reagan y George Bush en los 80, sino más concretamente en el 81% de los votos que los evangélicos euro-americanos “nacidos de nuevo” dieron a Trump.
Este porcentaje es marcadamente superior a las pasadas últimas 5 elecciones presidenciales. Además, este porcentaje, sumado a los votos por Trump de otros grupos religiosos tales como el 58% entre protestantes y los otros cristianos, el 52% entre católicos, el 61% entre mormones (Pew Research Center), fueron resultados de la apelación hecha respecto a la condena al aborto y el matrimonio igualitario para la población LGTB. Lo dicho evidencia el gran capital político detrás el discurso de los valores de la derecha religiosa en los EUA y que los republicanos han sabido utilizar en las últimas elecciones.
El tema no es el envolvimiento de los evangélicos en la política sino qué tipos de valores privilegia, qué modelo de sociedad propone y cómo ellos reflejan la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazareth. A los gobiernos nunca les falto una forma de religión que legitimara sus políticas.
La religión organizada ha estado conectada y vinculada para su privilegio a los gobiernos en distintas medidas. Que en la modernidad haya una separación de la Iglesia y el Estado (aunque hubo presencia antes), eso no quiere decir que la Iglesia tiene que desinteresarse de lo que ocurre con el Estado y sus responsabilidades. Aunque los evangélicos, o los llamados “los nacidos de nuevo”, dicen que en la Iglesia no se habla de política, hay que diferenciar los temas políticos que son propios de la teología (vida digna, salud, educación, justicia social, corrupción gubernamental, derechos humanos universales, paz, etc.) del propio discurso político partidista por los predicadores.
Lo que hace la derecha religiosa en los EUA, ofreciendo millones de votos a sus candidatos conservadores/republicanos, no sólo ocurre en los EUA, sino que ha sido exportado a América Latina por medio de los grupos evangélicos misioneros que llegaron en los años 70 y 80 -para contrarrestar las políticas y teologías de liberación. Con su teología y hermenéutica literalista y dispensacionalista, esa teología conservadora enseñó y sigue promoviendo la desvinculación de los creyentes de la vida política y a confiar en una mejor vida feliz fuera de nuestra historia.
Así, como en 1492, nuestra región recibió una mentalidad medieval que en Europa estaba en decaimiento (absolutismo político y religioso), lamentablemente, seguimos recibiendo mentalidades religiosas que no nos favorecen ni contribuyen a la maduración de la Iglesia universal ni al mejoramiento de la sociedad toda. Los evangélicos en la región no debemos depender teológica ni políticamente de las Iglesias de los EUA, sino generar y producir teología y política propia para la maduración de la Iglesia nuestra y el mejoramiento de nuestra sociedad en general.
Sexto, la victoria de Trump que ha dejado asombrada a la población debido a que la mayoría de las encuestas daban como ganadora a Clinton, muestra la imprudencia política en confiar en los datos de las encuestas realizadas para garantizar la ventaja sobre un oponente, principalmente, porque las encuestas no reflejan la realidad psico-social de la población. Los métodos de investigación para recaudar información, solo proveen información general de una parte de la población que ha sido encuestada, y en base a esa fotografía del momento, ellos ofrecen con cierto grado de certeza sus estimaciones sobre la tendencia en las elecciones. Pero, lo cierto es que esa información carece de seguridad y no expresa la realidad psico-social de la población, que en las pasadas elecciones presidenciales en los EUA ha jugado un papel determinante. La población votante en el sur profundo de los EUA fueron quienes mayoritariamente votaron por Trump. Las opciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales de la zona rural de los Estados jugaron un papel determinante a favor de Trump a diferencia de las opciones de las ciudades. Esa población votante representa la población de los EUA que conserva y mantiene un modelo de democracia y sociedad distante del modelo de la democracia y sociedad del siglo XXI respecto a los derechos humanos fundamentales (a la salud con el llamado Obamacare); los derechos políticos, sociales, económicos y culturales (igualitarios para hombres, mujeres, las personas de la comunidad LGTB y de cualquier nacionalidad); derecho a migrar, a desplazarse libremente y a una identificación personal (inmigrantes); y, derecho de las mujeres a controlar su natalidad (métodos anticonceptivos, aborto).
Esa población del sur profundo esta lejos de un modelo de sociedad multicultural, con valores diversos, lenguas diversas, colores diversos y demás. En esta región del sur profundo de los EUA en donde el domingo por la mañana sigue reflejándose lo que estamos diciendo, es decir, la sociedad segregada en iglesias para “blancos”, para “negros”, para “latinos”, para “asiáticos”, etc. El espíritu de una sociedad multicultural es “harina de otro costal”.
No es de extrañar que los mayores resabios del Ku Klux Klan se encuentren en esa región, principalmente, en Estados como Mississippi, Alabama, Arkansas, Texas, Georgia, Florida, Indiana, North Carolina y Tennessee. De allí que el discurso de Trump dirigida a esa población, movilizó los sentimientos xenófobos, racistas y anti-inmigrantes, como hemos señalado en nuestro primer punto. Dios es quien da sabiduría a la ciencia. El conocimiento que nosotros tenemos del ser humano y la humanidad es relativo y no absoluto, por eso es creciente y perfectible. Los métodos de investigación sobre la opinión de la población seguirán dándonos estimaciones y no resultados seguros. Pero, es aquello que no se capta y que se esconde a dichos métodos el tema al que se hace mención. Me parece que la “cosa” es aquel conjunto de temores, descontentos y desacuerdos en la sociedad estadounidense que estas encuestas no recogen y es a donde algunos candidatos apuntan como lo ha hecho la campaña de Trump. Por ejemplo, en los EUA se abolió la esclavitud en la década de 1860, pero a pesar de las políticas de desegregación e integración en las décadas de 1940 y 1950, la totalidad de la sociedad no estuvo alineada con esas políticas y legislaciones. La elección de un presidente afroamericano ha sido una experiencia desagradable para ese sector de la población en los EUA, de quien Trump fue su portavoz diciendo que Obama había nacido en África y no en los EUA por el simple hecho de ser negro. Lo mismo hay que decir sobre las políticas de derechos igualitarios para personas de la comunidad LGTBQ sostenidas por el gobierno de Obama y que Clinton propuso continuar. El nacionalismo indiscriminado e irreflexivo, que es entendido solamente como el dominio de los EUA sobre el mundo en política, economía, religión y poder militar que, al que Obama no dio prioridad es otro elemento de esa “cosa” a la cual Trump apeló. Además, que una mujer demócrata, quiera continuar con estas políticas resultó intolerable para el sur profundo. Los evangélicos tienen mayor responsabilidad en cultivar y por recrear esta “cosa”, porque ellos son quienes tienen el dominio de esas regiones en los EUA a través de sus congregaciones.
Es necesario una reforma en las Iglesias evangélicas, de una llamada separación de la política a una construcción de teología política que respondan a los problemas sociales que tenemos. Ser evangélico en los EUA no significa ser racista, ni xenófobo, ni machista necesariamente, pero si apoyamos a candidatos que si lo son, entonces somos responsables por la continuidad de dicha forma de sociedad.
Es necesario que los evangélicos reconsideren sus opciones políticas, de meras políticas que privilegien a sus Iglesias y creencias, a otras políticas que dignifiquen la vida humana cada persona -particularmente de las mujeres, de los inmigrantes y de los grupos minoritarios en los EUA, que promuevan políticas de protección y cuidado del medio ambiente dentro y fuera de los EUA, que respeten en sus discursos y prácticas a los musulmanes, porque en el la dignidad de vida de cada persona y el respeto entre todas las religiones se encuentra el camino para la paz en nuestras naciones.
La experiencia del pasado 08 de noviembre en las elecciones presidenciales tiene que hacernos despertar a que la solución no sólo esta en las urnas, sino en la pedagogía crítica, de un cambio de consciencia, de una ingenua y superficial a una crítica, humanizante y democrática para el siglo XXI, la cual tiene que realizarse en las casas, en las iglesias, en las escuelas y en las otras instituciones sociales, así como también en comunidades de base, asociaciones voluntarias y demás.
La sorpresa por los resultados electorales en una nación con instituciones sociales bien establecidas como es EUA, muestra la distancia entre el modelo de democracia y sociedad del siglo XXI y el modelo de democracia y sociedad del pasado. El triunfo del discurso violento de Trump por sobre el discurso mayormente moderado de Clinton, nos hace preguntarnos: ¿cuánta relación hay entre la persona de un Presidente elegido democráticamente y la población que lo votó?
Mientras la nación de los EUA no sea reconciliada consigo misma de su pecado original de la “supremacía blanca”; de los pecados estructurales como el “machismo”; la “usura” en sus políticas económicas nacionales e internacionales; del pecado de rendir culto a la violencia por medio de las continuas guerras y veneración a sus fuerzas militares, entonces sus millones de creyentes de distintas tradiciones religiosas tienen la misión de practicar la gracia y el amor de Dios en sus propios barrios y condados por medio de la inclusión y un lenguaje de reconciliación social y no de odio; tienen la exigencia moral de defender la igual de trato para todos y todas y denunciar cuando ocurren tratos discriminantes que abusan de los derechos humanos de las personas; y, tienen el desafío de dejar de ser solo mero un “aliciente” a la culpa moral para llegar a ser agentes sociales para la transformación de la sociedad como discípulos y discípulas de Jesucristo.
La reforma del sistema electoral en los EUA será creciente exigencia en la nación así como ya ha comenzado a ocurrir. No sólo se estima eso cambiará, sino también la forma de hacer política en los EUA. Donald Trump ha demostrado con creces en su triunfo electoral que lo único que importa es el fin, sin importan los medios. La moral política ha caído más bajo de lo que estaba, la mentira en campañas presidenciales como ocurrió en Argentina con el presidente Macri se toma como parte del juego político y Trump es un duplicado de eso. Trump no va a cambiar significativamente la economía de los EUA como algunos creen, sino que incrementará medios para que los ricos sean más ricos aún (incluyéndolo a él).
A los demócratas en los EUA y a aquellos que no estamos de acuerdo con su discurso, sus políticas y formas de administración nos queda el trabajo responsable de hacer una buena oposición y fiscalización de su administración presidencial. Hay suficientes razones para pensar en que su administración fracasará en cuanto a temas tales como unificación postelectoral, transparencia en el ejecutivo, políticas justas, maduración del espíritu y los valores democráticos del siglo XXI, reducción del uso de la fuerza militar para la resolución de conflictos internacionales, el respeto por los musulmanes y a otras personas distintas a las euroamericanas, y el respeto a la libre expresión y la prensa libre.
El año que viene seguramente tendremos mayores novedades al respecto y tendremos un EUA distinto al que Barak Obama nos acostumbró, a pesar de sus errores y promesas incumplidas.
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El autor es Presbítero de la Palabra y Sacramento de la PCUSA, Doctor en Teología y Trabajador en Misión de la PCUSA en Barranquilla sirviendo como profesor de Biblia y Teología en la Universidad Reformada de Colombia.

 

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