Fin del muro entre británicos y alemanes: “Somos hijos de un mismo Padre y no sabemos ser hermanos”


Ricardo Plistipuk-Copyright © LA NACION

ARGENTINA-

En el marco de la conmemoración del 100º aniversario de la finalización de la Primera Guerra Mundial se reabrió el portón que dividía los cementerios Británico y Alemán en el cementerio de La Chacarita. 

En la fecha aniversario se realizó un culto de reconciliación, el pasado 11 de noviembre, concluyendo la centenaria rivalidad.

Desde 1892 hay un sector de 45.000 metros cuadrados perteneciente a los extranjeros disidentes en el país que estaba dividido en un sector británico y otro alemán tras el levantamiento de un muro que separa los dos terrenos como símbolo de la enemistad entre ambos estados europeos.

Oración realizada por la pastora Karin Krug en la ocasión:

“En un mundo donde se construyen cada vez más muros, estamos agradecidos por la pequeña brecha (puerta) en el muro entre los dos cementerios que daba testimonio de una enemistad de antaño. Que la puerta que cruzamos hace unos minutos, sea más que un hecho anecdótico, que sea el recordatorio de que debemos cultivar siempre el diálogo y la tolerancia.

En 1978, el cantautor argentino León Gieco compuso una canción que pronto se convirtió en una especie de credo y de rezo de resitencia y esperanza para los que éramos jóvenes en aquel entonces… y que sigue teniendo vigencia hasta hoy. La canción lleva el título: “Sólo le pido a Dios”.

En las estrofas se nos alerta sobre el peligro de caer en la indiferencia:Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente…que lo injusto no me sea indiferente… que el engaño no me sea indiferente…

La tercera estrofa dice: Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.

Entendimos que la indiferencia es la madre de muchos males. Estamos siempre en peligro de “naturalizar” y de volvernos insensibles e indiferentes ante el hecho de que muchas veces se busca resolver los conflictos a través de la violencia. A 100 años del final de la Primera Guerra Mundial me pregunto ¿Qué habremos aprendido como humanidad y qué debemos cambiar?

Somos hijos de un mismo Padre y no sabemos ser hermanos.

Señor, no podemos rogarte simplemente que termines las guerras. Ya nos has dado los recursos y las mentes claras para superar la violencia que se impone en hogares, barrios, ciudades, entre países y regiones.

Señor, te damos gracias por todos/as aquellos/as que son signos y constructores de paz. Y te pedimos por la conversión de los que odian y utilizan la violencia.

Señor, te rogamos por las víctimas de las guerras, las que están o han estado en un campo de batalla y las que no, porque en todos deja profundas cicatrices.

Te rogamos por los pueblos desplazados, aquellos cuyo futuro ha quedado destruido, las ciudades arrasadas, los países trastornados; por todos los que han perdido sus raíces, por la tierra devastada y envenenada. Por los niños en lugares de conflicto, que sólo aprenden a jugar “a la guerra”.

Señor, frena los nacionalismos exacerbados, la avaricia, a aquellos que ganan fortunas con las guerras. Y guía con tu espíritu y sabiduría a todos los que están al mando y tienen responsabilidad en los gobiernos, en la política, en los ejércitos, en la economía.

Sabemos que no hay soluciones fáciles. Pero sabemos también, y necesitamos recordarlo, que las guerras y cada una de ellas son “una derrota para la humanidad”.

Esperamos expectantes la llegada de tu Reino, donde las naciones caminarán a la luz de tu ciudad y donde secarás todas las lágrimas, y ya no habrá muerte, ni guerras, ni llanto, ni lamento, ni dolor.

Y hasta tanto eso llegue, danos la fuerza, determinación y voluntad para buscar caminos de paz y bien.

Sólo te pedimos, Dios, que la guerra no nos sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente. Amén”

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