Con Haití en mente ¿Qué hacer?

(Paul Jeffrey/Act alliance)

REPÚBLICA DOMINICANA-

Por Telésforo Isaac-

Se habla y se escribe continuamente sobre lo que está pasando y lo
que se cree que debe pasar en Haití. Se valora que es humano
reflexionar sobre la situación de ese pueblo hermano, expresando el deseo que obtenga lo mejor para el bienestar social.

Hay momentos para de fraguar ideas, formalizar proyectos, hacer recomendaciones, y  hacerlo con sincera motivación y amor. Parece bien que se  diga la verdad, más hay que estar consciente que lo hablado o escrito causará, en algunas personas, mala impresión, rechazo, o dolor.  

Desde hace mucho años, como muchos dominicanos, he tenido ideas y ansias de ver al pueblo haitiano en ruta a su evolución y desarrollo continuado de estabilidad cívica y política, educación, salubridad, deportes, cultura general, unidad de criterio de gobernar, proliferación industrial, expansión de la industria del turismo, progresando de manera sostenible; y en fin, teniendo  crecimiento económico alcanzando todos los niveles del conglomerado.

He mantenido la esperanza de ver dirigentes desprovistos de egolatría, más bien, prestos a servir en lugar de ser servidos, laborando mancomunados para alcanzar niveles  satisfactorios de bienestar para la población en general.

Haití comenzó temprano, pero por múltiples razones aún no ha alcanzado el nivel del proyectado Estado anhelado por los ideólogos y ejecutores de la gesta de liberación.

Los esfuerzos para idear, planificar y proyectar políticas, estrategias y acciones para impulsar y mejorar la situación de marasmo de Haití, es una necesidad inevitable que no se debe eludir, no debe ser estropeada, suspendida, ni tampoco ser mal interpretada por personas de recelosos instintos, o recalcitrantes  fundamentalistas, quienes tal vez, no comprenden  la realidad del deprimente estado de la situación, o no siente preocupación por el mal que perdura de generación en generación, y no permite que el proyecto del 1 de enero de 1804, alcance madurez.

En virtud de la hermandad cristiana y del compromiso esperado de   solidaridad que es propio de pueblos y personas de buena voluntad, estamos obligados a tener en menta a Haití y preguntar:  ¿Qué hacer?  Recomendar la implementación de estrategias para ayudar a esa nación a encontrar el camino que emprendió, pero que no ha llegado a su  conclusión como Estado. Por esto aquí mencionado, todos  están llamados a tener la mente clara, corazón templado, y raciocinio competente, a fin de   entender y apoyar lo que sea necesario para re encausar a esta nación.  Las  pericia de los dirigentes de buena voluntad, y la acciones ejecutivas de los que pueden, es lo recomendable para asistir a ese pueblo para caminarlo por la ruta hacia el desarrollo sostenido y el bienestar social.

Los dominicanos estamos conscientes de la condición de la parte Oeste de Quisqueya y con ansias anhelamos su mejoramiento, porque “si Haití está bien, Dominicana estará mejor”.

Aniversario de la independencia de Haití

Un día 1 de enero de 1804, Jean Jacques Dessalines proclamó la independencia de la República de Haití. Este hecho histórico fue un evento delirante por ser único en la historia: la revolución y triunfo de un pueblo esclavizado, y por la particularidad  de ser la primera república de la raza negra.

“Haití comenzó temprano, pero no ha llegado”. Son múltiples las razones de la situación de marasmo que padece desde su nacimiento. Primordialmente, se puede señalar el nefasto convenio de la deuda a pagar por Haití a Francia, por la independencia del yugo de la esclavitud que cerró la válvula de enriquecimiento por la  abusiva  explotación de los  esclavos.

Entre los  otros males que carcome a Haití, están las reiteradas  intrigas de los dirigentes políticos a través de los años; pues,  son maquinaciones que dificultan el espacio y tiempo para gobernar juiciosamente. Además, entre las adversidades  desde la independencia, está la inconveniente distribución de la escasa tierra para  la producción agropecuaria, debido a las montañas, la continua deforestación, y la  indetenible erosión.

En virtud de esa perpetuada condición, es difícil idear proyectos y vislumbrar mejoría por el momento, aunque se tenga  sincera motivación, y  sin intención de menoscabar  los sentimientos de  “libertad y plena soberanía”. Tal vez sea conveniente  la recomendación de ayuda solidaria que podría ser ofrecida mediante un “Plan Marshall”, acondicionado y llevado a cabo con tipologías especiales para inyectar pautas y renovados vigores  de desarrollo, progreso y estabilidad a esa nación hermana. El Plan Marshall  fue una iniciativa para asistir  al restablecimiento de la estabilidad social, política y  económica de las naciones europeas, después de la Segunda Guerra Mundial, y en los comienzos de la Guerra Fría.

Como sabemos: “No es con espada ni ejército”, ni aislamiento con muro, con que generalmente se modela y se estabiliza una sociedad, una nación o una región geopolítica. Por tanto, muy bien se puede hacer la siguiente recomendación para ser tomada en consideración.  Esta idea puede ser considerada absurda y  maniática, pero es posible si se quiere efectuar. ¿Por qué no?

Si alguien está enfermo y se ha hecho todo lo posible para curarlo del padecimiento por medios precientíficos, pero, en lugar de mejoría se perpetúa el mal sin esperanza de  sanación, hay que ofrecer   la asistencia facultativa de la medicina profesional científica.

El enfermo debe tener la conciencia de su precaria salud y  la imperiosa necesidad de permitir los medios prácticos de sanación y en ese caso  es necesaria la intervención de los que tienen capacidad para lograr la mejoría y restaurar la salud. El enfermo no puede ser su propio consultor, analista, médico,  o proveedor de asistencia sanitaria. Hay que intervenir de manera determinante y eficaz para el bien del paciente. Al pueblo haitiano le hace falta  esa especial atención.

Por más fe que muchos tengan en los remedios no prácticos ni efectivos;  por más fuerte que sea el sentimiento de algunos  que valoran la soberanía, es recomendable poner la restauración de la salud de la nación, en  manos de aquellos ciudadanos  que saben.  Esto puede ser llevado a cabo  para prestar asistencia solidaria  con pleno conocimiento, experiencia,  respaldo, y responsabilidad por la comunidad internacional, la diáspora, y el concurso de notables de la sociedad haitiana.

La República de Haití es considerada un Estado  débil , una nación enferma, que padece de manera continua sin posibilidades de mejorar de esa enfermedad con brebajes caseros y rituales mágicos-religiosos. En efecto, así lo reconocen muchos de sus propios líderes intelectuales y políticos.

En caso de enfermedad, cuando es inevitable optar por la intervención de las ciencias médicas y las tecnologías que se ofrecen para concurrir a  remediar la enfermedad, el enfermo está forzado a delegar la responsabilidad y acción de recuperación de manera determinante y sin restricciones indebidas de los  expertos para beneficiar al aquejado. Se deteriora el padecimiento de la nación haitiana y como vecinos colindantes, los dominicanos estamos en la obligación de tener como prioridad la previsión de nuestra propia salud.

Atendiendo a esta realidad  que se confronta en la isla de Quisqueya, por esta malograda situación, se hacen  recomendaciones como la presente para que las naciones de conocimiento y poder, puedan tener  susceptible conciencia de que “no es con espada ni ejército”, que generalmente se asiste a un grupo, un conglomerado, una nación, o una región geopolítica para obtener estabilidad social y  creciente  desarrollo continuado.

En caso de considerarse el plan de tipo Marshall, éste tendría cobertura muy especial más allá de ser una implementación económica; pues, considerando que la nación haitiana padece de un estado de debilidad institucional que se deteriora de manera regresiva cada día, se debería organizar y llevar a cabo una necesaria asistencia que abarcaría política, estructura administrativa, economía, seguridad social, reforestación, sanidad, escolaridad, y otras áreas de gobernabilidad para la  estabilidad y  desarrollo de ese pueblo.

El autor es Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana

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