Colombia y la opción entre dos grietas-Parte I

(Confidencial Colombia)

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ARGENTINA-

Compartimos el excelente análisis del sociólogo Hilario Wynarczyk sobre la situación en Colombia luego del plebiscito por los Acuerdos de Paz. Será publicado en tres entregas.

I Parte-Una manzana partida en mitades

Por Hilario Wynarczyk-

El gobierno de Colombia llamó a la población a responder en un plebiscito de asistencia voluntaria, el domingo 2 de octubre, a la siguiente pregunta: ¨¿Apoya el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable?¨

La cuestión se refería a los Acuerdos de Paz firmados el 26 de septiembre entre el gobierno colombiano presidido por Juan Manuel Santos, flamante Premio Nobel de la Paz, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, representadas por el jefe guerrillero “Timochenko”.

Resultado de una extensa negociación previa con sede oficial en La Habana, el pacto de paz era una herramienta para cerrar  el conflicto con la guerrilla más antigua de América Latina, que en estos momentos cumple 52 años de existencia.

Una vez firmado el acuerdo entre las partes beligerantes, ahora el objetivo del plebiscito era que la ciudadanía colombiana disidiese SI quería o NO quería confirmar su puesta en práctica. El eventual triunfo del NO implicaría volver a trabajar sobre el acuerdo modificando sus condiciones. Sería un retroceso riesgoso y lamentable pero el camino seguiría abierto.

Harold Segura, pastor y teólogo colombiano,  Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International, en su artículo titulado Esta Colombia inexplicable que me llena de tristeza (accesible en la página de Cordialmente, revista del Movimiento de Pastores por la Gente), marca una clara y muy informada posición, diciendo: “Yo creí que el acuerdo logrado entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, aunque imperfecto, contenía los arreglos necesarios para que terminara el conflicto armado y soñáramos desde ya con la posibilidad de terminar esta guerra que nos ha carcomido por 52 años”.

Al mismo tiempo el artículo de Harold Segura permite extraer y sintetizar las siguientes informaciones sobre los impactos de este algo más de medio siglo de conflicto (la exposición que sigue no es la del texto original). Durante aquél más de medio siglo sucedieron estas calamidades:

  • Hubo más de 218.000 víctimas fatales y 21.000 personas secuestradas.
  • Y también 6.414.700 personas desplazadas de su lugar de origen, a causa de la violencia

Según el Registro único de Víctimas la suma global alcanzaría una cifra mayor, de 7.620.114 víctimas.

Respondiendo al llamado del Gobierno Nacional, voluntariamente fueron a votar casi 13 millones de personas, cifra equivalente a poco menos de un cuarto de la población de Colombia, compuesta por  47.559.650 millones de personas según el censo nacional 2014. Esto significa  que posiblemente una de cada cuatro personas de la población colombiana concurrió voluntariamente al comicio. Dato sobre el cual volveremos.

El NO, con 6.431.376 votos en su favor (cuando había sido escrutado el 98 % de las urnas, según datos de Harold Segura),  ganó por el 50.21 % versus el 49,78 % del .

La exigua diferencia (0,43%) divide el universo de votantes en dos mitades casi idénticas.

DEMOGRAFÍA DEL ACTOR EVANGÉLICO

A partir de aquí nos interesaría reflexionar sobre el “voto evangélico”, término que se refiere a una entelequia porque más adecuado sería hablar del voto de los evangélicos, con sus correspondientes heterogeneidades posibles.

Para ese fin es necesario primero conocer la significación relativa de los evangélicos en Colombia. Ellos son aproximadamente el 25 % de los habitantes, unos 12 millones, aunque también en su discurso algunos dirigentes asumen que son 10 millones. Nosotros aceptaremos en este análisis la cifra de aproximadamente el 25 %, sin entrar en esa discusión. Dicho en otros términos significa que cada cuatro o cinco personas, una es evangélica. Tal vez esta proporción aumente en sectores populares donde cabría suponer una incidencia mayor de las iglesias de cuño pentecostal. E inversamente en otros sectores de la sociedad colombiana.

Tomando la cifra expuesta como punto de referencia, se trata de algo parecido a lo que sucede en el Brasil donde los evangélicos también son aproximadamente el 25 %. Como en Brasil la población supera 202 millones de habitantes esto significa hablar de aproximadamente 50 millones de evangélicos.

Por contraste, y para ser más ilustrativos desde el lugar donde escribo este artículo, que es la Ciudad de Buenos Aires, antes mayormente conocida como la Capital Federal, digamos que en la Argentina, cuya población se acerca a los 43 millones,  los evangélicos son aproximadamente el 10 % de la población. Algo más de 4 millones. Este porcentaje baja hasta aproximadamente el 4 % en ámbitos urbanos de clase media-alta en la Ciudad de Buenos Aires, y sube hasta acercarse al 25 % en ámbitos del Conurbano que rodea a la Ciudad de Buenos Aires, con fuerte incidencia de población de clase media inferior, sectores obreros y población en condiciones de extrema pobreza.

EL NO Y LA PARTICIPACIÓN DE LOS EVANGÉLICOS

Dado que la participación electoral no era obligatoria, solamente asistieron a la elección pebiscitaria unos 4 millones de evangélicos. Lo cual equivaldría a decir en términos aproximados que uno de cada 3 evangélicos fue a votar. Este dato es importante si consideramos que el total de los ciudadanos que fueron a votar alcanzaba, como hemos dicho antes, casi exactamente a un cuarto de la población de Colombia. Expresado ahora de otro modo, 1 de cada 4 colombianos fue a votar, y de los evangélicos en particular, 1 de cada 3.

Pero al mismo tiempo los datos (que posiblemente sean imprecisos y necesitarían de una encuesta especial) estarían dando a entender que también el universo de votantes evangélicos se dividió significativamente en mitades, como sucedió con la totalidad de los votantes en el plebiscito. Pues  la mitad de los evangélicos que concurrieron al plebiscito, habría optado por el  NO.

Esos 2 millones de evangélicos representarían un tercio de los 6.431.376 de colombianos que votaron a favor del NO. El dato parece impactante y permite hacer una generalización quizás apresurada, pero digna de mucha consideración, afirmando que hubo un “voto evangélico” y que ese voto fue crucial para el éxito del NO. Esta clase de percepción se encuentra presente y bien fundamentada en varios sentidos,  en el interesantísimo artículo de Jean Palou Egoaguirre  Comunidades evangélicas demuestran su creciente fuerza política en América Latina, publicado en el diario El Mercurio de Santiago de Chile.

Sin embargo en la situación que estamos analizando parecería correcto suponer que los otros 2 millones de evangélicos que habrían votado por el representaban también aproximadamente un tercio de los colombianos que votaron por el y serían también cruciales en este sentido.

En fin, lo que estos párrafos intentan expresar, y yo querría que resulte más simple y claro, es lo siguiente: (a) los evangélicos fueron a votar en mayor proporción que la población colombiana en general, y (b) los evangélicos no fueron mayoritariamente a votar por el NO, ni mayoritariamente a votar por el SÍ. Ellos se dividieron igual que los votantes en general.

Pero, de cualquier manera, los evangélicos representarían un tercio de los 6.431.376 de colombianos que votaron a favor del NO.

Este es un “dato duro” a partir del cual podemos caminar desgranando la lectura de otras informaciones, y otras reflexiones. Y a partir de lo cual sería posible aspirar a entender con mayor precisión cuántos evangélicos votaron por el NO y cuáles fueron los motivos o tipos de motivos que los impulsaron a decidir de esa manera. 

 

 

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